domingo, mayo 30, 2010

exceso de placer

Hay películas que no veo por miedo.
Un miedo que se sustenta en la idea de exceso de placer.
Una de estas películas era, hasta ayer, Amanece que no es poco.

A veces, me digo, hay que afrontar los miedos.
Y dejarse llevar.

Exceso de placer es poco si hablamos de esta película.

Las ingles en Andalucía. ¡Y el clavel!

sábado, mayo 29, 2010

eternamente joven

Una noche de verano un intruso.
Entra de madrugada.
Nadie oye nada.
El intruso se pasea por toda la casa hasta llegar a la habitación del niño.


Abre la puerta y la luz del pasillo ilumina la cama.
El niño duerme.


El intruso se detiene unos instantes en el umbral de la puerta y observa al niño.
Proyecta una extraña sombra.
Más tarde comprobamos que el intruso lleva una máscara que simula la cabeza de un pollo.
La imagen es aterradora.


El intruso se acerca a la cama del niño y lo zarandea.
Sus movimientos son bruscos, animales.
El niño se despierta sobresaltado y queda paralizado ante la aterradora imagen.


El intruso se sienta en la cama al lado del niño.
Le muestra la máscara de otra cabeza de pollo.
No podemos oír con claridad lo que dice pero el niño le obedece y se la pone.


El niño, sumido en una especie de brujería, sigue fielmente al intruso.
Salen de la casa.


Corren a través de campos seguidos por luces extrañas.
Se alejan de la casa.
Desconocemos las intenciones del intruso.


Llegan a un bosque.
Empieza a amanecer.
Ahora el niño coge de la mano al intruso, quien lo guía hacia un destino incierto.


Extenuado, el niño cae al suelo.
Cuando se despierta, lo primero que ve son las copas de los árboles.
Luego se incorpora y ve a otro niño disfrazado de pollo igual que él.


El otro niño parece hacerle gestos indicándole una salida.


Pero de pronto aparece el intruso.
Grita y golpea los troncos de los árboles mientras busca al niño.
Le invade una furia demoníaca.


El niño empieza a correr haciendo caso omiso de las indicaciones de aquel otro niño.


El intruso persigue al niño, a quien invade un terror sobrenatural.
El sol acaba de salir y su luz se cuela entre los árboles.
Más allá de éstos, el niño ve un precipicio y se rinde.


Pero entonces, el intruso se detiene a su lado y mira hacia el precipicio.
Se quita la chaqueta.
El niño lo mira con una mezcla de terror y asombro aunque, debido a la máscara, no podemos comprobarlo.
Pasados unos segundos, el intruso se quita la máscara y descubre su rostro.


Que no es otro que... ¡el del niño de mayor!
El intruso ríe ante la desgracia del niño.


El niño grita aterrorizado ante la imagen de su propia vejez.
Quiere correr pero sus piernas están agarrotadas.
El intruso agarra al niño por los brazos.
Forcejean.


El niño se logra deshacer de las manos del intruso.
Se lanza a sus piernas y lo hace resbalar.
El cuerpo del intruso cae al vacío.

El niño se sienta en el suelo y llora.
No tanto por haber acabado con la vida de una persona sino por el hecho de saber que será eternamente joven.

martes, mayo 25, 2010

comprobé que tengo cinco pelis

Hace un tiempo, no sé por qué, me dio por comprarme dvds musicales clásicos.
La idea, supongo, digo yo, era confeccionar una filmoteca ideal del cine musical.

El otro día, tampoco sé por qué, me dio por buscar vídeos de Judy Garland de mayor.

Luego, pensando en los dvds musicales, y relacionándolo todo, comprobé que tengo cinco pelis de Vincente Minnelli: Un americano en París (1951), Melodías de Broadway 1955 (1953), Brigadoon (1954), Un extraño en el paraíso (1955) y Gigi (1958).

