Hace unos años fui a visitar a mi amigo T. a Holanda, donde estaba de Erasmus. Visitamos Amsterdamm durante tres días.
Compramos setas.
En uno de mis viajes aparecieron estos dos personajes, que luego resultaron ser dos hombres a los que me encontré por la calle y fotografié en un momento de conversación.
Nicolai Burbenko, el que escucha, y Albertus Green, el que habla.
Y esto fue lo que hablaron:
Albertus: Esta mañana salí a desayunar, como cada mañana, al bar de Rose. Pero ya no estaba allí. No es que estuviera cerrado, es que no estaba, no había nada.
Nicolai: Eso no puede ser, Al, las cosas no desaparecen de un día para otro.
Albertus: Te lo juro, Nicolai, allí no había bar de Rose, no había nada de nada.
Nicolai: Pero estarían las ruinas, los escombros, algo.
Albertus: No. No había nada.
Nicolai: No puede no haber nada en un sitio. Sobre todo si ayer sí que estaba. Siempre queda algo, alguna señal que nos dice que en ese lugar ha existido algo. ¿No había ni una miserable servilleta?
Albertus: Por Dios, Nicolai, te estoy diciendo que no había nada. Lo único que quería era tomarme un café y una galleta, de esas que prepara, que preparaba Rose, sólo eso, quería disfrutar del café y la galleta, es el único momento del día que tengo para disfrutar, y me encuentro con esto.
Nicolai: Bueno, Al, no te preocupes, tiene que haber una explicación. Las cosas no pasan porque sí. Un bar no puede desaparecer de un día para otro sin dejar ni rastro. Ni un bar ni nada puede hacer eso.
Albertus: Bueno, si tú lo dices.
Nicolai: No es que lo diga yo, Al, es que hay cosas que no pueden ser.
Albertus: Supongo que tienes razón.
Nicolai: Así que ahora ven que te invite a un tazón de chocolate caliente, te sentará bien.
Albertus: Gracias, Nicolai, pero creo que no me apetece, estoy demasiado triste.
Nicolai: No tienes por qué preocuparte, Al, ya te he dicho que todo tiene una explicación, y lo del bar también. Ya verás como mañana mismo sale en los periódicos.
Albertus: Pero si tú lo hubieras visto, Nicolai, si tú te hubieses encontrado delante de esa nada, sabrías de lo que hablo.
Nicolai: Vamos, empieza a hacer frío.
Albertus: No me crees, ¿verdad, Nicolai?
Nicolai: Sí que te creo, Al, pero ahora empieza a hacer mucho frío, debemos resguardarnos. Vamos.
Albertus: ¿Por qué no me acompañas al bar de Rose? Así te lo creerás.
Nicolai: Venga, Al, ya iremos mañana, con más tranquilidad.
Albertus: No me crees, ¿verdad, Nicolai?
Nicolai: Al, ya te he dicho que sí. Ahora vamos a por el tazón, empieza a oscurecer.
Albertus: De acuerdo, Nicolai, vamos a por el tazón.
1 comentario:
Cuando era pequeño siempre jugaba en un columpio de color verde oxidado, con el asiento muy astillado, casi podrido de tanta lluvia y balanceos varios.
Un día dejó de existir.
Creo que me hice mayor.
O igual sigue estando.
Pero en el sitio de siempre ya no hay nada.
Edificios de alto standing. Sin colompio verde.
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