La primera y la última fotografía conocida de Elvis Presley.
En ninguna de las dos mira a la cámara.
En las dos se respira cierta desesperanza.
Los ojos nerviosos de la madre y la cara triste del padre.
Si existe algo imposible es que esos padres se imaginaran lo que iba a significar su hijo para el mundo.
La madre apoya la mano izquierda en el hombro de su marido con absoluta facilidad, su hombro no se eleva como para estirar el brazo hasta esa posición y me hace suponer un brazo extrañamente largo. Por un momento pienso que se trata de la mano de otra persona. Pero la cara tranquila del padre me confirma que conoce esa mano, esos dedos y ese calor.
En la primera foto, el fondo gris y sobrio recorta las siluetas de las tres personas.
En la segunda foto, al fondo, ellos se asoman porque quieren ver al Rey. Espectros difuminados de la última noche.
La primera foto transmite silencio.
La última, ruido, velocidad, confusión.
En la primera foto, Elvis posa mirando, supongo, el movimiento de manos que hace alguien para atraer su atención.
En la última foto es Elvis quien mueve la mano mientras saluda.
O dice adiós.
Pienso, todo el mundo puede ir en busca de su primera foto, coger aquel álbum en el que tu madre escribió tu nombre y un año, Diego 1978, y ahí está mi primera foto conocida, con los ojos cerrados y llorando, supongo, o durmiendo plácidamente, no recuerdo.
Pienso, todo el mundo puede ir en busca de su primera foto conocida pero nadie sabrá nunca cuál será la última.
¿Está hecha ya mi última foto?
Espero que no.
Aunque es algo que nunca sabré.
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