Empiezo una nueva serie en este bendito y caduco ya blog, qué haremos con este blog, lo cierro, pregunto, pienso en cerrarlo tantas veces como en irme a dormir, imagínate, al día, veinticuatro horas, al menos una vez a la hora pienso en irme a dormir, veinticuatro veces como mínimo al día también pienso en acabar de una vez por todas con esta lacra que me persigue desde hace ya siete años, a quién pienso engañar, a dónde quiero llegar, cuál es mi objetivo, no lo sé, alguien lo sabe, pregunto, nadie, pues empiezo decía una nueva serie de veinte entradas, qué digo veinte, signo de admiración-quizá sólo tres-signo de admiración, puede que una, sólo esta que hoy presento en sociedad, abro paréntesis, por cierto, yo sigo acentuando
sólo cuando creo que ya no se acentúa, cometo, por tanto, ahora, una falta de ortografía, pregunto, cierro paréntesis, en fin, nobody knows, una, veinte, qué más da, aunque siempre prepárate para la decepción, la cuestión es que vivirán bajo la etiqueta
tot està per fer i tot és possible, y es que todavía no te he explicado de qué va la fanfarria absurda que voy a perpetrar, pues se trata simplemente de hacer una lista de mis artistas favoritos de todos los tiempos, en todos los ámbitos artísticos, esto no hacía falta ponerlo, artistas favoritos, ya me entiendes, músicos, pintores, directores de cine, actores, actrices, puntos suspensivos, hacer una lista de estos artistas y de una de sus obras preferidas, peli, canción, cuadro, y descubrirle al mundo, a ti, a mí, qué edad tenían cuando la crearon, ajá, ahí estamos llegando a algo bueno, eh, la edad que tenía tu cantante favorito cuando cantaba tu canción favorita, sí, es deprimente, sobre todo si sobrepasas los treinta, treinta y cinco en mi caso particular mío de mí, cuando pasas la barrera de los treinta, eh, vaya mierda, aunque se diga que no, es una puta mierda, porque todo el colchón que significaban los veinte para hacer algo, algo nuevo, importante, se ha ido caracoleando por el desagüe de la bañera, tan llena que estaba, cómo es posible, a la mierda, veinte, veintitrés, veinticinco, va, todavía veintiocho, bum, treinta, y ahora los años parecen ir de dos en dos, en el mejor de los casos, y entonces te descubres diciendo, joder, pero ¿el año pasado no tenía treinta y dos?, cómo es que hoy cumplo treinta y cuatro, ¿y mis treinta y tres?, y así cada año, un lamento continuo de fondo, como un zumbido que no sabes de dónde puede proceder, será algún aparato que tienen conectado los vecinos, te preguntas, no, y una mierda, eres tú, es tu PUTO TIEMPO PERDIDO, que suena así, como un zumbido eterno, pero está dentro de tu cabeza, no te preocupes, ahora no culpes a tus vecinos, face your fears, pues eso es lo que quiero hacer ahora, estos días, esa lista de artistas y sus obras, esos latigazos que me quiero infligir porque sí, esos putos clavos que me voy a clavar en la muñeca para sostenerme en la cruz, alguien me tendrá que ayudar con el de la mano derecha, eso sí, treinta y cinco años, ya verás qué sorpresas, una detrás de otra, si ya sólo pensando en el puto club de los veintisiete se te cae el alma a los pies, por ponerte un ejemplo rápido y jugoso, bien, todo esto viene porque escuché que Alice Munro (1931) publicó su primer libro de cuentos a los treinta y siete años,
Dance of the happy shades (1968), lo que me provocó una estúpida alegría difícil de explicar a estas horas de la mañana, como si alguien me dijera Mira, todavía puedes ganar el Nobel (risas enlatadas grabadas en cassette) y, a su vez, me dio por pensar de nuevo, algo que he estado haciendo desde los quince años, en la edad de todos los artistas a los que admiro y he admirado cuando crearon aquella canción que te ha acompañado siempre, aquella película que te emociona una y otra vez, aquel libro, aquel cuadro, aquel todo, y ese es el motivo de esta entrada, de estas entradas, veinte, quizá cinco, puede que dos, o sólo esta con la que me decido a empezar, y el verso de Martí i Pol bajo el que se agruparán, ese verso ya tan de todos, tan de la gente, tan pop, ese verso que es un canto a la esperanza, resume aquí todo el sentir contrario, el bajar los brazos, dejar caer los hombros, tú ya con treinta y cinco, qué hay que hacer con treinta y cinco años cuando ves a estos artistas, qué hay que hacer, alguien lo sabe, nadie, pregunto, y afirmo.
Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde.
Sin más, empiezo.
Joe Cocker nació en 1944.
Cuando actuó en Woodstock, teniendo en cuenta que el concierto se celebró en 1969, Cocker tenía la friolera de veinticinco (25) años.
Qué hacías tú a los veinticinco.
Qué hacía yo: entre otras cosas, ordenar sus discos en una tienda.
Él bebía y cantaba, y siempre parecía que le iba la vida en ello.
Quizá esta es la mejor versión que se ha hecho nunca de una canción.
Veinticinco años.
Ahí va.