miércoles, diciembre 31, 2008

también le tengo miedo al helio

El otro día, ayer. 
Empiezo de nuevo.
Ayer estaba tumbado en el sofá de mierda mirando la tele a las dos o a las tres (2 o 3) de la madrugada, viendo un programa en C33 sobre el director Wim Wenders. 
Creo que era sobre él, lo vi empezado ya. 
Como la tele estaba a un volumen bajo, como la tele estaba bajita, iba yo recopilando frases que me llegaban del aparato, sin escucharlo todo perfectamente pero tampoco queriéndolo. Levantaba yo la oreja izquierda pegada al cojín de mierda para oír mejor, porque por la izquierda oigo más que por la derecha, y así escuchaba lo que la voz en off decía del Wenders, lo que el Wenders decía a través de su traductor català. 
En una de esas ráfagas de frases que me vinieron, el Wim estaba hablando de las drogas, de si había tomado o no, blablabla, que sí, que se ve que se metió algunas pastis, LSD, creo que dijo la voz catalana de Wim Wenders, pero que en uno de los viajes casi se queda como la gallina: turuleta. 
Y es eso lo que me hizo querer escribir este post, una frase maloída por mi oreja derecha en la que Wim Wenders decía que después de un viaje de LSD estuvo a punto de no volver. 
Y es de eso, digo, de lo que quiero hablar hoy: del retorno.

Yo, personalmente yo, mi yo personal, el yo que puedo decir mirándome al espejo: ese soy yo, yo, dije, digo, nunca hemos tomado drogas. 
Sé que parece lo contrario leyendo la cantidad de tonterías que escribo, pero así es: nunca he tomado drogas. Y con esto no estoy diciendo: mirad, leed qué sano soy, coño, o los que se drogan son una pandilla de imbéciles, no, no entro en ninguno de estos discursos de abuelas. 
El motivo por el que nunca he tomado drogas es el que dije: el retorno. O, mejor dicho: el miedo al no-retorno.
Así somos los cobardes, qué quieres que te diga. 
Yo necesito saber que luego voy a volver, a donde sea: a mi casa, a la calle, al autobús, a la cama o a mí mismo, volver allí donde estaba en un inicio, en mi inicio. 
Saber que va a haber un retorno es indispensable en mi vida.

Cuántas veces fui a trabajar, voy a la uni, pensando en el momento de la siesta a la vuelta. Cuántas veces sales de fiesta y sí, está bien, es divertido, o te aburres, da igual, es una fiesta, pero está bien, está bien, es una fiesta, pero es una fiesta porque más tarde volverás a casa o a allí de donde vengas, es una buena fiesta porque llegará un momento en el que se acabará y tú volverás a casa y te acostarás y te dormirás. Si la fiesta durase eternamente sería el infierno.
Cuántas veces fuiste al cine, al teatro, y pensaste me estoy aburriendo y aburriéndote así como estabas te imaginaste la vuelta a casa, ya de noche, sin cenar, porque el cine era a la hora de la cena y cuando salgas ya será tarde, y cuando llegues a casa quizá sea la una de la madrugada pero, ¿qué más da?, entonces recuerdas que sobró pan, ¡y lomo de este mediodía!, un bocadillo de lomo a la una y media de la madrugada, cuando vuelvas a casa, sentado en el sofá, la felicidad es el retorno, pensarás mientras pasan los títulos de crédito de la película, la felicidad es el retorno, qué más da cómo haya acabado la película si en casa tengo un trozo de pan y lomo.

El retorno a un lugar es algo necesario para el hombre. 
Cuando la muerte venga a visitarme, que me lleven al sur donde nací, dijo el Sabina. 

Cuántas veces se te ha hecho tarde en casa de un amigo/a, y él/ella te ha ofrecido pues quédate a dormir, hay camas, y a ti te ha dado pereza el volver a esas horas a tu casa y de buena gana te quedarías en su casa porque sabes que te invita de verdad, pero dices que no, que da igual, que te vas a tu casa. ¿Por qué?: porque lo necesitas. Necesitamos volver.

