domingo, noviembre 30, 2008

hacer trapos


"La actriz Winona Rider ha perdido misteriosamente un brazalete incrustado de diamantes y un anillo de la casa Bulgari, ambos valorados en 125.000 dólares.
Rider ha comentado a Bulgari que no sabe dónde ha puesto las joyas, que utilizó en la fiesta de Marie Claire celebrada en Madrid hace dos semanas”.

Cuando ya nadie se acordaba de Winona, cuando ya nada se espera personalmente exaltante, cuando ya los modernos de Barcelona le habían dicho a sus madres: toma, con ésta puedes hacer trapos, cuando miro la camiseta en mi armario, camiseta que me compré en NYC, tenía que decirlo, y el vendedor me preguntó de dónde éramos (mi padre y yo), y nosotros from Spain, y el vendedor que nos pregunta si allí también conocemos a la Rider, pensándose a lo mejor que en la ignota Spain no teníamos luz ni agua corriente ni, por lo tanto, diversión, pensándose quizá que allí, que aquí en Spain la vegetación lo inundaba todo, comíamos nosotros bambú o raíces, arrancábamos uñas de nuestros antepasados muertos para incrustarlas en nuestro pecho, pensé yo que pensábase eso el hombre que nos vendió la camiseta, cuando ya han pasado más de tres y cuatro y cinco años, qué sé yo, de lo que te estoy contando, aparece en escena la beautiful girl para recordarnos que, ¿dónde leí esto?, a un leopardo nunca se le borran las manchas.

Estarás conmigo en que la pérdida misteriosa es más sospechosa que un gitano haciendo footing.

En fin, Winona, te queremos.

jueves, noviembre 27, 2008

martes, noviembre 25, 2008

una rienda suelta

La adolescencia es como la casa de Gran Hermano: todo se magnifica.

Cuando no tengo prisa, llego pronto. Es la prisa la que me hace llegar tarde.

El otro día pensaba en la dificultad de contar un chiste por escrito. Escuché éste por la radio y me hizo gracia:
Una mujer llama por teléfono a su marido, que acaba de salir de un juicio por robo.
La mujer le pregunta: ¿Cómo ha ido, Manolo?
El hombre le responde: Pues mira, me han dicho que ocho meses de cárcel o doce mil euros.
A lo que la mujer concluye: Manolo, no seas tonto, tú coge el dinero.

El fin de semana pasado fuimos a Granada.
Dadle un ramo verde de luz a mi mano, una rienda suelta, un galope largo.
No hay nada que no hayas oído ya de Granada que te pueda decir yo.
Es bonita, sí.
Y La Alhambra es algo demoledor, irreal.
Lo que a veces me cansa a mí es el felicismo sempiterno del sur.
El jaleojaleo porque sí.
Las palmas y los Chunguitos en la terraza de un bar.
El acento de chiste continuo, interminable y agotador.
La cantidad de perrifláuticos, a.k.a. bon vivants, que abarrotan el mirador de San Nicolás. Allí te sentirás a gusto si te es agradable el picor de las pulgas en las piernas.
Olvídate de ver La Alcazaba al atardecer con la tranquilidad que te han inculcado las fotos del National Geographic. No hay National Geographic que valga. Aquí sólo vale una monedita.

A veces me cansa, dije.

La cultura del tapeo.
A mí siéntame a una mesa como a las persona civilizadas.
Ya no estoy para comer de pie, ya no tengo edad.
Que me siente y tú vienes y anotas lo que quiero y te vas y vuelves con lo que te he pedido y luego te pido la cuenta y te pago y me voy.
A estas alturas necesito ya una rutina.
No me apetece estar atento en la barra por si me has visto.
Ya no me hace gracia si me devuelven mal el cambio.
Ya soy un burgués.
Y dame algo que no hayas frito dos veces.

En La Alhambra eché en falta un McDonald's. Iba caminando y pensaba: Aquí lo que hace falta es un buen McDonald's, con su McAuto y todo, con su caution! piso deslizante y todo también.
Pensaba, mirando la maravilla arquitectónica, que La Alhambra entera está pidiendo a gritos un McDonald's. Hay mensajes subliminales por todas partes.

                                                                       I'm lovin' it!

miércoles, noviembre 19, 2008

la flor del poema

A veces pienso en mi vida. 
¿A ti no te pasa? Pensar en tu vida, digo, no en la mía, cada uno en la suya, digo. 
Yo a veces pienso en mi vida. Sobre todo cuando camino. 
Caminar es el mejor ejercicio para pensar en cualquier cosa. 
Puedes pensar en estupideces y también pensar en tu vida, en la vida de uno, o también en la de otros. 
Aunque casi siempre se acaba uno yendo hacia sí mismo. 
Camino y pienso en mi vida por la noche, de vuelta a casa, y pienso y me viene a la cabeza esa reflexión tan bonita y triste atribuida a Quino, aunque quizá ya la dijo algún griego. 
¿Qué más queda por decir? 
Nada. 
Ahora sólo repetir de otras maneras.

