viernes, enero 31, 2014

labio inferior

Descubrí a Cream en un Sputnik de esos que presentaba el Bruno Sokolowicz. Vaya rompebragas, eh, el Sokolowicz. He tenido que mirar en Google cómo se escribía, no te pienses que somos amigos. La cuestión es que grabé el programa y luego lo fui viendo durante un tiempo. Eric Clapton en esta época se rizó el pelo en homenaje a su ídolo Jimmy Hendrix. Esto es algo que no sé dónde escuché. Como que José María Iñigo se dejó bigote como los Beatles del Sgt. Peppers. O como que cuando te cruzas con alguien caminando por la acera, la persona de mayor edad debe quedar en la parte interior. Es sabiduría popular de las mañanas de TVE.
Del vídeo me gustaba sobre todo la música, claro, pero no voy a negar un cierto pasmo ante las muecas de Clapton mientras punteaba. Esa boca torcida, el labio inferior medio succionado, aspirando toda la magia de aquel final de década.
Pero a lo que vamos: Strange brew es una canción de Disraeli Gears, un álbum de 1967. Si sabemos, como todo el mundo sabe, que Eric Clapton nació en 1945, la resta nos da la friolera de veintidós (22) años.
Yo a esa edad creo que dejé el currículum en Fnac. Y puede que alguna vez cruzara en rojo. Es lo más interesante que hice a los 22. Supongo que también está grabado por las cámaras de seguridad del Triangle. Una grabación de mi paseo deambulando por los pasillos de Fnac buscando el despacho de RR.HH. para hacer una entrevista.
Quizá los de discos tenían puesto el Disraeli Gears aquel día.
Imagínate. Vaya imagen para acabar. Un chaval de 22 años cantando de fondo mientras tú vas a tu primera entrevista de trabajo que consistirá, entre otras cosas, en ordenar los discos de este chaval que canta de fondo.
You've been chosen as an extra in the movie adaptation
            of the sequel to your life

Ahora no sé por qué me ha venido esta canción.

jueves, enero 30, 2014

no la vi en el cine

Pulp Fiction es del 94 y Tarantino nació en el 63. ¡Boom!: 31.
Me acuerdo de ver una y otra vez esta peli en una cinta VHS que no sé de dónde salió ni quién compraría, yo al menos no, o quizá sí, aunque tampoco podría decirte ni dónde ni por qué, vaya, no podría asegurar nada de mi propia vida, tiene gracia la cosa.
La cuestión es que no la vi en el cine, y eso no es algo que me guste recordar.
También me compré el guión, mucho más tarde, esto sí que lo recuerdo, y me sentí estúpidamente estafado al comprobar que el pasaje bíblico no coincidía literalmente.
No he encontrado todavía una Biblia que reproduzca exactamente las palabras de Jules.
Cuánta gente abriría por primera vez una Biblia después de esta peli.
Tarantino, el evangelizador.

domingo, enero 12, 2014

lava desconocida

Nadia Comaneci todavía no había cumplido los quince (15) años cuando hizo (el verbo hacer como comodín del que ya no da más de sí) esto que viene a continuación.
Una especie de conjuro, algo que va más allá de lo conocido, de lo que podemos llegar a entender, sólo hay que quedarse en silencio, qué otra cosa debemos hacer, el 11-S de la gimnasia, algo hipnótico, siempre como si fuera la primera vez o, mejor aún, recordando aquella primera vez, ahora ya conocemos los hechos, los movimientos, el desplome, los saltos, el impacto, el salto final, esa sonrisa triste de satisfacción, los espectadores, el que asiste a algo nuevo, aquí todo es nuevo, y la criatura que brinca y piruetea de aquí para allá apenas podríamos confirmar que es humana, un insecto ancestral, de dónde ha llegado, esa luz que la ilumina nace en su cuerpo, emana de él como el fulgor de una lava desconocida que lo ilumina todo a su paso.

jueves, enero 09, 2014

regalo del cielo

Aquí Freddie Mercury tenía cuarenta (40) años. Da igual que no entre en los cánones de la lista que estoy configurando porque esto que viene a continuación, que seguro que has visto, no lo llegará a hacer nadie más en la historia de la música pop.
Así que, debido a su naturaleza infranqueable, aquí tienes este regalo del cielo.
No sé cuánto costaría la entrada del concierto, pero sólo con estos dos minutos ya puedo decir que fue barata.

lunes, enero 06, 2014

todo bien

David Lynch (1946)
El hombre elefante (1980)
Treinta y cuatro (34) años.
Todo bien.
Seguimos.

