que las cosas más interesantes suceden cuando uno no puedo escribir sobre ellas,
cuando una mudanza,
cuando un accidente,
cuando unas ramas empiezan a brotar de tus dedos,
y el tiempo perdido que eso supone,
el ir de aquí para allá,
los médicos,
no es nada, te dicen,
pero ahí están las ramas, impidiendo,
con su lógica natural,
el teclear correcto de esa o de aquella palabra,
y por fin alguien da con la solución,
pódelas,
y tú haces caso y podas,
y vuelves a ser el de antes,
guardas las ramas en el cajón de la mesita
para observarlas
cada noche
antes de irte a dormir,
qué forma tan extraña adopté,
te dices,
y mientras, un miércoles,
mientras uno canta en un coro salmos de Haydn,
Salinger muriendo,
o desapareciendo del todo,
Salinger muriendo con Haydn de fondo,
¿qué diferencia hay
entre morir
y desaparecer?,
me digo,
¿qué cambia,
para los lectores,
decir
Salinger ha muerto,
teniendo en cuenta que no publicaba nada
desde los años sesenta?,
es una muerte menos muerte,
pienso,
la de Salinger,
es un descanso,
un localizar el foco de ruido, del zumbido,
ir palpando las paredes
hasta dar con el enjambre,
un alivio, un descanso,
Salinger está enterrado, o incinerado, o embalsamado,
quién lo va a saber
si nadie supo nada de él en vida,
quién sabrá algo de él ahora en muerte,
o quizá sabremos más cosas ahora,
pienso,
seguro,
una vez muerto,
que durante sus noventa y un años de vida,
escritos inéditos,
Salinger está enterrado, o incinerado, o embalsamado,
pero es ahora cuando toma vida,
tomará vida
y azotará a diestro y siniestro,
un día perfecto para el pez banana,
cojo tus pies y beso las plantas,
Salinger,
donde quiera que estés.
1 comentario:
Lo primero que pensé cuando murió Salinger fue: "vaya, si estaba vivo". Lo segundo, "vamos a ver que dice diego de él".
El post se ha resistido, pero al fin lo tenemos aquí. Como no podía ser de otra manera.
Y digo algo más: a todos nos tendrían que hacer al menos una vez en la vida una foto como ésta de Salinger. Para sorprendernos,para vernos así, con el rostro desnudo.
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