me doy cuenta de que no hice una lista con lo mejor del año, los discos, las películas, los libros; me doy cuenta ahora también que no empecé con mayúsculas esta entrada, como dándole menos importancia al asunto.
Quizá las listas son para la gente joven, pienso. Ya no me interesan. Poco me sirven de guía. Poco me las creo.
Mi disco favorito del año, no lo sé, he escuchado pocas cosas que se hayan grabado este último año. Quizá el disco que más he escuchado es A propósito de Garfunkel, de The new Raemon. Pero creo que es del 2008. También escucho mucho El fuego amigo y El mundo según, de Sr. Chinarro. Eso es lo que más escucho casi siempre.
Y también (reviso el iPod, lo más escuchado):
The ecstatic, de Mos Def,
A l'Olympia, de Ovidi Montllor,
Monk alone, de Thelonious Monk,
Glitter and Doom live, de Tom Waits,
En la fusa, de Vinicius de Moraes,
West Side Story,
The Blueprint, de Jay Z,
Rumours, de Fleetwood Mac,
por decir algunos, y así, eso es lo mejor del año para mí, lo que he ido escuchando mientras iba de aquí para allá.
Este año, todas (prácticamente) las revistas musicales se han puesto de acuerdo en situar el disco de Animal Collective en el número uno. Me parece estupendo. Yo no lo soporto más de dos minutos.
De las películas, ni hablo. Creo que este año fui al cine ¿tres veces?
No salgo de casa para ir al cine. Toda la culpa la tiene internet y que estoy en paro. Qué quieres que le haga.
Up, la recuerdo con cariño y en 3D. No sé qué más he ido a ver, la verdad.
Hace años iba al cine prácticamente cada fin de semana, a veces entre semana, solo, a las primeras sesiones de tarde, después del trabajo. Ahora mismo eso es algo impensable.
Aún no he visto Malditos Bastardos, ahora que lo pienso.
Me compro bastantes dvds, sobre todo cosas clásicas o, simplemente, pelis que quiero tener en una caja en una estantería, sacarlas, cogerlas, leer la sinopsis cuando no puedo dormir, de madrugada, volverlas a dejar, ordenarlas alfabéticamente, tocarlas con los dedos, como quiere hacer mi madre con las fotos, organizarlas en álbumes, pasar las páginas, volver hacia atrás, pinzando las hojas con los dedos, eso es lo que quiere mi madre, sacar una foto de un álbum, comprar un marco y colocarla ahí, saber que la foto que ahora está en el marco ha dejado un hueco en una página del álbum, saber que si yo no estoy en la que fuera mi habitación es porque estoy aquí, escribiendo esto, en definitiva, tener el control sobre los recuerdos, sobre la vida.
Eso es lo que quiere mi madre, y todos.
En el fondo, nadie tendría que aceptar que su vida cupiese en una memoria USB.
Pero en eso nos convertiremos: en gigas, en megas y en archivos jotapegés.
No me hables, hoy estoy super pixelado,
o
La otra noche me enrollé con una tía que tenía unas tetas de cuatro gigas, ¡no me cabían en las manos, créetelo, tío!,
o
No sé lo que me pasa, hoy voy muy lento, no me acabo de descargar.
Con los libros ya es otra historia. No sé cuántos me he llegado a comprar este año. Y desde que Sheila trabaja en una librería, ni te cuento. Te pongo unos cuantos que tengo a la vista:
Aquí empieza nuestra historia, de Tobias Wolff.
Cuentos completos, de Amy Hempel (brutalísimo).
Diccionari Pla de Literatura, de Josep Pla (una maravilla).
Postpoesía y Nocilla Lab, de A.F. Mallo.
Aire nuestro, de Manuel Vilas (interesante este hombre).
Monzó. Com triomfar a la vida (quiero ir a la
exposición antes de que se la lleven por ahí. Cuantos más días está una exposición, más probabilidades de no ir).
Vida y muertes de Luis Martín-Santos, de José Lázaro.
Obra poética, José Ángel Valente.
Papeles inesperados, Julio Cortázar (un libro que no ha tenido casi repercusión, para mi gusto).
El fósforo astillado, Juan Andrés García Román.
Pirografía, John Ashberry.
Mi último suspiro, de Luis Buñuel (hazte con él).
Cuando Kafka vino hacia mí..., Hans Gerd Koch (ed.)
Un perro andaluz. Ochenta años después, de Buñuel y Dalí (una delicia, ahora y ochenta años después).
Relatos autobiográficos, de Thomas Bernhard.
El padre muerto, de Donald Barthelme (lo más bizarro que me he leído este año).
Hablando de cosas bizarras y listas, la web
AdFreak ha elegido los anuncios más raros (una palabra que engloba tantas cosas) del año.
El número uno, el más raro (o repugnante, ya aviso, YA aviso) es éste:
No sigo con los libros porque me estoy dando cuenta de que este año, hablando claro, me he vuelto un poco loco.
Ahora toca buscar cajas para la mudanza.
Nos vamos del piso, no te lo había dicho. Nos vamos a una casa, alejándonos de la ciudad, montaña arriba. Este mes será de mudanza. Tampoco tenemos muchas cosas, porque los muebles no son nuestros. Pero los libros son lo que más miedo me da: el peso, la cantidad, el espacio, sobre todo, el espacio. Nunca tendré suficiente espacio.
Tengo ganas de estar en la nueva casa, (a mi madre ya vi que no le gustó demasiado, por el trabajo que lleva una casa rodeada de jardín y tierra; a mi madre, en fin, no la vi entusiasmada con nuestra nueva casa) arreglar el jardín, hacer barbacoas y cine al aire libre.
Durante los meses de verano organizaré sesiones al aire libre. Sheila pone un poco los ojos en blanco cuando se lo digo, pero yo lo quiero hacer.
Cuando esté más definido, ya te iré informando, ya te daré la dirección, por si quieres venir, me avisas antes, para que compre suficientes tumbonas.
Por ahora ya somos dos: Sheila y yo.