(Igual que con las drogas, a las que les tengo simplemente ese miedo, no el de engancharme ni el de no controlar, sino el de no volver a ser yo, también le tengo miedo al helio (sic), a inspirar helio de un globo, que te hace hablar como un pitufo (wikipedia: el helio, al ser menos denso que el aire hace que las cuerdas vocales puedan vibrar con mayor frecuencia, ya que encuentran menos resistencia que con el oxígeno), a eso me refiero, a eso le tengo pavor. Y no es que tenga ocasión de inspirar helio cada dos por tres, no, claro, pero siempre que veo que alguien lo hace, en la tele, donde sea, me pongo nervioso y pienso imagínate que no vuelve a hablar con su voz, que se le queda esa voz para siempre, vaya putada, ¿quién se lo va a creer?, ¿quién confiará en ti si hablas como un pitufo? Imagínate estas frases en voz pitufo: Tranquilo, no te preocupes, yo me encargo de todo, o, Si algún día queréis salir puedes dejarme a la niña.
¿Acaso nadie le tiene miedo al helio que todo el mundo se lanza a inspirarlo como si no hubiese mañana?
¿Acaso nadie le tiene miedo al no-retorno?).

Mira, ahora mi abuela está en la residencia (digo la residencia y parece que sólo haya una), y está porque tiene que ser así, porque es lo mejor para todos, qué más da por lo que esté, la cuestión es que ella dice que está ahí temporalmente, que de aquí a un tiempo volverá a su casa. Y simplemente es eso, ese pensamiento, lo que hace que ella esté mejor, estoy seguro, la idea de la vuelta a casa, aún a sabiendas que no estará mejor cuidada de lo que está ahora, le hace estar más feliz. 
Porque así es y así debe ser. 
Porque el retorno es nuestra última esperanza. 
Nuestra mejor esperanza.

Roda el món i torna al born.
Qué bonito suena.


Cuántas veces, 
después de un viaje, 
volver a casa, 

el sonido de la llave en la cerradura, 
el olor de los muebles del recibidor, 
el interruptor estropeado, 
cuántas veces nuestro váter, 
de nuevo, 
nuestra cama y nuestra almohada,
ese póster, 
ese cuadro aún sin colgar que ya se quedará ahí, 
cuántas veces la silla de la cocina que cojea, 
y el viaje estuvo bien, la verdad, 
un viaje inolvidable, 
hicimos fotos, 
ya te las enseñaré,
unos lugares preciosos pero, 

cuántas veces, 
después de un viaje, 
volver a casa.


...Pero el viajero que huye
tarde o temprano detiene su andar,
y aunque el olvido, que todo destruye,
haya matado mi vieja ilusión,
guardo escondida una esperanza humilde
que es toda la fortuna de mi corazón.
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sábado, diciembre 27, 2008

y tú sabrás que mi nombre es Mountazer

Mountazer en acción. (En un primer momento pensé que se trataba del Follonero).

De esto quería hablar cuando pasó (había escrito "sucedió" pero lo he cambiado por "pasó" porque "sucedió" me ha parecido más formal, no me preguntes por qué, pero "sucedió" no me ha gustado y lo he cambiado por "pasó", que es un verbo que todos usamos más) pero no tuve tiempo.

