Esto no te lo había dicho todavía.
Esperaba el momento oportuno. Y el momento oportuno es ahora, supongo.
Billie Jean se cayó desde la terraza del segundo piso donde vivíamos.
Y, aunque no estábamos en casa cuando sucedió, digo que se cayó porque no creo que se tirara. Un gato puede ser todo lo que quieras menos estúpido.
Voló unos diez o doce metros hasta aterrizar en el suelo.
Supongo que el suelo la vio llegar de esta manera, pero algo más asustada.
Cuando llegamos a casa, después de unos viajes de mudanza, nos dimos cuenta de que Billie Jean no estaba, y la única opción era la terraza. Miré hacia abajo temiendo verla en la acera o, peor aún, una marca de sangre, algo que me diese a entender el impacto. Pero allí abajo no había nada.
Bajamos a buscarla, eran las siete de la tarde. La estuvimos llamando, buscándola con linternas por debajo de los coches.
El dueño del bar de la esquina me dice que no sabe nada, que no ha oído ningún revuelo. Me imagino que si se hubiera estampado contra el suelo, alguien hubiese tenido la decencia de recogerla o apartarla o tirarla a un cubo de basura. Y el dueño del bar, pensé, era la persona que se tendría que haber enterado de todo el asunto.
El dueño del bar me dice que si se ha caído desde el segundo, no se ha matado. Estará debajo de un coche aparcado, asustada, me dice. Haz un cartel y te lo cuelgo aquí en el bar, por si alguien la ha visto.
Le hago caso y, al cabo de un rato, le doy un cartel que acabo de hacer. Hago una copia más y la pego en el rellano de entrada de nuestros pisos.
(Qué raro es hacer este tipo de carteles. Siempre los ves por ahí y piensas: pobre. Pero hacer ese cartel, decidir qué pongo, preguntarle a Sheila qué pongo, pelo largo, gris, menos de un año, qué más pongo, ya está, fue una de las cosas más tristes que he hecho en mucho tiempo.)
Estuvimos buscando a Billie Jean casi toda la noche.
Nos fuimos a cenar y luego volvimos a la zona.
En la madrugada, resultaba extraño ir diciendo su nombre, como debe de ser extraño ir diciendo el nombre de alguien que no está ahí pero que quieras que esté.
Pruébalo un día: sal a caminar de madrugada, las calles vacías, y repite el nombre de alguien, esperando que salga de debajo de un coche. Si esto no es estar loco.
Al final nos dimos por vencidos y nos fuimos a dormir.
A las siete de la mañana recibo una llamada. Un vecino me dice que la gata está en el parking de debajo de nuestros pisos pero que no la puede coger porque está muy asustada.
Y allí estaba Billie Jean, sin cojear ni nada que vino hacia nosotros.
Aunque días después sí que lo hizo.
La llevamos al veterinario.
Así es la pata izquierda de Billie Jean por dentro.
No es nada, dijo. Es una rotura típica en estos casos. Los dedos centrales, digamos el medio y el anular, son los que reciben el peso de la criatura al caer. Por eso son los que más se rompen. El mismo hueso, siguió el veterinario, vuelve a soldarse sin ningún problema.
Billie Jean se rompió lo que para los humanos sería la falange del dedo anular. Si clicas la radiografía creo que puedes verlo mejor.
Ahora ya pasó todo el susto.
Billie Jean se está acostumbrando bien a la nueva casa.
Por ahora le da miedo salir afuera, lo que para nosotros es un alivio.
A veces me descubro preguntándole cosas, como esperando una respuesta.
De verdad que espero una respuesta algún día.
Quiero creer que es como el jefe indio de Alguien voló sobre el nido del cuco.
No considero que esté haciendo ninguna locura preguntándole algo a un gato.
No me veo como un loco mientras le pregunto algo.
De verdad, espero una respuesta algún día.
3 comentarios:
Tal y como va el mundo,cualquier duda te contestará.Tiempo al tiempo.
Jefe , ¿te voy a vcer o no?.
Pooobre Billie Jean! Menudo susto!!! a mi si me pasa algo así me da un patatús, la de veces que lo he pensado...
Ahora a mimarla mucho!
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