No sé por qué pasa esto.
Hay días que no son días de mierda sino días estúpidos.
Por ahora, hoy es uno de ellos. Y tengo la impresión de que hasta que no acabe este día estúpido, hasta que no sean las doce de la noche, este día estúpido va a seguir siendo él mismo.
Simplemente sé tú mismo, le ha dicho antes de salir de casa su madre, Semana, mientras le hacía el nudo a su corbata estúpida. Le ha peinado de esa forma estúpida, anoche le planchó la camisa estúpida y los pantalones estúpidos, le preparó los zapatos estúpidos y esta mañana, antes de salir, le ha besado la frente estúpida y le ha dado un abrazo estúpido mientras le ha animado con un estúpido A por ellos.
Un día estúpido se lanza sobre ti en cuanto sales por la puerta.
Te ve a kilómetros.
No hay nada que hacer.
Si un día estúpido te cubre con su velo estúpido para un poco más tarde meterse en tus bolsillos, tus orejas, tu nariz, entre tus uñas, para más tarde impregnarte de su estupidez, todo tu cuerpo con esa pegajosa estupidez que trae consigo un día estúpido, si esto te pasa, digo, no hay nada que hacer.
Un día estúpido empieza de muchas maneras.
La más corriente es esta: levantarse antes para nada.
Esa es una de las claves, una de las señales que le hacemos a un día estúpido. Cuando nuestro despertador suena a una hora que no es la habitual sino más pronto, el día estúpido ya está saliendo de su escondite estúpido, esperando a que salgas por la puerta.
El día estúpido tiene como rehenes a infinidad de personas estúpidas a las que abre la jaula sólo para ti. Puedes estar tranquilo, puedes estar tranquila, que si un día estúpido se mete en tu bolsillo, no te faltarán personas estúpidas que amenicen tu día estúpido.
Vuelvo a decir que hoy es uno de esos días, hoy me es uno de esos días.
Me he levantado antes para nada y las personas enviadas, los enviados, están cumpliendo con su cometido. Yo diría que tienen comisión.
No voy a reproducir los diálogos que he tenido esta mañana con algunos de esos seres porque no te los creerías.
Bueno, voy a reproducir uno, para que te hagas una idea:
- Estoy buscando el disco de tal y cual- pídeme el ser.
- Mira, aquí está- mostrándoselo en la estantería.
- Ya, pero yo es que soy de lejos- díceme el ser.
- ¿Qué quieres decir?- pregunta y responde la gota de sudor que empiézame a caer.
- Que vivo en Jaén y si hay algún problema, pues eso- respóndeme con estúpida sinceridad el ser.
- ¿Quieres decir si está rayado o algo así?- vuelven a preguntar a coro las gotas de sudor ya desde el suelo.
- Sí, claro, si está rayado o no se escucha bien, pues eso, que vivo en Jaén- se reafirma con una estúpida reafirmación de estúpido ser.
- [...]- intento pensar en algo más estúpido pero me es imposible y deseo desmayarme en ese preciso momento, golpeándome, a ser posible, la frente sudorosa en el suelo y abriéndome una brecha que espante tanto al estúpido que lo haga salir corriendo. Esa sería la única manera de deshacerme de él. Pero no me desmayo ni me golpeo, así que la conversación la finalizo yo después de un sabio:
- ¿Sabes lo que te quiero decir?- que me suelta el ser estúpido y que llega a mis oídos como un perro de tres cabezas a los pies de mi cama ladrándome a las cinco de la mañana. Estoy a punto de decirle que no, que no sé lo que quiere decir, que su filosofía de vida es tan estúpida que no logro comprenderla. En cambio le respondo, finalizando, queriendo finalizar el puto diálogo de mierda que estábamos manteniendo:
- Sí, sé lo que quieres decir- convirtiéndome con esa frase en un estúpido como él, como si le quisiera decir: Tienes razón, yo también vivo lejos de los sitios donde (no) compro. La verdad es que es una buena forma de ahorrar, ¿verdad, estúpido?
Y me alejo de él sin hacer mucho ruido.
Hoy creo que han llegado autocares de estúpidos al centro comercial.
O eso o se están reproduciendo en contacto con el agua. Porque no me lo explico.
No sé por qué pasa esto.
Días estúpidos que se suceden cada dos por tres, que sobrevuelan tu casa, tu ciudad, tu persona, hasta que te atrapan, y en esos días estúpidos sólo eres un pequeño insecto intentando liberarse de la resina que lo ahoga, que lo cubre entero, que lo deja indefenso, en esa postura estúpida que suelen tomar los insectos justo antes de escapar.
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