Cuánto nos gusta la tragedia.
Ajena.
La nuestra no, pero la de otros, cómo nos gusta.
Cuánto quiero verte llorar, cuánto quiero.
Cómo nos gusta que llores en directo y que te desmayes, cuánto nos gusta que te desmayes y te recojan y te ayuden a sentarte y te traigan un vaso de agua, cómo nos gusta, cuánto nos gusta.
Cómo nos gusta conocerte de esta manera, cuando estás indefenso, cuando eres menos que nosotros, cuando has perdido algo, cuánto nos gusta que pierdas algo, nosotros no, ellos, tú, vosotros, pero nosotros no, a nosotros no nos gusta perder, perder nada, pero sí que nos gusta, y cuánto nos gusta, ver cómo ellos lo pierden.
Cómo nos gusta verte perdido, sin saber adónde ir ni hacia dónde mirar, caminando por inercia, perdido, cómo nos gusta verte roto y destrozado y hundido.
Tú estás roto, nosotros no, cuánto nos gusta eso.
Preguntarte cómo te sientes y saber que vas a responder: roto, destrozado, hundido.
Saber tus respuestas de antemano, cuánto nos gusta.
Apóyate en mi hombro, te presto mi hombro para que llores tu desolación, pero espera un segundo que conecto el micrófono y la cámara, quiero que llores, cuánto me gusta verte llorar, pero quiero que todo el mundo te vea llorar, quiero grabar lo que puedas decir mientras lloras, yo te presto mi hombro pero tienes que tener en cuenta eso, que los micrófonos están grabando, los micrófonos sirven para eso, no te preocupes, tú llora.
Cómo nos gusta la desgracia.
Ajena.
Cuánto gusta la palabra dantesco.
Qué poca utilidad se le da y cuántas ganas tenemos de utilizarla, sufrimos al no poderla vocalizar, la tenemos siempre hecha un nudo en el estómago pero, a la más mínima, cuánto nos gusta soltarla como un eructo en una competición entre amigos.
Cuánto nos gusta y cuánto hacía que no la nombrábamos. Echar de menos una palabra.
Cuánto nos gusta que suspendan las vacaciones los políticos, cuánto nos gusta, que vengan de allí y de allá y se reúnan y se saluden sin sonreír, cuánto nos gusta ver cómo se saludan sin sonreír.
Cómo nos gusta saber que estamos en la primera página de los diarios del mundo, cómo nos gusta, que sepan que seguimos aquí después de la Eurocopa, cuánto nos gusta sabernos el centro del mundo aunque sea por un accidente, no por ningún logro, por un accidente, que el mundo se apiade de nosotros, que todo el planeta sepa que aquí hay accidentes, no sólo playa, toros y sangría, cuánto nos gusta.
Cuánto nos gustan las preguntas estúpidas, cuánto nos gustan, sobre todo las que no llevan a ninguna parte, esas las que más, esas cuánto nos gustan, mucho nos gustan.
Pero no te vayas todavía, espérate, quédate un rato más con nosotros, queremos saber qué es lo que sientes ahora, ya sabemos que te sientes roto, destrozado y hundido, pero queremos saber algo más, queremos saber si ella era buena en la cama, queremos saber si la engañaste alguna vez, queremos saber muchas cosas, siéntate, no te vayas y, si no es posible que nos digas nada más, repite mirando a esa cámara, la del piloto rojo, repite por favor que te sientes roto, destrozado y hundido, si eres incapaz, ya que eres tan inepto que no puedes decir nada más, al menos repite lo de roto, destrozado y hundido mirando a esa cámara, anda, haz algo, que vamos a publicidad, la publicidad manda, ya lo sabéis.
Cuánto nos gusta ver la tragedia en el ojo ajeno, cuánto nos gusta, y ver que el ojo está infectado de tragedia, y cómo se llena de sangre de tragedia, y cómo lo pierde por esa tragedia, y luego le queda el hueco de tragedia, un agujero negro de tragedia, donde había un ojo ahora un agujero negro, cuánto nos gusta. Y ahora a cámara lenta.
Cómo me gusta escuchar que me podía haber pasado a mí pero no, cuánto nos gusta sabernos afortunados, cuánto nos gusta.
Cómo nos gusta saber de todo, tener respuesta para todo, cómo nos gusta, de medicina, de aeronáutica, de presión, de combustible, cómo nos gusta engañar a los demás, que los demás se piensen que no somos patéticos, ése es el objetivo, cómo nos gusta.
Cuánto nos gustaría una grabación del momento, cuánto nos gustaría, que alguien hubiese grabado el momento, el momento, ni antes ni después, a nadie le interesa a estas alturas el antes y el después, queremos ver el momento, no se ha visto, tenemos derecho a verlo, por qué aquella vez sí y ahora no, queremos ver la caída, la explosión, oír los gritos, ver el fuego, ver el fuego, cuánto nos gusta ver el fuego, carbonizarlo todo, lo vivo y lo muerto, cuánto nos gusta que se carbonicen los demás, nosotros no, los demás sí, que se carbonicen.
Cómo me gusta que se te trabe la lengua, que te tiemble la cara, que no pares de llorar bajo esas gafas oscuras, quítatelas que te podamos ver, que podamos ver que, en efecto, estás llorando, que esas son lágrimas de alguien roto, destrozado y hundido.
Cómo nos gusta la tragedia.
Cuánto nos gusta la tragedia.
Ajena.
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