domingo, enero 05, 2014

zumbido eterno

Empiezo una nueva serie en este bendito y caduco ya blog, qué haremos con este blog, lo cierro, pregunto, pienso en cerrarlo tantas veces como en irme a dormir, imagínate, al día, veinticuatro horas, al menos una vez a la hora pienso en irme a dormir, veinticuatro veces como mínimo al día también pienso en acabar de una vez por todas con esta lacra que me persigue desde hace ya siete años, a quién pienso engañar, a dónde quiero llegar, cuál es mi objetivo, no lo sé, alguien lo sabe, pregunto, nadie, pues empiezo decía una nueva serie de veinte entradas, qué digo veinte, signo de admiración-quizá sólo tres-signo de admiración, puede que una, sólo esta que hoy presento en sociedad, abro paréntesis, por cierto, yo sigo acentuando sólo cuando creo que ya no se acentúa, cometo, por tanto, ahora, una falta de ortografía, pregunto, cierro paréntesis, en fin, nobody knows, una, veinte, qué más da, aunque siempre prepárate para la decepción, la cuestión es que vivirán bajo la etiqueta tot està per fer i tot és possible, y es que todavía no te he explicado de qué va la fanfarria absurda que voy a perpetrar, pues se trata simplemente de hacer una lista de mis artistas favoritos de todos los tiempos, en todos los ámbitos artísticos, esto no hacía falta ponerlo, artistas favoritos, ya me entiendes, músicos, pintores, directores de cine, actores, actrices, puntos suspensivos, hacer una lista de estos artistas y de una de sus obras preferidas, peli, canción, cuadro, y descubrirle al mundo, a ti, a mí, qué edad tenían cuando la crearon, ajá, ahí estamos llegando a algo bueno, eh, la edad que tenía tu cantante favorito cuando cantaba tu canción favorita, sí, es deprimente, sobre todo si sobrepasas los treinta, treinta y cinco en mi caso particular mío de mí, cuando pasas la barrera de los treinta, eh, vaya mierda, aunque se diga que no, es una puta mierda, porque todo el colchón que significaban los veinte para hacer algo, algo nuevo, importante, se ha ido caracoleando por el desagüe de la bañera, tan llena que estaba, cómo es posible, a la mierda, veinte, veintitrés, veinticinco, va, todavía veintiocho, bum, treinta, y ahora los años parecen ir de dos en dos, en el mejor de los casos, y entonces te descubres diciendo, joder, pero ¿el año pasado no tenía treinta y dos?, cómo es que hoy cumplo treinta y cuatro, ¿y mis treinta y tres?, y así cada año, un lamento continuo de fondo, como un zumbido que no sabes de dónde puede proceder, será algún aparato que tienen conectado los vecinos, te preguntas, no, y una mierda, eres tú, es tu PUTO TIEMPO PERDIDO, que suena así, como un zumbido eterno, pero está dentro de tu cabeza, no te preocupes, ahora no culpes a tus vecinos, face your fears, pues eso es lo que quiero hacer ahora, estos días, esa lista de artistas y sus obras, esos latigazos que me quiero infligir porque sí, esos putos clavos que me voy a clavar en la muñeca para sostenerme en la cruz, alguien me tendrá que ayudar con el de la mano derecha, eso sí, treinta y cinco años, ya verás qué sorpresas, una detrás de otra, si ya sólo pensando en el puto club de los veintisiete se te cae el alma a los pies, por ponerte un ejemplo rápido y jugoso, bien, todo esto viene porque escuché que Alice Munro (1931) publicó su primer libro de cuentos a los treinta y siete años, Dance of the happy shades (1968), lo que me provocó una estúpida alegría difícil de explicar a estas horas de la mañana, como si alguien me dijera Mira, todavía puedes ganar el Nobel (risas enlatadas grabadas en cassette) y, a su vez, me dio por pensar de nuevo, algo que he estado haciendo desde los quince años, en la edad de todos los artistas a los que admiro y he admirado cuando crearon aquella canción que te ha acompañado siempre, aquella película que te emociona una y otra vez, aquel libro, aquel cuadro, aquel todo, y ese es el motivo de esta entrada, de estas entradas, veinte, quizá cinco, puede que dos, o sólo esta con la que me decido a empezar, y el verso de Martí i Pol bajo el que se agruparán, ese verso ya tan de todos, tan de la gente, tan pop, ese verso que es un canto a la esperanza, resume aquí todo el sentir contrario, el bajar los brazos, dejar caer los hombros, tú ya con treinta y cinco, qué hay que hacer con treinta y cinco años cuando ves a estos artistas, qué hay que hacer, alguien lo sabe, nadie, pregunto, y afirmo. Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde.
Sin más, empiezo.

Joe Cocker nació en 1944.
Cuando actuó en Woodstock, teniendo en cuenta que el concierto se celebró en 1969, Cocker tenía la friolera de veinticinco (25) años.
Qué hacías tú a los veinticinco.
Qué hacía yo: entre otras cosas, ordenar sus discos en una tienda.
Él bebía y cantaba, y siempre parecía que le iba la vida en ello.
Quizá esta es la mejor versión que se ha hecho nunca de una canción.
Veinticinco años.
Ahí va.