El pasado 14 de diciembre, un periodista iraquí, Mountazer al Zaidi, le tiró (había puesto "lanzó" pero lo he cambiado por "le tiró", que es más visual, al menos para mí) dos (2) zapatos a Bush durante una rueda de prensa. Antes le había avisado con un: "Toma tu beso de despedida, pedazo de perro", que me suena a Bruce Willis en alguna Jungla de cristal antes de matar al malo (al extranjero), pero bueno, eso son cosas mías, aunque no te extrañe que dentro de poco aparezca en alguna peli al estilo Sayonara, Baby o Alégrame el día o ...Y tú sabrás que mi nombre es Yahvé cuando caiga mi venganza sobre ti. 
La cuestión es que Mountazer (como el novio de Pilar Rubio) ha hecho algo que le gustaría hacer a la mitad de la población mundial. El acto del periodista punk, que ahora debe de estar recibiendo de lo lindo en una celda llena de ratas, representa a casi todo un planeta. Y yo creo que no se le ha dado demasiada importancia. 
Ahora sólo se habla de que la marca de esos zapatos (Zapatos Baydan),  ha pasado de vender 15.000 pares al año a tener encargados 370.000 en una semana. Eso, al fin y al cabo, es una curiosidad que pasará de largo dentro de un mes. 
Lo realmente importante aquí es el acto de lanzar unos zapatos, como una madre por el pasillo persiguiendo a su hijo, un hijo insolente y asesino que, después de esquivar los zapatazos de su madre, del mundo, de nosotros, aún tiene la desfachatez de reírse de su vieja.

Mountazer al Zaidi erró sus disparos, sí, pero ahora nosotros tenemos la oportunidad (y el deber) de apuntar con más calma (sin miedo a represalias), teniendo en cuenta, eso sí, la inclinación y la fuerza.
Desahógate.

viernes, diciembre 26, 2008

nada, que yo sepa

Nada, que yo sepa,
(a qué venía eso cuando me lo dijiste)
ni aquel pez naranja que me compraste en el mercado
al que íbamos los martes o los miércoles o algún día,
qué más da,
y cuando se murió lo metimos en una caja y lo tiramos a la basura,
ni aquel pájaro
que entró una tarde de verano por la ventana de mi habitación
y te pregunté si nos lo podíamos quedar
y tú me dijiste bueno
y a los dos días se murió
y me dijiste que es que los pájaros necesitan libertad
y luego lo metimos en una caja y lo tiramos a la basura,
ni aquel gatito que siempre venía y maullaba en la verja
y un día se coló y se quedó con nosotros,
años,
y luego se murió,
de viejo,
me dijiste,
y lo metimos en una caja y lo tiramos a la basura,
nada, que yo sepa,
ni cuando conocí a esa chica,
y nos mandábamos cartas y nos decíamos te quiero
y yo guardaba las cartas en una caja debajo de la cama
y luego, un día, me dijo que ya no me quería más,
y saqué de debajo de la cama la caja con esas cartas
y te pregunté
y ahora qué hago
y tú me dijiste
tíralas a la basura
y así lo hice
y guardé de nuevo la caja,
vacía,
debajo de la cama,
nada, que yo sepa,
ni luego ese perro,
Toby, Boby, algún nombre así le llamamos,
ese perro tan tranquilo que nos regaló la señora Josefa,
que la Blanca ha parido y no puedo quedármelos todos,
dijo,
ese perro,
Toby, Boby, algún nombre así le llamamos,
que estuvo con nosotros diez once doce años,
qué más da,
si luego se murió
y lo metimos en una caja y lo tiramos a la basura,
nada, que yo sepa,
digo,
ni tan siquiera el abuelo,
que tú siempre me decías hazle caso al abuelo
y yo le hacía caso y él me llevaba a los sitios
y me preparaba la merienda cuando tú no estabas
y me decía tienes que comer para hacerte mayor,
mayor para qué, abuelo,
le preguntaba yo,
y él no me respondía
o me respondía algo que no le había preguntado,
ni tan siquiera el abuelo, dije,
que cuando se murió lo metimos en una caja y ahí debe de estar todavía,
como el pez, el pájaro, el gato, las cartas y el perro,

nada, que yo sepa,
(a qué venía eso cuando me lo dijiste)
cuando ha muerto
se ha ido al cielo.

martes, diciembre 23, 2008

grupo de esperpentos

De pequeño a mí me gustaba La Orquesta Mondragón.
No era algo que me quitase el sueño, ni siquiera fueron mi grupo favorito, pero reconozco que les tenía cariño, les tengo cariño. Para alguien de ocho, diez años, crecido a base de sábados ante la Bola de cristal, un grupo de esperpentos sol y nieve como fueron La Orquesta Mondragón era lo mejor que le podía pasar a la música, al mundo, así, en general.

