sábado, octubre 23, 2010

escupiendo confeti

Sin duda, me he quedado mucho más tranquilo sabiendo que en la F*** se lo siguen pasando igual de bien que cuando estuve trabajando.
Como París, cada mañana era una fiesta.
Tú que estuviste allí conmigo lo puedes corroborar.
Cada día llegaba con las bambas llenas de confeti, el pelo, la barba, aún encuentro, años han pasado y aún encuentro confeti en algunas prendas, en los bolsillos, confeti y globos desinflados que guardé, recuerdos de una época pasada, una época gloriosa. Y no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos, si yo cada día volvía a casa con las bambas llenas de confeti, el pelo, la barba, sobre mis hombros, caspa de dibujos animados, escupiendo confeti, en el tren de vuelta a casa, con lágrimas en los ojos esperando a que llegara el día siguiente, como un enamorado, esperando verla de nuevo, eso era yo, un enamorado.
Y mírame ahora. En casa, echando barriga, pudiendo estar escupiendo confeti día tras día.
Eso sí, mirando el vídeo, me ha extrañado que dejaran salir a las cajeras de sus cubículos vitales para que pudieran participar de la fiesta. Es más, qué raro saber de la existencia de piernas en cajeras.

No puedo hablar objetivamente de este vídeo.
Me sube el confeti a la boca.

miércoles, octubre 20, 2010

la orilla

Este vídeo es, como diría aquel, más antiguo que la orilla del río.
Aunque poco importa si se trata de uno de los vídeos más demented forever de la historia.
Hacía tiempo que no escuchaba esta canción.
Otro instant classic en su momento.
Play it fuckin' loud!

sábado, octubre 16, 2010

recorro en bambas el universo

Al cumplir diez

Sólo de pensarlo me pongo enfermo,
y es peor que el peor dolor de estómago
o que las jaquecas
que se me levantan por leer con poca luz:
una suerte de sarampión del espíritu,
de paperas de la psique,
de desfiguradora varicela del alma.

Me dices que es demasiado pronto para mirar al pasado,
pero eso es porque te has olvidado
de la perfecta sencillez que supone ser uno
y de la hermosa complejidad introducida por dos.
Puedo tumbarme en la cama y recordar todos los números.
A los cuatro era un mago de Arabia.
Podía volverme invisible
si me bebía un vaso de leche de una determinada manera.
A los siete era un soldado; a los nueve, un príncipe.

Ahora, sin embargo, paso el tiempo junto a la ventana,
contemplando la luz del atardecer.
Entonces nunca daba tan solemnemente
en los costados de la casita del árbol,
y mi bicicleta nunca se apoyaba en el garaje
como lo hace hoy,
desposeída de su velocidad azul.

Aquí nace la tristeza, me digo,
mientras recorro en bambas el universo.
Es hora de decir adiós a mis amigos imaginarios,
de cumplir mi primer gran número.

Parece que fue ayer cuando creía
que debajo de mi piel sólo había luz,
que, si me cortabas, fulgía.
Pero ahora, cuando me caigo en las aceras de la vida,
me pelo las rodillas. Y sangro.

Billy Collins
Navegando a solas por la habitación (2007)

almacenes

Es hora de seguir vaciando almacenes.

martes, octubre 12, 2010

ratas descubiertas

Me paseo por librerías, las manos atrás para que no me acusen de ladrón, a base de experiencias nos moldean, los demás, nos convertimos en lo que el resto quiere, me paseo por librerías con las manos atrás, nunca en los bolsillos, símbolo inequívoco de hurto, la mano en el bolsillo, y durante ese paseo no dejo de ver libros del nuevo, flamante, Premio Nobel, así que libros por todas partes del nuevo y flamante Premio Nobel escalan las paredes y saturan las mesas de las librerías, y no toco ninguno pero no me hace falta, no toco ninguno de esos libros pero los puedo ver y, sobre todo, oler, puedo oler toda esa carne de almacén, del árabe Al Majzan ("el depósito"), y ya ese olor a libro cadavérico, encerrado durante años, amontonado en pilas que sólo significaron cifras justo hace una semana, estantería o1-114, ya ese olor, digo, vicia el aire de las librerías convirtiéndolas en nuevos depósitos de cadáveres, en nuevos almacenes, y simplemente lo que hace una semana copaba estanterías en alguna nave de algún polígono industrial, ahora se desparrama por las mesas y escala frenéticamente, ratas descubiertas tras encender la luz, las paredes de todas las librerías, impregnándolo todo de ese olor nefasto a cadáver olvidado en un almacén, y entonces y no antes, con ese olor ya para siempre en mis fosas nasales, las manos todavía cogidas detrás de la espalda, envuelto por donde quiera que mirase por ese nuevo y flamante Premio Nobel, es entonces, dije, y no antes, cuando pienso que un premio sólo sirve para vaciar almacenes, y también entonces me imagino a las editoriales enviando listas del stock de sus almacenes, me imagino a un encargado del almacén de una editorial enviando una carta, nunca un e-mail, una carta a los señores suecos donde les especifica el stock, sentados en su trono, alfombra de piel de oso, el crepitar de un fuego, candelabros de oro, y entonces el mensajero irrumpe en la sala y, tras la reverencia, extiende su mano y ahí la carta escrita por el encargado del almacén de una editorial de un lejano y pobre país, y así haría con todas las editoriales, interrumpiendo siempre con elegancia el encuentro de los señores suecos, que ahora ya tienen sobre la mesa los datos, bien, ya tenemos los datos, dice uno, y estos datos, cifras, derivarán en el nuevo y flamante Premio Nobel, y el encargado del almacén premiado, un ser casi siempre olvidado y denostado durante el año, se convierte ese día, se convirtió el otro día, en el nuevo héroe de la literatura española y latinoamericana.

