Hoy he estado cantando toda la mañana, podría haber puesto puta mañana, pero con escribir toda la mañana creo que se sobreentiende lo de puta mañana, la cuestión es que he estado cantando toda la mañana porque hoy era el punto final, por llamarlo de alguna manera, del curso académico y todas las corales universitarias se reunen un día como hoy para demostrar lo que valen y luego cantar un tema juntos, en plan germanor, pues hoy era el día, la mañana, he llegado un poco antes de las nueve porque ensayábamos por última vez en el paraninfo de la universidad de Barcelona, no sé por qué la escribo con mayúsculas, Barcelona es cada día más de minúsculas, pues a las nueve estaba yo allí, he tenido que poner mi mejor cara, claro, que, sin duda, no sé cuál es, pero creo que es una que utilizo muy de vez en cuando y en la que me parece notar, rollo músculos faciales y todo eso, que estoy sonriendo, pues con esa cara me presento allí, va llegando la gente, los jóvenes, los mayores, al fin y al cabo estábamos todos en el mismo saco, qué más daba ser joven o anciano hoy, esta mañana, pues voy subiendo las escalinatas, espero a un grupo, como para sentirme aceptado, como para decir yo formo parte de esto, sí, como, no nos engañemos, para hacerle entender al segurata que yo iba con ellos, y que el segurata pudiera o intentase hacer el sobreesfuerzo de desglosar desde la primera persona del singular hasta la tercera del plural y llegar a la conclusión de que estaba formando parte de un grupo, al menos durante unas horas de esta mañana, pues estoy subiendo las escaleras de esa universidad, todo muy solemne, demasiado para los tiempos que corren, y me viene a la memoria el colegio de B.U.P. (qué pereza escribir una be, un punto, una u, un punto y una pe y un punto, había escrito bup, porque ya se entiende, he supuesto, pero al final lo he cambiado, no me preguntes por qué), y me viene a la memoria mi cole de B.U.P. porque era prácticamente igual, todo demasiado solemne, total vamos a hacer cuatro exámenes, para qué hacen falta estos techos tan altos, este mármol, estos cuadros, no sabría decirte de qué siglo, no sabría decirte en qué siglo estaba mientras caminaba por esos pasillos, y el claustro, y el paraninfo, y las butacas y los bancos, hay inscripciones grabadas, fíjate, y qué más da toda esta solemnidad si vamos a cantar aguantándonos la risa, si voy a cantar pensando en que se me escapa el tren, sin que sea éste ninguna metáfora, y qué más da el paraninfo o los lavabos, pues subiendo las escaleras y caminando por los pasillos en grupo, intentando socializarme, llego al paraninfo, al lugar de los hechos, todo tan solemne que piensas "a ver si voy a tragar saliva y van a pensar: pero, ¿cómo se le ocurre hacer una cosa así en este sitio?", y quién lo pensaría, no lo sé, cosas que se me ocurren mientras estoy sentado en un banco escuchando, o haciendo ver, a una de las corales que también actuarán en este paraninfo solemne, y en general todo va bien hasta que aparece el cardenal, un cardenal, no sé de dónde coño aparece, o estaba allí, o ha estado allí toda la vida, el cardenal de Barcelona, creo, en todo lugar solemne tiene que aparecer un cardenal, sentarse en su trono y presidir la ceremonia o, al menos, parte de ella, la que a él le vaya bien, total, es un cardenal, qué le vas a decir, qué se le dice a un cardenal, ¡Cállese de una puta vez!, eso es lo que se le puede decir, o gritar si se prefiere, a un cardenal, pues allí estábamos todos, habíamos dado el último repaso a las piezas, habíamos hecho ver que escuchábamos a los demás y a nosotros mismos, todo iba más o menos bien y aparece el cardenal, en su trono, siempre tienen que sentarse en un trono, para que les quepan los cojones, el trono tiene que ser de grandes dimensiones, no por nada, sólo para que les quepan los cojones, es un detalle que siempre tienen con los cardenales, si algún día organizas un evento y te aparece un cardenal, ofrécele un trono y, en caso de no tener ninguno disponible, directamente el sofá, para que repose sus cojones tranquilamente, unos cojones que los tendrías que coger cada uno con una mano, así de grandes, para que te hagas una idea, La Moreneta no sostiene en su mano derecha una esfera que simboliza el universo, no, sostiene un cojón de un cardenal, así de grandes son, y entonces empieza a hablar, la típica charla de cardenal, demodé, qué quieres que te diga un cardenal, qué consejos espero de un cardenal, la luz de Jesús ilumina tu vida, esto lo he podido escuchar esta mañana, y he pensado, no, a mí al menos, no, a mí me ilumina la vida otras cosas, otras personas, pero Jesús, precisamente, no, me la ilumina Sheila, mis padres, mi hermana, mis abuelas, y el ver Aceptada cuando pago con tarjeta, pero no Jesús, al que no tengo el gusto de conocer, y el cardenal sigue su cháchara anticuada aunque quiera introducir palabras como facebook por ahí en medio, sin ton ni son, y todos allí nos estábamos aburriendo, o eso me ha parecido a mí, y me he imaginado a alguien del público poniéndose en pie y disparándole a ese cardenal, con una escopeta, pistola, arco, da igual, la cuestión es que lo hiciese callar, y entonces yo me levantaría, no debido al impacto de ver aquella escena sino para correr y abrazar a aquella persona, como si abrazase a un hermano reencontrado después de muchos años, y llorar juntos, cada uno con sus motivos, yo de alegría y él, quizá, de arrepentimiento, y conectando y desconectando el discurso del cardenal, sus cojones bien colocados sobre el terciopelo del trono, me fijo en unas estatuas, unos bustos, bustos, que, por supuesto son de clérigos de algún tipo, unos bustos blancos y brillantes, todas las personas que no han hecho nada por la humanidad tendrán unos bustos blancos y brillantes, ahí estaban, presidiendo la mesa desde donde hablaba el cardenal, y no me había dado cuenta hasta ahora, mira tú por dónde, y luego, inmediatamente después, elevo la vista, subo la mirada, miro hacia arriba, o como quieras decirle a este simple acto, y compruebo una especie de mural con infinidad de nombres, en letras no muy grandes, Leonardo, Newton, Mozart, Platón, Aristóteles, en fin, por decir cuatro o cinco, así unos cincuenta nombres, la Champions de la cultura y el progreso allí hacinados sin ningún criterio, aunque ya la palabra hacinar signifique eso, pues allí arriba los que al menos hicieron algo y aquí abajo, en bustos y en un trono, los que no han hecho ni harán nada, y así fueron pasando los minutos y las horas, hasta la una y media, he salido al exterior, desprendiéndome de tanta solemnidad como un buzo de su traje, he caminado hacia la estación, hoy ha hecho más o menos buen día, aunque hay nubes altas que se mueven rápido y no sé hacia dónde se dirigen ni cuándo acabarán.
Ni siquiera sé si una nube puede llegar a acabar.