Ayer vimos
El cisne negro.
Qué quieres que te diga.
Yo ya no estoy para tonterías.
El doppelgänger y todo eso.
Qué te explico.
Ya está, suficiente.
Yo ya he estado aquí.
Como el ensayo del Balló y el Pérez.
Está la Portman que está correcta y le darán el Oscar, qué otra cosa les queda.
Pero poco más.
Aronofsky es para veinteañeros.
Igual que Londres, el Razz o Herman Hesse.
Yo ya estoy en la etapa vienesa, que es una etapa reposada, con gusto, que con nostalgia mira de vez en cuando hacia el pasado. El veinteañero pocas veces mira hacia el pasado. Y además cree que Londres sería una buena ciudad para vivir.
Yo ya soy vienés, de salones encerados y platos servidos a la mesa. Nada de fish'n'chips en un banco del parque. Yo ya soy de campanilla en la mesa para avisar al servicio.
Por eso el Aronofsky ya no es propio de mí. Y si disfruté con Pi o Requiem por un sueño, tendría que revisarlas hoy para comprobar qué queda de todo aquello dentro de mí.
Luego hay espejos por aquí, siempre espejos, son algo los espejos, ya lo sabes, no están ahí para hacer bonito, son símbolos, quiero decir, lo entendemos todos, pregunto, espejos por allá, toda la puta peli llena de espejos. Es lo que se me queda. Intentar ver el fallo, intentar ver al cámara reflejado en el espejo y acabar desvinculándote de la trama, como cuando aparece una mosca en el plató de un telenoticias y ya nos es imposible escuchar una palabra, porque todo nuestro yo está en el insecto, en saber de su vida y sus movimientos, en sus propósitos.
Y la cámara detrás de la Portman mientras camina, casi snorricam, te acuerdas que hablé de eso, del snorricam, como si fuera un experto, hablé como si fuera un experto y no tenía ni tengo ni puta idea. Pues la cámara persigue a la Portman por aquí y por allá. Ella se gira o no, dependiendo de las exigencias del guión.
Está guapa toda la película, cosa que llega a incomodar incluso.
De tan guapa, incomodas, Natalie. Nadie se atreve a decirle eso.
Aún no estaba embarazada cuando grabó la peli. Fue después. El preparador físico. Muchas horas juntos haciendo plié, pirouette y fouetté, sobre todo fouetté. Le acaban saliendo bien los fouetté a la Natalie.
No pasará a la historia esta peli.
Sí el Espartaco de Kubrick. No sé por qué desde hace unos días tengo ganas de volver a ver esta película. Y por eso la nombro ahora. Esa y Senderos de gloria. Quiero verlas un día de éstos.
En fin, lo dicho, para veinteañeros, sí.