De pequeño, otra vez empiezo la frase igual, fui a ver a La Orquesta Mondragón a un concierto gratuito durante unas fiestas aquí, en Viladecans. Fui con mis primos y no recuerdo con quién más. Sólo me acuerdo de que cuando nos íbamos, un chico estaba en el suelo y le temblaba el brazo y una chica le sujetaba la cabeza por la nuca y gritaba Una ambulancia mientras nosotros pasábamos por su lado y alguien dijo Sobredosis y yo supuse que era algo de drogas pero no entendí muy bien la escena, quizá por el contexto, quizá porque no había nada que entender.

De entre todos los éxitos ("Viaje con nosotros", "Ellos las prefieren gordas", "Caperucita feroz") siempre hubo uno que me gustó por encima de los demás, una canción "seria" entre tanto repertorio sin pretensiones.
"Corazón de neón" es una de las mejores canciones del pop español le pese a quien le pese.
Más tarde, años después, me enteré de que fue compuesta por Gurruchaga, Sabina y Antonio Carmona, cosa que me hizo gracia, más que nada porque me imaginé a los tres personajes, papel y lápiz en mano, whisky y porro en otra, polvo blanco por las mesas y pariendo un temazo como este.
A veces las drogas no van mal del todo.

lunes, diciembre 22, 2008

fino, fino


Mirando las listas de lo mejor del año de la pitchfork, me he encontrado con una lista de los mejores vídeos de todos los tiempos.
Uno de ellos era éste de The Avalanches, que fabricaron un disco (Since I left you) con retales de bandas sonoras y diálogos de películas y les quedó fino, fino, que me lo compré y todo, imagínate.
O lo amas o lo odias.
Yo, lo amo con locura.

domingo, diciembre 21, 2008

trozo de fuet

Bueno, después de un lapsus de tiempo sin escribir, sin actualizar, sin pararme ni dos minutos delante de este bendito blog que tantas tardes de gloria me ha brindado, por fin puedo sentarme un rato para explicarte, si todavía sigues ahí, qué coño hago con mi vida.

La cuestión es que si no me ha parado ni dos minutos para actualizar este blog ni el de La madera es nuestra ni el de Chapuzas de letras (Raúl debe de estar contento conmigo) es porque no he tenido esos dos minutos libres. Y, si los he tenido, ni me he dado cuenta.
Y tú me dirás ¿y qué coño has hecho para no tener ni dos minutos libres al día?, y yo te diré cosas de chicos.

Este ha sido mi planning horario estos últimos días/semanas:
8:00-14:30 - Universidad.
16:30-18:30 - prácticas de coche.
19:00-21:00 - ayuda en la residencia.
Este planning, así, a simple vista, puede parecer esqueléticamente cutre, y puede que lo sea, pero piensa, acuérdate de lo que era mi vida en, por ejemplo, julio:
10:00-16:00 - discos Castelló.
...
...
Yo ya estaba acostumbrado a hacer una cosa al día, un acto benéfico al día ya estaba bien para mí, y ahora mira el planning de estas últimas semanas, me levantaba a las 6:00 y no volvía a casa hasta las 21:30, pero, ¿esto qué es?, ¡yo no pedí esta vida!, es más: ¡hay una mosca en mi vida!, ¡que me la cambien!

Ahora, hoy, estoy de vacaciones, la vida del estudiante es agotadora, y ya no volveré a hacer más prácticas de coche (ah, qué placer aprobar a la primera, es como quitarte ese trozo de fuet que te oprime las muelas y tú buscas con la lengua y se te escapa casi queriendo que se te escape y lo mueves y sabes que está ahí y hablas con alguien y mientras hablas sabes que está ahí, porque lo notas al mover la lengua, pero no lo puedes decir, es un secreto entre muelas, y al final, a solas, lo tienes, acorralado, y entonces decides introducir el índice y el pulgar y pinzarlo, ¡ah! trozo de fuet que me oprimías las muelas, ya te tengo entre mis dedos, ahora te comeré como es debido), así que sólo tengo activo de 19:00-21:00.