Entonces encontré este vídeo.
Noviembre de 1964.
Aunque no lo parezca, la Garland tenía aquí cuarenta y dos años.
Moriría en 1969, con cuarenta y siete.
Liza Minnelli no había cumplido los veinte todavía.

Cantan perfecto.

Momento bizarro: el gesto de Judy Garland a su hija (2:07).
No sé si le está diciendo que se calle o que se acerque el micro.
¿Tú qué crees?

lunes, mayo 24, 2010

arrastran las sillas al sentarse

Son casi las tres de la madrugada.
Debería estar estudiando o, en su defecto, durmiendo para mañana seguir estudiando.
Pero todavía no noto el frío cañón de la Smith & Wesson en mi nuca, todavía no la soga aprieta demasiado, todavía no.

Sheila duerme a mi lado en el sofá.
Al otro lado, Billie Jean.
Casi respiran al mismo tiempo.
Podría estar mirándolas como un idiota hasta que me durmiese yo también.

Oigo ruidos arriba. Siempre estoy oyendo ruidos. Siempre de noche.
Te diría, me gustaría decir, en el piso de arriba. Al menos esos ruidos estarían justificados.
La cuestión es que vivo, vivimos, en una casa de una sola planta.
Así que de vez en cuando oigo crujir algo allá arriba.
Sheila dice que son los cambios de temperatura, el crujir de las maderas, todo eso.
Por supuesto que debe de ser eso. Aunque a veces quiero pensar que algo se pasea por el tejado, prepara la mesa y llama a los demás para cenar.
Y entonces los demás vienen, ahora uno, más tarde el otro y, sin ningún tipo de buenos modales (ya que son seres de los tejados), arrastran las sillas al sentarse. Sea la hora que sea.

Billie Jean me golpea con las patas traseras queriendo hacerse más hueco en el sofá. Le tendría que decir todo eso de mientras yo te alimente, mientras vivas bajo mi mismo techo, y no sé qué más. Pero, ¿cómo se le explica eso a un gato?

Acabo de descubrir el blog de Francisco Ferrer Lerín. Un poeta de lo más extraño del que nunca había oído hablar. Acaba de ganar el Premio de la Crítica con su último libro, Fámulo.
No sé por qué he dicho de lo más extraño.
Me ha encantado lo que he leído en su blog. Ya está linkeado en blogs.
También me ha parecido curioso su amor hacia los buitres.
Soy consciente de que curioso tiene un significado demasiado amplio.
El otro día Félix de Azúa, amigo de Lerín, habló de él en L'hora del lector, un programa que puede llegar a ser delicadamente vomitivo, aunque el pasado viernes fue, para mi gusto y gracias a nuestro Señor Jesucristo, de digestión ligera.

Los ruidos arriba van y vienen.
Ahora un perro ladra unas calles más abajo.
¿Por qué sé que está más abajo?

Estoy leyendo, entre otros, Historia social del cómic, de Terenci Moix.
Me gusta la pasión con la que escribía. No puedes hacer otra cosa que rendirte.
No he leído ninguna ficción de él. Si algún día leo alguna creo que me decantaré por Onades sobre una roca deserta. Siempre me ha gustado ese título.
Hay una librería de segunda mano que tiene la primera edición.
No tenía el precio marcado.
De todas formas, no hubiese sabido si era caro o barato.

Ahora sí que me acuesto.

Al carecer de senos frontales creyeron más fácil la extracción de las ideas mediante ventosas.

