domingo, mayo 15, 2011

todo bien cerrado

Vuelve (y ya van) el gran Woody Allen y (según dicen) las ganas de comprarse un billete a París.



Pero ahí siguen Justice y las ganas de quedarse en casa (tapadito en el sofá, todo bien cerrado).

Misma ciudad, diferentes puntos de vista.

domingo, mayo 08, 2011

el nuevo documental

Un buen artículo de Muñoz Molina ayer sábado en El País anunciando el nuevo documental de Herzog.
Ganazas.

tres minutos

Éste que viene ahora es el mejor vídeo de internet.
Al menos así reza su descripción en youtube.

Lo que a primera vista no es más que una reunión de hombres bailando al ritmo de una canción, lo que a primera vista no es más que una tontería de vídeo, a mí me ha sugerido algunas preguntas y otras imágenes, todo lo que me va viniendo a la mente mientras lo visiono una y otra vez.

Primero míralo, luego hablamos.


El lugar.
El escenario, una de las grandes bazas del vídeo (la gran baza del vídeo), nos lleva a cualquier paraje recóndito del centro/este de Europa.
El hecho de localizar geográficamente algo tan perdido es gracias al idioma que hablan los protagonistas en contadas ocasiones. También sus rasgos físicos y su ropa nos pueden hacer pensar en algún país de la antigua Unión Soviética.
Si no fuera por estos detalles, el escenario bien podría ser un campo de Aragón, Jaén o Castilla.
¿Por qué no Estados Unidos? Aunque a primera vista no podríamos decir por qué, nada nos impide afirmar que el campo donde bailan estos hombres pueda estar allí.
De hecho, el primer lugar donde me llevó la escena fue a la película The Blair Witch Project y a ese bosque interminable y en blanco y negro.
Hay una esencia de blanco y negro en el vídeo.

El tiempo.
Es difícil determinar la cronología de las imágenes.
Las dos únicas pistas que tenemos son la ropa de los protagonistas y la música.
El tema, Papi Chulo, un ritmo reggaeton popularizado en España por la cantante Lorna en el verano del 2003, acota nuestra posible búsqueda en los últimos ocho años.
Quizá la cámara que filma, posiblemente la de un móvil, sea el último detalle para tratar de concentrar la escena en un tiempo determinado (finales de la pasada década, principios de ésta).

Los personajes.
Varían entre cinco y seis, que se van turnando para aparecer en escena, aunque hay al menos tres de ellos que permanecen durante los tres minutos de canción.
Sin duda alguna el protagonista principal es el de menor estatura. Actúa como líder y abre una compuerta de desinhibición por la que los demás pasan sin temor alguno.
Exactamente la compuerta la abre en el 0:10 (casi coincidiendo con la entrada del bajo en la canción), para unos segundos más tarde (0:23) señalar, a modo de voltereta por el suelo, el pistoletazo de salida a toda una alegría que parecía contenida desde hacía años.

Y es que este vídeo no deja de ser mucho más que eso: alegría.
La evasión del mundo real durante tres minutos de un grupo de hombres que ríen y bailan.
No sabemos los motivos por los que estos hombres se detuvieron en ese paraje, ni siquiera que lo que hacen estuviera en sus planes. Y aunque hay un ambiente festivo, también podríamos relacionar sus gestos y danzas con algún especie de ritual ancestral.
Me viene a la cabeza un aquelarre, donde el gran cabrón sería, en este caso, el tema musical.
Relacionar el tipo de música con el mismísimo Satán, algo que todavía hoy en día se sigue haciendo.
Otra de las cosas que llaman la atención es la descontextualización del evento.
Un ritmo latino bailado en un lugar muy alejado del trópico.
Brasileñas bailando una polka en una playa de Sao Paulo.
Ese sería otro buen vídeo.

Éste no es el mejor vídeo de internet, ni mucho menos. Sobre todo porque ese vídeo no existe.
Éste es un documento que nos demuestra la delgada línea por donde se mueve (baila) la felicidad.
Ahí está, esa línea invisible, ante nosotros, durante tres minutos, mostrándose en todo su esplendor, no en Times Square, no ante la Torre Eiffel, sino en un recóndito lugar que nunca podremos situar en el mapa.
Y ahí están esos hombres, padres, abuelos, tíos, hermanos de alguien, olvidándose de todo, incluso de ellos mismos, aunque sólo sea durante tres minutos.

Porque la felicidad no es más que eso:

algo fuera de contexto

que nos pilla por sorpresa

y que a penas dura

tres minutos.