Hablando de prácticas de coche, hace unos días, mientras volvíamos de Barcelona, hablando con mi profesor, éste me preguntó si yo creía en el más allá. La pregunta no vino así como así, la pregunta vino porque la chica que había aprobado la semana anterior había llevado una cabeza de ajos en el bolsillo y había aprobado a la primera. Según ella, también la llevó al examen teórico recomendada por una amiga, que siempre suspendía, hasta que llevó una cabeza de ajos y aprobó. Pues después de contármelo, yo le digo que eso son tonterías, que no estamos en la Edad Media para creer en esas cosas, y él me dice que hay mucha gente que cree en esas cosas y yo le digo que muy bien, que crean, pero yo no voy a dejar que una cabeza de ajos decida si sé conducir o no. ¿Tú sí? La cuestión es que empezamos a hablar del asunto del más allá, los curanderos, no sé qué más. Yo le dije que no creía en nada que no se pudiera comprobar científicamente. Él me dijo que sí que creía en la reencarnación que, cuando nos moríamos, nos reencarnábamos en otra persona. Entonces le pregunté si eso quería decir que yo era otro reencarnado, y él me dijo que sí y entonces le dije: ¡acabáramos!, ¡pues que pague él las prácticas, joder! 
Luego me preguntó que qué creía yo que pasaba cuando alguien se moría. Polvo eres, le respondí. Y él acabó la frase. 
La cuestión es que como lo veía tan entusiasmado con el tema de la magia en general, le propuse una cosa. Mira Albert, le dije, así se llamaba mi profe, ¿qué te parece si en vez de pagarte 36 euros la hora de prácticas te pago con unas piedras mágicas que tengo y que te pueden cambiar la vida? Las cogí un día de la estación de tren, de las vías, son así grises, con puntitos negros, y te aseguro que te pueden cambiar la vida. Haz una prueba: cógelas, sal a la calle, lánzaselas a alguien, procura darle en la cabeza, cuando veas que cae al suelo sangrando y gritando sigue lanzándole las que te queden hasta que deje de moverse. Quédate a su lado hasta que venga la policía, te arresten y te metan en la cárcel por homicidio. Pasa unos años en la cárcel y, cuando salgas, verás que tu mujer está con otro hombre y que tus hijos no quieren saber nada de ti. Entonces, como no tienes dónde vivir, busca un cajero automático y acomódate. Sólo tienes que esperar a que alguien te rocíe con gasolina y te prenda fuego y así acabe tu sufrimiento. No me digas que estas piedras no te cambian la vida.
Todo esto no se lo dije pero el día del examen, después de saber que había aprobado, le pregunté si él había traído la cabeza de ajos, porque yo no. Me dijo que él tampoco. 
Entonces, me pregunto, ¿lo que me pasó fue cuestión de suerte y si me hubiera traído la cabeza de ajos hubiese sido magia?
Muchas preguntas se pueden hacer durante una hora cuando sabes que te cuesta 36 euros.

Por cierto, si una hora de prácticas de coche está a 36 euros: ¿a cuánto está una hora de vida?

jueves, diciembre 11, 2008

oreja derecha roja


Si ves a una enana victoriosa después de haberse liberado de las cadenas que la tenían apresada dentro de un barril lleno de agua, 
si ves a una enana ojerosa con la oreja derecha roja de tanto la mano apoyada ahí mientras se duerme por entre las bibliotecas, 
si ves a una enana que no se para en los pasos de peatones cuando pedalea su bike por las calles y escucha lo último de lo último que le ha grabado su amigo que habla en inglés, 
en definitiva, 
si ves a la petite houdini: felicítala, tú que puedes.
Yo la he llamado pero se ve que ya no quiere nada de conmigo, nada de de mí, se ve que ya no quiere saber nada de alguien que ya no actualiza el blog.
Hoy ya eres más vieja.
Hoy ya puedes beber alcohol.

¡Felicidades!