sábado, mayo 22, 2010

no digas que no te lo advertí

Estaba buscando un vídeo de El resplandor, porque mañana se cumplen treinta años del estreno de esta peli y había pensado en homenajearla, en cantarle un siniestro happy birthday como se merece, estaba buscando un vídeo, digo, y me he encontrado con esto, que no deja de ser un vídeo, y que me ha parecido curioso, interesante, llámalo como quieras, y he pensado en compartirlo contigo que, por lo que veo, te sigues empeñando en perder el tiempo en este blog. Me parece bien, pero cuando el tiempo aparezca, llame a tu puerta y se te eche encima queriendo violarte, no digas que no te lo advertí.
El vídeo lo ha editado un tipo llamado Rob Ager, que tiene una web, Collative Learning, donde analiza films, simbolismos, dobles lecturas, imágenes subliminales, en fin, lo que haces cuando tienes treinta y cinco años y no tienes pareja.
En este vídeo, el Ager disecciona - pregunta, zoomea, repite, informa (nos mete miedo, vamos, porque todo el que informa acaba metiendo miedo),- la escena (ahora no sé si la coma va antes o después del guión) de la cascada de sangre saliendo del ascensor.
El porqué de este análisis exhaustivo (siete minutos analizando la escenita) es la aparición de algo, algo sólido, delante de la puerta del ascensor bajo el torrente de sangre. Se puede apreciar ese algo desde la primera toma, la original, pero por si no te habías dado cuenta, y para una mejor visualización de aquello, el Rob se toma la molestia de repetirlo ahora más grande, ahora más pequeño, ahora más claro, para ver si alguien puede decir qué es aquello. Hay opiniones para todos los gustos, lo que quiere decir que nadie tiene ni puta idea.
Alguien dice que puede ser sangre congelada, o una bolsa que contuviera sangre y se coló ahí. Es la opción con la que me quedo.
Aunque la pregunta es ¿por qué el Kubrick, tan perfeccionista que era, da por buena esta toma (que, por lo que he leído, se repitió unas cuantas veces)?
Es aquí donde entra el pajilleo total, de que si es una imagen subliminal, de qué nos habrá querido decir el Kubrick, etc.
En fin.
Lo que yo quería decir era: Felicidades.


viernes, mayo 21, 2010

con toda la mierda

Aunque John Cale se equivoque de acordes (0:55) y esté un poco atontolinado en general (Lou Reed tampoco es que estuviese fresco como una rosa), con toda la mierda que debían de llevar corriendo por las venas, sin duda son capaces de hacer la mejor versión de esta canción.

martes, mayo 18, 2010

creo que ha madurado

Se me olvidó decirte que el miércoles pasado estrenaron un nuevo programa en el 33 titulado Bestiari Il·lustrat y presentado por la Bibiana Ballbé. (Miércoles, 23:00, C33)

Está bien hecho, la verdad.
Todas la influencias son de Silenci?, el anterior programa de la Ballbé, pero, para mi gusto, mejorado.

Se basa en una entrevista a un personaje de actualidad dentro del mundo cultural català (no sé si más adelante ampliará miras) y va enlazando con otros personajes/grupos/lugares/etc. que aparecen en la conversación (ya sea fortuita -casi nunca- o premeditadamente).

La cuestión es que, vuelvo a repetir, está bien hecho.
Te puede caer mejor o peor la Bibiana (a mí cada día me cae mejor, creo que ha madurado (sic.) y esta madurez le sienta bien a ella y al programa) pero no se puede negar que el formato es entretenido y estéticamente atractivo.

Aquí dejo el de la semana pasada, con Albert Serra, todo un personaje.

lunes, mayo 17, 2010

se padece o se goza

Messiaen fue un músico que padeció sinestesia: f. Biol.: Sensación secundaria o asociada que se produce en una parte del cuerpo a consecuencia de un estímulo aplicado en otra parte de él.
No sé si la sinestesia se padece o se goza, la cuestión es que Messiaen intentó reflejar estas sensaciones en su música.
Una de sus obras más importantes es el Catalogue d'oiseaux. Un trabajo de campo, literalmente, de los de antes.
Y hasta aquí el apunte cultural de hoy.