deshagamos el camino


Nuestros cristales rotos

Estuvimos lanzándole piedras a lo que creímos cristales,
durante años pensando
que todo aquello habían sido cristales rotos,
para nosotros ya no quedaba ninguno por romper en la ciudad,

entonces nos sentamos en el bordillo para descansar,

un gato de debajo de un coche salta un muro,
y en ese muro nuestras señales,
marcas de piedras en un muro de cemento,

caminemos,
deshagamos el camino, dijiste,
para reconstruir nuestra barbarie,
certificar nuestros actos,
descubrir los añicos,

pero allí donde pensábamos encontrar cristales rotos,
nuestros cristales rotos,
sólo encontramos
muros de cemento.

Phoebe L. Dewey
La mujer sostiene un vaso en la oscuridad de la noche (1997)

it was good what we did yesterday


sábado, octubre 09, 2010

no lo dejes


Aunque tienes hasta final de año, no lo dejes para el último día y vota ya en la nueva encuesta.

miércoles, octubre 06, 2010

me desperezo un momento

foto de Mark Hanauer

El viejo anarquista

mi vecino me deja la llave de su casa
cuando se va de vacaciones.

doy de comer a sus gatos
riego las flores y el
césped.

le dejo el correo en un pulcro montoncito
en la mesa del comedor.

¿soy el mismo que planeó
hacer saltar por los aires la ciudad de Los Ángeles
hace 15 años?

cierro la puerta de su casa.
me paseo por el sendero de entrada
hago un alto
me desperezo un momento
al sol mientras pienso,
todavía hay tiempo,
todavía hay tiempo para
volver por mis fueros.
nunca he estado a mis anchas entre
estos otros.

voy acera adelante
hacia mi casa

con cuidado
de no pisar
las grietas.

Charles Bukowski
Escrutaba la locura en busca de la palabra, el verso, la ruta.

lunes, octubre 04, 2010

los rayos del sol

Me asignaron la habitación nueve.
Fue puro azar. O no.
Pudo haberme tocado la quince, situada al otro lado del edificio, con vistas a las montañas.
Pero la señora de recepción, después de examinarme unos segundos, se volvió y descolgó de un tablón la llave de la habitación nueve.
Me pregunto qué pudo ver en mí para suponer que preferiría aquella y no la otra, la quince, por ejemplo, desocupada también y con vistas a las montañas.

Esto es lo que veía cada mañana, justo después de despertarme.
Una pared, una puerta y una escalera.

Me vino a la mente un cuadro de Hooper, aunque allí nunca llegasen los rayos del sol.

Una mañana, el último día antes de abandonar el hotel, estuve unos minutos mirando la escena con detenimiento.
Observando el pomo de la puerta, concentrándome en él, creí ver cómo giraba lentamente.
Aunque supongo que sólo fueron imaginaciones mías.
Como se me hacía tarde, decidí fotografiar mi vista durante aquellos días, con la esperanza de que, algún día, mientras mirase aquella fotografía, la puerta se abriera, al fin.

Por supuesto sé que es una auténtica idiotez, pero no mentiré si digo que, cada noche, antes de irme a dormir, miro esta fotografía en busca de alguna señal.

Me pregunto qué pudo ver en mí aquella señora para suponer que yo preferiría aquella habitación y no otra, la quince, por ejemplo, desocupada también.

Y con vistas a las montañas.

viernes, octubre 01, 2010

las marimbas, pereza

El otro día (concreción periodística ante todo) murió en extrañas circunstancias la montadora y colaboradora de Tarantino, desde sus inicios con Reservoir Dogs hasta la reciente Malditos Bastardos.
Se llamaba Sally Menke y tenía 57 años.
Todo apunta a un golpe de calor mientras paseaba por un parque en Los Ángeles.
¿Nadie se da cuenta de lo que esta muerte significa?
Significa que el cine de Tarantino tal y como lo conocemos termina en Malditos Bastardos.
Es decir que ya Tarantino no será más Tarantino.
Y esto no creo que sea ninguna exageración.

He pensado en esta noticia mientras veía el nuevo vídeo de El Guincho, Bombay.
Dirigido por Nicolás Méndez, el toque personal, por supuesto, se lo da Marc Gómez del Moral, director de fotografía.
Por toda la blogosfera es sabido que yo prefería a El Guincho cuando tocaba la batería en La Orquesta de la Muerte. Pero, hoy en día, a quién le importa lo que tú prefieras.
Este proyecto suyo me da pereza desde el primer día.
Todo lo tropical me da pereza.
Las marimbas, pereza.
Aunque, todo hay que decirlo, este último tema no está del todo mal.
Y el vídeo ayuda mucho a que no esté del todo mal, porque puedes verlo veinte veces y la canción se te va clavando como una astilla bajo la uña.
(Por momentos me recuerda al Frontier Psychiatrist, de The Avalanches.)