Pienso que la forma en la que la vida fluye está mal. 
Debería ser al revés.
Uno debería morir primero, para quitarse ya ese problema.
Luego, vivir en un asilo de ancianos hasta que te larguen cuando ya no seas tan viejo.
Entonces empiezas a trabajar y se trabaja durante treinta o cuarenta años hasta que se sea lo suficientemente joven para disfrutar de tu jubilación. Fiestas, parrandeadas, alcohol, salir con hombres o mujeres (según el caso), que sé yo, hasta que estás listo para entrar en la secundaria. 
Después pasas a la primaria, eres un niño que se pasa la vida jugando sin responsabilidades de ningún tipo.
Luego llegas a ser un bebé y vas de nuevo al vientre materno, y te pasas los últimos nueve meses de tu vida flotando en líquido amniótico hasta que tu vida se apaga en un tremendo orgasmo.

Pensaba en esto o en algo parecido, quizá no lo recordaba tan largo, y me preguntaba, volviendo a casa de noche, ¿qué será de mí? Porque, aunque te importen otras personas, ya dije, tú siempre vuelves a ti. Es necesario. 
¿Qué será de mí? ¿Qué viene ahora? ¿A dónde voy? 
También pienso en estas cosas cuando estoy sentado en clase y miro a mi alrededor. ¿Cómo les explico a estos niños que yo voy para allí y ellos se van para allá? 
¿Luego qué viene?, me digo. 
Y me imagino volviendo a B.U.P., a E.G.B. ¿Qué viene ahora? ¿A dónde voy?
¿Cómo serán mis amigos en la guardería? 
¿Cómo le explicaré a Sheila que me vuelvo a hacer pipi, que no controlo mis esfínteres, que necesito un chupete? ¿Cómo se pide un chupete? 
Aún me faltan unos años, pero llegará. 
Y ¿cómo le explico a Sheila que me tengo que ir, que mi madre me está esperando con la barriga abierta, su vientre abierto y esperanzador y rojo y vivo como una flor en un poema de Lorca? 
¿Cómo se mete uno allí dentro? ¿Habrá alguien que me ayude? ¿Estará mi familia allí reunida, como en una cena de Navidad, para despedirse? ¿O será algo más solitario, más íntimo, como sentarse en el sillón del dentista?
Yo, si te digo la verdad, sólo espero que haya alguien que me ayude y me indique cómo tengo que poner los brazos y las piernas para caber allí y que me diga No tengas miedo.
Y,
cuando esté bien colocado 
dentro de la flor del poema, 
oscuridad y latidos a mi alrededor, 
casi dormido, 
escuchar 
a mi madre 
decir 
Ya está.

martes, noviembre 18, 2008

seguidor o seguidora

Ya puedes hacerte seguidor o seguidora, como prefieras, de este blog. 
(En la columna derecha lo verás.)
Las chicas de la foto ya se han hecho. 
Y parecen contentas. 
Así que malo no puede ser.

¡Hay regalo seguro a los mil (1000) primeros!

sábado, noviembre 15, 2008

pelo del perro

Buscando, recalando información sobre el György y su obra de los 100 metrónomos, me topé con una agradable sorpresa en forma de blog.
Pelo del perro se llama.
Me han gustado varias cosas:
su buen escribir, ante todo,
el desconocimiento de la mayoría de grupos y cantantes de los que escribe,
que escriba desde NY en castellano,
y que se llame como yo.
Ya me dirás qué te parece.
Yo ya lo he puesto en interesante.

labio inferior

A mí el Ligeti me pone.
Su obra, quiero decir.
Me lo dio a conocer el Stanley en alguna de sus películas. La que me viene a la cabeza ahora mismo es Eyes Wide Shut y esa Musica ricercata que no augura nada bueno. 
Ponla en una fiesta y a todo el mundo le sentarán mal los canapés. 
Yo lo hice. Por eso ahora no tengo amigos en el Facebook. Por eso ahora ya ni tengo Facebook. Por vergüenza y temor a represalias. 
Hay mucho loco deseando que lo agregues. 

La cuestión es que hace unos días descubrí en este maravilloso mundo que es Youtube, una obra del György que no conocía, que desconocía, de la que no tenía ni idea, parco de mente soy.
Poema sinfónico para 100 metrónomos, se titula, la tituló el György, en el 1962, cuando los Beatles y todos esos.
Como su nombre bien indica, se trata de cien (100) metrónomos (drae: máquina a modo de reloj, para medir el tiempo e indicar el compás de las composiciones musicales) funcionando a la vez, con distintas velocidades. La obra termina cuando la cuerda de los metrónomos se acaba. 
El final, con un solo metrónomo, es desolador, se diría que apocalíptico. 
Observas ese metrónomo solitario y esperas a que, de un momento a otro, se detenga. Porque sólo puedes esperar eso, sabes que otra cosa no va a suceder, nunca has estado más seguro. Simplemente esperas que se detenga.

