Soy un tipo duro.
Tú que me conoces lo puedes corroborar, puedes decir: es cierto, eres un chico duro.
Y tú que no me conoces tendrás que decir a partir de ahora: es un chico duro.
De todas formas, mi dureza a veces se ve superada por programas como Sorpresa, sorpresa o también cuando a algún concursante de cualquier reality le dan una sorpresa de ámbito familiar, ya sea en forma de carta de la hija pequeña que lo echa de menos, ya sea en forma de documento sonoro del tipo que todos conocemos: "Cariño, que lo estás haciendo muy bien, que todo el pueblo está contigo, sigue así" etc. A mí estas muestras de afecto, a estas alturas de mi vida y sin oxígeno, me pueden. Y me desplomo en el sofá si es allí donde estoy visionando el ejercicio televisivo.
Así, podríamos decir que soy un tipo duro que llora con sorpresas televisivas programadas, con pianos y violines de fondo salidos del botón apretado por un estudiante de comunicación audiovisual en prácticas mientras los demás están en el bar.
Así, entonces, también podríamos decir que a mí un becario me puede hacer llorar con sólo apretar un botón-tón-tón.
Lloro también con facilidad con artimañas publicitarias, como por ejemplo el último anuncio de Coca-cola, el del viejo y el bebé. Mierda, cuando escucho la música del principio me digo: joder, otra vez.
Y con películas lloro también.
El otro día estaban dando, echaban, Oficial y caballero y me dije: ostia, vete, Diego, porque ahora viene la canción del Joe Cocker y nos conocemos.
Yo a mí me hablo de nosotros. ¿Tú a ti también? Yo es que si no me hablo de nosotros ni me levantaría por las mañanas. Es como si me sintiera culpable por ese otro que está conmigo, por el qué dirá ese otro yo.
Antes me decía: qué pensarán mis padres de todo esto. Ahora pienso: qué pensará yo, qué pensaremos yo.
Por ejemplo, me digo, nos digo: venga, vamos, que sí que lo cogemos (refiriéndome al autobús), o va, si sólo son tres clases y mañana sábado (refiriéndome a las clases de la uni).
Y así voy tirando. No me hacen falta libros de auto ayuda porque en casa sólo como queso yo. Lo único que me hace falta es que nunca me abandone, que nunca nos abandonemos. El día en que ese otro yo se vaya o se muera, que es lo mismo, me quedaré tumbado en la cama, como los tumbados, un tema que me apasiona, no te lo había dicho, los tumbados, aquí está lo poco que encontré de los tumbados, gracias a mi ex profe de Cuento Teresa Martín Taffarel, una auténtica joya como persona y un Google literario con sentimientos, ojos, manos, brazos y todos los demás complementos que solemos traer los humanos. Qué suerte tuve. Qué suerte encontrar a algunos profesores. La cuestión es que cuando ese otro yo se me vaya del huequito de la cama que siempre me ocupa, quedaréme tumbado, como esperándome a Godot.
Todo esto venía porque me dije: ostia, vete, Diego, que ahora viene la canción de Joe Cocker y nos conocemos. Y me fui. A llorar al lavabo. Imaginándome la canción y el abrazo y el beso.
Me doy cuenta, con esto, que me emociono más con imágenes audiovisuales que con la vida real. De hecho, en la vida real, en mi día a día, hace tiempo que no lloro, ni de alegría ni de pena. Creo que la muerte de mi abuelo fue como un punto y final en esto de la emoción mía. Y de eso hace un año y medio, más o menos.
Tendré que grabarme la vida y luego visionarla para ver si así me emociona.
Lo único que quería decirte hoy es que, al día siguiente de Oficial y caballero, pusieron, echaron, Casi famosos, y la pillé, zappeando, justo en el momento en que empezaba a sonar Tiny dancer de Elton John.
Aquí ya te puedes imaginar lo que pasa: que lloro. Veinte veces la veo, veinte veces lloro.
Para mí, y siempre que la vea lo pensaré, uno de los mejores efectos conseguidos es la fusión (no sé si es la palabra adecuada), la inclusión de la canción dentro de la peli, dentro de esa escena. Mirándola podrías pensar que están en silencio, abatidos, pero no es hasta que el batería repica en sus piernas y uno de ellos empieza a cantar cuando eres consciente de que ellos también la están escuchando. El poder que esa canción ejerce en el grupo está perfectamente reflejado aquí, hollywoodiensemente reflejado, sí, pero, qué coño, a veces también me canso de reflejos en el agua, de miradas de una desconocida en una ciudad europea, de sombras en una habitación, del simbolismo de Dreyer y de silencios ante un paisaje nevado.
A veces sólo necesito una canción a tiempo.
Eso y que alguien nos diga que ya estamos en casa.
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