Es una tradición y hay que respetarla.
Mi abuelo ya me contaba con gran emoción cómo su abuelo maltrataba a su padre.
Era a mediados del s.XIX, parece que fue ayer, cuando el abuelo de mi abuelo empezó esta tradición que ahora nos honra.
Por lo que me explicó mi abuelo, las palizas que su abuelo le pegaba a su padre "eran todo un arte". Así me lo dijo. Nadie por aquellos lugares había visto nada igual antes. La gente se maravillaba ante tal sucesión de golpes, "de golpes bien dados".
La técnica de la paliza fue perfeccionándose tanto que el abuelo de mi abuelo empezó a escribir un tratado en el que se recogían algunos dibujos, instrucciones de uso de una buena paliza. Una auténtica joya que ahora tengo en mis manos.
El arte del zarandeo es el primer capítulo. Luego le siguen La doble ostia, El inesperado, La somanta, somantina y somantera, El golpe a través y el golpe de revés, La media paliza y Un toque de advertencia.
Los dibujos fueron realizados por el abuelo de mi abuelo, allá por el 1850, y mantienen, todavía hoy, una vigencia y una fuerza inexplicables.
Es emocionante ver todos estos dibujos. Cuánto arte, de padres a hijos, cuánto arte.
Años más tarde, mi abuelo recibiría, por parte de su padre, las palizas más gloriosas de las que se haya podido hablar jamás. Según me contó, verlo en acción era casi una visión divina. Había algo en su forma de dar palizas, me contaba mi abuelo, que te hacía ver las cosas con más claridad. El padre de mi abuelo estudió el tratado de la buena paliza e incluyó algunos gestos y ademanes que él mismo había ido perfeccionando. La cruzada de lado a lado, El golpe seco o Puño rápido en palatal fueron tres de los capítulos añadidos por el padre de mi abuelo.
Éste último, a los pocos años de nacer su hijo (mi padre), ya puso en práctica muchos de los gestos, del arte dibujado en el tratado heredado. Toda una tradición que mi padre recogió quizá a unos tempranos cuatro años de vida, "cuanto antes, mejor", me dijo mi abuelo, y cuánta razón tenía. Así que mi abuelo practicó con mi padre durante toda su vida el arte de una buena paliza. En el pueblo, conocedores de esta tradición familiar, fue condecorado varias veces.
Por mantener con vida una tradición tan noble como es la de la buena paliza y por perfeccionar los gestos, golpes y palizas que sus antepasados le legaron.
Eso es lo que puedo leer en uno de los muchos diplomas que le otorgó el ayuntamiento.
Por su parte, mi padre, sabedor de la importancia de esta tradición, no tardó en propinarme la primera paliza a los tres años. Aunque no lo recuerde debido a un golpe, me explicaron que mi abuelo observó con todo detalle la ceremonia y fue él quien dijo basta, al ver que yo empezaba a tener unas convulsiones.
Después de felicitar a mi padre por la faena realizada, me llevaron al hospital.
Según me contaron, mi padre fue recibido como un héroe.
Ahora es mi turno.
Tengo una cuenta pendiente con mi familia, con la historia y, en definitiva, con la tradición de una buena paliza.
Mi mujer está a punto de dar a luz y yo no puedo hacer otra cosa que frotarme las manos. Tengo tanto arte dentro de mí.
Y tantas ganas de expulsarlo.
3 comentarios:
Bueno...igual me he reído como igual me he sorprendido...
Y es que a estas horas de la mañana, apunto de irme a nadar, resulta un tanto extraño recibir esta dosis de guantazos gratuitos...
Un crack eres!
Ánimo para el niño, y suerte a la policía para que con éxito resuelvan tu búsqueda... ;-)
Un saludo!
diego, ahí estamos siguiendote, en la sombra como siempre.
un abrazo, tengo ganas e verte.
victor partido
brutal.
palabra que viene como anillo al dedo, a guantazo a la sien.
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