Qué sosa esta entrada, ya.

sábado, mayo 15, 2010

sin ningún criterio

Hoy he estado cantando toda la mañana, podría haber puesto puta mañana, pero con escribir toda la mañana creo que se sobreentiende lo de puta mañana, la cuestión es que he estado cantando toda la mañana porque hoy era el punto final, por llamarlo de alguna manera, del curso académico y todas las corales universitarias se reunen un día como hoy para demostrar lo que valen y luego cantar un tema juntos, en plan germanor, pues hoy era el día, la mañana, he llegado un poco antes de las nueve porque ensayábamos por última vez en el paraninfo de la universidad de Barcelona, no sé por qué la escribo con mayúsculas, Barcelona es cada día más de minúsculas, pues a las nueve estaba yo allí, he tenido que poner mi mejor cara, claro, que, sin duda, no sé cuál es, pero creo que es una que utilizo muy de vez en cuando y en la que me parece notar, rollo músculos faciales y todo eso, que estoy sonriendo, pues con esa cara me presento allí, va llegando la gente, los jóvenes, los mayores, al fin y al cabo estábamos todos en el mismo saco, qué más daba ser joven o anciano hoy, esta mañana, pues voy subiendo las escalinatas, espero a un grupo, como para sentirme aceptado, como para decir yo formo parte de esto, sí, como, no nos engañemos, para hacerle entender al segurata que yo iba con ellos, y que el segurata pudiera o intentase hacer el sobreesfuerzo de desglosar desde la primera persona del singular hasta la tercera del plural y llegar a la conclusión de que estaba formando parte de un grupo, al menos durante unas horas de esta mañana, pues estoy subiendo las escaleras de esa universidad, todo muy solemne, demasiado para los tiempos que corren, y me viene a la memoria el colegio de B.U.P. (qué pereza escribir una be, un punto, una u, un punto y una pe y un punto, había escrito bup, porque ya se entiende, he supuesto, pero al final lo he cambiado, no me preguntes por qué), y me viene a la memoria mi cole de B.U.P. porque era prácticamente igual, todo demasiado solemne, total vamos a hacer cuatro exámenes, para qué hacen falta estos techos tan altos, este mármol, estos cuadros, no sabría decirte de qué siglo, no sabría decirte en qué siglo estaba mientras caminaba por esos pasillos, y el claustro, y el paraninfo, y las butacas y los bancos, hay inscripciones grabadas, fíjate, y qué más da toda esta solemnidad si vamos a cantar aguantándonos la risa, si voy a cantar pensando en que se me escapa el tren, sin que sea éste ninguna metáfora, y qué más da el paraninfo o los lavabos, pues subiendo las escaleras y caminando por los pasillos en grupo, intentando socializarme, llego al paraninfo, al lugar de los hechos, todo tan solemne que piensas "a ver si voy a tragar saliva y van a pensar: pero, ¿cómo se le ocurre hacer una cosa así en este sitio?", y quién lo pensaría, no lo sé, cosas que se me ocurren mientras estoy sentado en un banco escuchando, o haciendo ver, a una de las corales que también actuarán en este paraninfo solemne, y en general todo va bien hasta que aparece el cardenal, un cardenal, no sé de dónde coño aparece, o estaba allí, o ha estado allí toda la vida, el cardenal de Barcelona, creo, en todo lugar solemne tiene que aparecer un cardenal, sentarse en su trono y presidir la ceremonia o, al menos, parte de ella, la que a él le vaya bien, total, es un cardenal, qué le vas a decir, qué se le dice a un cardenal, ¡Cállese de una puta