La manera correcta de visionar-escuchar esta obra es de principio a fin, segundo a segundo. Pero también un director de cine porno crea una peli con esa finalidad y todo el mundo adelanta los diálogos. Así que será normal si adelantas el vídeo. Será humano y comprensible.

La música contemporánea y el cine porno siempre han estado unidos.
De hecho, haz una prueba: 
1. dale al play,
2. sube el volumen al máximo (para llamar la atención de: tus padres, tu pareja, tu compañero de piso,...)
3. mete tu mano por debajo de la mesa, entorna los ojos y muérdete el labio inferior (de la boca).
4. espera a que tus padres, tu pareja, tu compañero de piso,... entre en tu habitación o allí donde estés.
5. atente a las consecuencias (porque ya nada va a ser lo mismo.) 
6. si al día siguiente te están buscando un psiquiatra, tranquilo, eso quiere decir que te quieren.


jueves, noviembre 06, 2008

decir, proponer, exhalar

En agosto de 1996, hace ya más de doce (12) años, parece ayer, pareció ayer, en agosto del 96, dije, una familia formada por:
- mi padre,
- mi madre,
- mi hermana, y
- yo
es decir, una familia de cuatro miembros, cargaba con unos quince bultos, entre maletas y bolsas (quizá exagero, quizá no; en el recuerdo todo se suele exagerar) por todo el aeropuerto JFK de Nueva York, buscando la mesa de facturación. 
Unos quince bultos entre cuatro miembros de cualquier familia significa que cada uno de ellos lleva, al menos, tres bultos, teniendo que llevar, por fuerza, por ley, por matemáticas, alguno de ellos, más de tres bultos.
Así que en imagen aparecen cuatro miembros de una familia, que en este caso es la mía, cargando con unos quince bultos entre todos. 
Podría decirse que huyen con todo lo que han podido encontrar. Podría decirse. 
La cuestión es que se van del país en el que han estado casi un mes de vacaciones, con esa sensación agridulce del que se sabe consciente que está acabando algo que no volverá a pasar nunca más. 
Al menos no igual.
Pues apretaban ellos los dientes y resoplaban mientras veían pasar a gente que arrastraba maletas pero dentro de un carro, éstas sonrientes, incluso se permitían el lujo de bromear con sus parejas, hijos, familiares, éstas no resoplaban ni apretaban los dientes.
Ante tal visión de felicidad suprema, quizá a mi hermana, quizá a mi madre, quizá a mí, se nos ocurrió decir, proponer, exhalar: ¿por qué no cogemos un carro?, a lo que mi padre, entre jadeo y jadeo, dijo: venga, que podemos
Como diciendo: no hace falta, entre todos podremos, entre nosotros cuatro podemos cargar con estas quince maletas y bolsas. 
Como diciendo: no es para tanto
Como diciendo: lo vamos a conseguir, si hemos podido dar diez pasos, vamos a poder llegar a la mesa de facturación. 
Como diciendo, al fin y al cabo: confío en nosotros.

Por allí sentado, un joven afro americano, profesor de derecho constitucional, esperaba su vuelo a Honolulu para visitar a su abuela. Iba apuntando en su diario todo lo que había hecho aquel día de agosto cuando por delante suyo pasó una familia formada por:
- mi padre,
- mi madre,
- mi hermana, y
- yo.
Cargaban bolsas y maletas, resoplaban y apretaban los dientes y se colocaban bien las camisetas. El joven afro americano dejó de escribir y observó la escena. Al momento pudo escuchar: venga, que podemos. Fue el padre de la familia quien pronunció esas palabras. Y fueron esas palabras las que envalentonaron al resto de la familia, que cogió con fuerza las maletas y bolsas, y desapareció por un largo pasillo del JFK. 
Inmediatamente, el joven afro americano apuntó como pudo esas palabras latinas en su diario para, más tarde, buscar el significado.
Una vez en casa de su abuela, el joven afro americano cogió el diccionario inglés-español y tradujo las palabras en algo así como: yes, we can.

Unos años más tarde y ya en su Chicago natal, el joven afro americano sacó de un cajón el diario de aquel año, de aquel 1996, y lo releyó.
Encontró aquellas palabras de las que ya no se acordaba, aquel grito de guerra de aquel padre de familia, aquel lema.
Yes, we can.

Antes de ayer, el 4 de noviembre, Obama, aquel joven afro americano del 96, ganó las elecciones con un lema que, involuntariamente, le prestó mi padre.

Y yo me alegro por los dos.

domingo, noviembre 02, 2008

another world



El nuevo single de Antony and the Johnsons no tiene estribillo.
O es un estribillo en sí.
Sea lo que sea, es bastante bueno.