El pasado veinte de mayo, en el programa Salvados de La Sexta, sucedió algo.
En un momento del reportaje, el presentador Jordi Évole se adentra en un mercadillo de frutas y verduras. Mientras pasea, entrevista a gente de la calle, personas que caminan por allí para comprar algo o simplemente pasean.
En un determinado momento (32:03), Évole intercepta a una pareja de jubilados, aunque se dirige al hombre. Éste le dice, en resumidas cuentas, que no llega a fin de mes y que una situación como la actual sólo la había vivido durante la IIª Guerra Mundial. Interrumpe la entrevista un viandante con aquel gesto ya famoso de "¡Toma, Rajoy!", que seguro que has visto ya. Pero este gesto tragicómico (32:38) no es el que me interesa, sino el que vendrá poco después.
El abuelo y su mujer explican que le han tenido que prestar dinero para una operación y luego comenta lo de la guerra. Es una entrevista fugaz, o al menos editada para que así lo parezca. Évole y su entrevistado se despiden y se dan las gracias mútuamente. Pero entonces, cuando la pareja de ancianos ya se dispone a retomar el camino, el abuelo se vuelve a Évole y le manda "muchos besos a España".
Y es aquí (33:15) donde se produce el momento mágico.
Mientras el abuelo pronuncia esta frase de despedida, acaricia levemente la barbilla de Évole.
Ni siquiera parece tocarlo, aunque esa fuera la intención primigenia. De fondo, la mujer ríe. Pero el abuelo, con ese gesto como quien quiere quitarle a otro un hilo que se enredó en la barba, limpiar una pequeña y plateada telaraña que le apareció a uno mientras dormía, el abuelo, en ese instante fugaz y eterno, desmonta a Évole con un truco imposible de enseñar ni de aprender. Éste se queda inmóvil durante unos segundos, sonriente, viendo como el abuelo (suponemos) se aleja, sorprendido por el dulce gesto, aunque también por desconocer el significado de aquellas palabras.
Y este ademán cariñoso casi involuntario es el que se me quedó grabado el día que vi el programa en televisión.
Una grieta por donde entra la luz del sol,
una mariposa
bailando y jugando con un niño
como un tigre verde con un jilguero,
un relámpago de esperanza,
ahora que ya no esperamos nada de nadie,
aparece un fulgor extraño
que nos hace ver las cosas de otra manera,
un abuelo acariciando
la barbilla del presentador de un programa,
mira qué tontería,
y el tiempo se detiene durante unos segundos,
y donde ya no quedaba nada, ahora hay de todo,
los panes y los peces se multiplicaron,
lo único que nos queda, pienso,
lo único que nos queda es esto,
el cariño,
ahora que todo está hecho trizas,
que el mundo,
el planeta,
no parece el mejor rincón de la galaxia
para quedarse a vivir,
ni siquiera para alquilar un piso durante una temporada,
ahora que nos miramos con cara de tontos,
con la rabia apretada entre los dientes,
entonces este abuelo,
que viene y va por un mercadillo con su señora,
entonces este abuelo,
quizá a comprar una lechuga, tomates, ajos,
quizá a saludar a un tendero amigo,
entonces este abuelo
se despide de su entrevistador
con un ademán que lo ilumina todo,
como un diminuto big bang
dentro de una caja
de zapatos.
1 comentario:
yo también me fijé ;)
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