vez!, eso es lo que se le puede decir, o gritar si se prefiere, a un cardenal, pues allí estábamos todos, habíamos dado el último repaso a las piezas, habíamos hecho ver que escuchábamos a los demás y a nosotros mismos, todo iba más o menos bien y aparece el cardenal, en su trono, siempre tienen que sentarse en un trono, para que les quepan los cojones, el trono tiene que ser de grandes dimensiones, no por nada, sólo para que les quepan los cojones, es un detalle que siempre tienen con los cardenales, si algún día organizas un evento y te aparece un cardenal, ofrécele un trono y, en caso de no tener ninguno disponible, directamente el sofá, para que repose sus cojones tranquilamente, unos cojones que los tendrías que coger cada uno con una mano, así de grandes, para que te hagas una idea, La Moreneta no sostiene en su mano derecha una esfera que simboliza el universo, no, sostiene un cojón de un cardenal, así de grandes son, y entonces empieza a hablar, la típica charla de cardenal, demodé, qué quieres que te diga un cardenal, qué consejos espero de un cardenal, la luz de Jesús ilumina tu vida, esto lo he podido escuchar esta mañana, y he pensado, no, a mí al menos, no, a mí me ilumina la vida otras cosas, otras personas, pero Jesús, precisamente, no, me la ilumina Sheila, mis padres, mi hermana, mis abuelas, y el ver Aceptada cuando pago con tarjeta, pero no Jesús, al que no tengo el gusto de conocer, y el cardenal sigue su cháchara anticuada aunque quiera introducir palabras como facebook por ahí en medio, sin ton ni son, y todos allí nos estábamos aburriendo, o eso me ha parecido a mí, y me he imaginado a alguien del público poniéndose en pie y disparándole a ese cardenal, con una escopeta, pistola, arco, da igual, la cuestión es que lo hiciese callar, y entonces yo me levantaría, no debido al impacto de ver aquella escena sino para correr y abrazar a aquella persona, como si abrazase a un hermano reencontrado después de muchos años, y llorar juntos, cada uno con sus motivos, yo de alegría y él, quizá, de arrepentimiento, y conectando y desconectando el discurso del cardenal, sus cojones bien colocados sobre el terciopelo del trono, me fijo en unas estatuas, unos bustos, bustos, que, por supuesto son de clérigos de algún tipo, unos bustos blancos y brillantes, todas las personas que no han hecho nada por la humanidad tendrán unos bustos blancos y brillantes, ahí estaban, presidiendo la mesa desde donde hablaba el cardenal, y no me había dado cuenta hasta ahora, mira tú por dónde, y luego, inmediatamente después, elevo la vista, subo la mirada, miro hacia arriba, o como quieras decirle a este simple acto, y compruebo una especie de mural con infinidad de nombres, en letras no muy grandes, Leonardo, Newton, Mozart, Platón, Aristóteles, en fin, por decir cuatro o cinco, así unos cincuenta nombres, la Champions de la cultura y el progreso allí hacinados sin ningún criterio, aunque ya la palabra hacinar signifique eso, pues allí arriba los que al menos hicieron algo y aquí abajo, en bustos y en un trono, los que no han hecho ni harán nada, y así fueron pasando los minutos y las horas, hasta la una y media, he salido al exterior, desprendiéndome de tanta solemnidad como un buzo de su traje, he caminado hacia la estación, hoy ha hecho más o menos buen día, aunque hay nubes altas que se mueven rápido y no sé hacia dónde se dirigen ni cuándo acabarán.
Ni siquiera sé si una nube puede llegar a acabar.

