En Grizzly Man, un oso se acaba comiendo al ecologista Timothy Treadwell y a su novia.
Dio su vida emocional y literalmente a los osos.
Un oso lo devoró, lo digirió y lo defecó.
Sus heces servirán de abono a la tierra para hacer que un árbol nazca, crezca y llegue el día en que un descendiente de aquel oso, se rasque la espalda en la base del árbol.
Un árbol en el que vive, de alguna manera, Timothy Treadwell.
En Ríos y Mareas, el artista británico Andy Goldsworthy no pone tanta carne en el asador como Treadwell pero la idea viene a ser la misma: la fusión con la naturaleza.
Utilizando hielo, piedras, pétalos, madera, Goldsworthy moldea obras de arte que parece que siempre estuvieron allí. Hace que parezca natural algo que no lo es.
Es verdad que este documental puede desprender un halo new age importante. Aun así, la belleza de las imágenes está por encima de todos los discursos posibles.
Tenía más cosas en mente pero ahora mismo, la verdad, no me vienen.
Si te soy sincero, por muchas cosas que te pueda explicar sobre este documental, no servirían para nada. Ni a ti ni a mí.
Es poesía. No puedes explicar una poesía.
Lo único que quería decir, y que es lo que pensé al acabar de verla, es que esta obra de arte debería estar en todos los colegios, hoy, cuando es poco probable que un niño te explique lo que es un pétalo.
Eso es lo que quería decir.
Me pasó con Grizzly Man hace un par de años y me volvió a pasar con Ríos y Mareas ayer.
Salí del cine queriendo ser esa persona.
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