lunes, noviembre 22, 2010

desfachatez

El sábado acompañé de nuevo a mi padre a la tienda Apple de La Maquinista porque el pasado se compró un accesorio que no era compatible con su ordenador y fue por ese motivo por el que fuimos a devolverlo o a cambiarlo por otra cosa.
Esa puede que sea la tragedia contemporánea.
Si en la antigüedad aparecían palabras como incesto, hoy en día tenemos que hablar de actualización del sistema.
La tragedia griega actual sigue partiendo de un viaje iniciático, pero hoy el vellocino de oro se ha transformado en un cable compatible.
Sólo pedimos eso: un cable compatible.
Y ese cable nos alivia, pensar en su compatibilidad nos hace ligeros, nos decimos: tener un cable compatible me hace compatible.

La cuestión es que acompañé de nuevo a mi padre y a mi madre a ese lugar a las afueras de Barcelona. (¿Cómo es posible que hayan tenido la desfachatez de poner una tienda Apple en esa zona, con todo ese tipo de gente merodeando por ahí y, sobre todo, que la gente del centro se tenga que desplazar hasta allí?)

Estuvimos menos de media hora en ese local donde sólo sonaban los Beatles de la última época y luego nos fuimos al centro, a la zona noble de la ciudad, donde se casaba una amiga de mi hermana, y vimos a los invitados esperando en la puerta y luego a mi hermana y luego a la novia y al novio, que es a lo que habíamos venido, mi hermana se nos acercó y la saludamos y luego volvió a perderse entre la multitud de invitados, entonces dimos media vuelta, los tres, y fuimos a comer.
Yo pedí unos canelones porque hacía tiempo que no los comía.
Estuvo bien el sitio y la comida y el servicio.

Luego mi madre se fue a enseñar a coser y mi padre y yo nos quedamos en Laie Pau Claris, donde mi padre se compró un libro y yo dos: Sukkwan Island y el nuevo de Mark Strand.

Paseando de vuelta al coche me descubrí diciéndole a mi padre: Cuando se vaya el sol, hará frío.
Ha llegado el día en que pronuncio frases que siempre asocié a la gente mayor.
No quise darle mucha importancia a lo que significaba este momento.
Miré al muñequito verde parpadear, aceleré el paso y mi padre me imitó.

domingo, noviembre 21, 2010

I go to rio de la noche

Cuánto daño, el croma.
Pero qué temazo, a la mierda el croma.
Y se supone, uno supone, que en su momento fue algo innovador, una aurora boreal de la técnica visual, el croma
Y míralo ahora, el croma.
Qué será de nosotros si el mismísimo croma, una aurora boreal en su momento, ha terminado así tal y como lo conocemos hoy en día. Qué será de nosotros. Pregunto.

Por su parte, Peter Allen, si no supiera quién fue, casado con Liza Minnelli estuvo y todo, pensaría que es un concursante de The X Factor.

Locura final con una antesala de lo que sería el croma años más tarde.


domingo, noviembre 14, 2010

calamidades


Las marchas, los desfiles y la gente que aplaude en los teatros o en los conciertos me son insoportables. Las calamidades siempre las provocan las masas enfervorizadas que aplauden. Todos los horrores provienen de los aplausos.

T. Bernhard

miércoles, noviembre 10, 2010

sangre falsa

Nos dejaron las puertas abiertas
para que pudiéramos elegir.
Pero nunca antes habíamos escuchado
ese verbo.

Ni tan siquiera sabíamos que se trataba
de un verbo.

Así que nos quedamos quietos
ante todas esas puertas
abiertas,
porque era eso lo que siempre,
hasta ahora,
habían esperado de nosotros.

Luego
nos fuimos haciendo mayores
y nos quisimos comer el mundo.

Eran tantas nuestras ganas
que perdimos el tiempo
comparando quién de nosotros
podía abrir más la boca.

Y ese tiempo que perdimos
mirándonos al espejo,
entre nosotros,
imaginando todo lo que íbamos a hacer,
fue el que utilizó
la vida
para ir condimentándonos.

Poco más tarde nos dimos cuenta
de que todo aquello que nos queríamos comer
nos estaba devorando
a nosotros.
Y parecía tomárselo con calma.

Ahora
somos un grupo de gente
que camina de aquí para allá,

un grupo de zombies secundarios
a los que

nunca

nadie

dispara.

Zombies con la boca abierta,
porque así nos quedamos.

Y empieza y acaba la película
con nosotros ahí,
en un callejón,
arrastrando los pies,
mirando al cielo
cuando pasa
un helicóptero.

Nadie nos dispara
porque no hay presupuesto
para tantas balas.

Las balas hay que ganárselas,
oímos decir a alguien.

Y no sabemos
qué es lo que hay que hacer,
a estas alturas de la película,
para ganarse
un par de disparos.
Certeros.

Pero ya no tenemos ganas de seguir preguntando.
Ni siquiera nos molesta
seguir con la boca abierta.
Ya no tenemos todas aquellas puertas
abiertas
ante nosotros.
Y el verbo elegir ya no aparece en nuestros diccionarios.
Ahora aparecen otros
que
ni siquiera
sabemos
lo que significan.
Toda la sal y pimienta que nos echó la vida,
se ha ido convirtiendo en una extraña capa
viscosa
que hace que resbalen
los pocos abrazos que nos dan.
Y por un momento
queremos preguntar
qué es lo que nos pasa.
Pero ya no tenemos ganas
dije
ni de seguir preguntando.

Por no tener no tenemos
ni bolsas
de sangre falsa
en los bolsillos de nuestras camisas.