martes, mayo 04, 2010

un mueble de Ikea

Si te tengo que recomendar un libro, y eso lo hago muy de vez en cuando, porque yo eso de leer como que me da pereza, ensartar una letra con otra y comprender la palabra, y luego la frase y luego el todo, comprender la palabra y el todo a mí me da pereza, por eso empiezo un libro cada diez segundos y cada diez segundos lo dejo y empiezo otro, y así compruebo que el todo que estoy comprendiendo se acerca más a la nada que al todo propiamente dicho, la cuestión es que hace unos días me empecé a leer un libro y todavía no lo he dejado, llevo más de diez segundos con él, incluso más de diez días, distribuyéndome las página para que este festival no se acabe nunca o, a poder ser, se alargue lo más que pueda, y este libro lo recomendaba el crítico de cine Sergi Sánchez en un suplemento especial kitsch de Sant Jordi que tuve en mis manos no más de diez segundos, pero en ese tiempo pude leer la recomendación del Sánchez, que hace años anda recomendándome, sin él saberlo, libros y pelis, desde que un día me recomendó, sin él saberlo, Sesión de cine, de Robert Coover, y yo fui a comprármerlo, sin él saberlo, y me lo leí, ni mucho menos él sabía que me lo estaba leyendo, ni mucho menos, y cómo me gustó Coover, y qué descubrimiento gracias al Sánchez, luego Quim Monzó me dijo que Azotando a la doncella era uno de sus libros preferidos, junto con El hurgón mágico, del que escribe el prólogo en la edición Anagrama, la cuestión es que, mirando durante diez segundos el suplemento kitsch de Sant Jordi, (no sé por qué pongo en cursiva kitsch) pasando rápidamente las páginas como quien busca el nombre de un familiar en la sección de sucesos, descubro al Sánchez recomendando un libro del que nunca había oído hablar, un libro de 1991, traducido ahora, editado por Libros del Asteroide, titulado Jernigan y escrito por David Gates (1947), así que al día siguiente me lo compré, tacto y peso agradables, color naranja y, aunque no tiene la más mínima importancia, prólogo del pesado de Rodrigo Fresán, que a este paso llegará a escribir el prólogo de las instrucciones de montaje de un mueble de Ikea.

En fin.
Si no me quieres hacer caso a mí, házselo a Sergi Sánchez, pero este libro es lo mejor que he leído en años.

sábado, mayo 01, 2010

campanas de bronce

El otro día fui a Barcelona para finiquitar el tema de las camisetas.
He encontrado el sitio donde las hacen como había imaginado.
Tampoco he buscado mucho ni he comparado precios.
Es la suerte de los que tenemos tanto dinero, que no comparamos.
Para qué.
La cuestión es que, aun con la cantidad de dinero que tengo disponible para gastar en este pasatiempo onanista, como te dije, quiero hacer camisetas personalizadas en lo que a talla y color se refiere (nada del nombre y número detrás, à lo garrulo).
Por eso, ahora que la imprenta está caliente y el chico que se encarga de todo ha dado el visto bueno, necesito, más que nunca: tallas, colores y dirección de envío o lugar de recogida.
Así, y siento ser tan pesado pero la vida es así, no la he inventado yo, si quieres una camiseta y no me lo dijiste en su momento, todavía estás a tiempo enviándome un correo a

dcruzserrano@gmail.com

con los siguientes datos:
talla,
color (aproximado, quiero decir que si te encanta el magenta con reflejos grises, no sé yo) y
lugar de envío o, si lo prefieres, encuentro face to face con el autor de este blog que te regocija, del que siempre esperas más pero siempre te da menos.
Un dato importante para las chicas (los chicos en este sentido, y en muchos más, no tenemos problemas: si estás gordo, una XL; si estás delgado pero puede que engordes, una L; si estás delgado y lo único que haces es adelgazar por mucho que comas (cabrón), una M): las tallas de American Apparel son una mica especials, un poco cabronas.
Qué quieres decir, Diego, explícate porque me tengo que ir al cine y no quiero perder más tiempo con esta entrada que ya dura demasiado.
Quiero decir que quizá una S no es una S, quizá una S es más pequeña que una S as we know it, que quizá tú tienes un cuerpo S pero tendrás que rendirte ante American Apparel y decir: está bien, para ti soy M. You know what I mean.
Y lo mismo con el resto de tallas. Tienden a ser más pequeñas que la talla que marcan.
No sé, lo digo porque (y siento la grosería que viene ahora, mama), cuando veas el diseño de la camiseta voy a oír el sonido de tus cojones caer al suelo aunque estés a quinientos km de distancia. Dos campanas de bronce de mil kilos cayendo desde el campanario a la plaza del pueblo en plena madrugada.
Lo digo por eso.
Y a ti, mujer, te digo lo mismo.

Me voy a comer.