En busca del tiempo perdido es un coñazo.
No puedo pasar de la tercera página.
Es mi mejor somnífero.
Lo llevo cogiendo entre mis manitas las últimas diez noches, quizá más, y la tercera página es mi fin. Y el suyo para mí.
Por mí, (por mí - para mí = incorrecto, falta revisar el texto e intentar sustituir posibles rimas y cacofonías que no enriquezcan el texto) si Proust hubiera escrito sólo esas tres páginas, sería un gran libro, un gran libro de tres páginas.
Dame algo rápido, Marcel, dame algo inmediato, yo, ahora, en esta era del vacío en la que me encuentro, no te puedo prestar atención, Marcel, llámame lo que quieras, pero si buscaste el tiempo perdido yo no quiero seguir tu ejemplo, Marcel, porque bastante tiempo he perdido yo como para estar ahora leyendo cómo buscaste el tuyo, Marcel,
Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces, apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: "Ya me duermo". Y media hora después despertábame la idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño; quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún entre las manos, y apagar de un soplo la luz,
así empiezas, Marcel, y pronto así me acabas también, haciéndome decir Yo sí que me duermo, y apagando de un clic la luz, Marcel, mira, cojo de la estantería un libro al azar, una página al azar, 40 relatos, de Donald Barthelme, la primera página, para qué buscar más, el primer cuento, Chablis:
Mi mujer quiere un perro, aunque ya tiene una niña. La niña tiene casi dos años. Según ella, es la niña la que quiere el perro.
Elige el principio que más te guste, Marcel. Yo ya lo elegí.
Marcel, tú no pudiste leer a Barthelme porque moriste en 1922 y Barthelme nació en el 1931, así que es física y temporalmente imposible que tú lo pudieras leer, en cambio él si que te pudo haber leído, no sé si lo hizo porque apenas sé nada de su vida, aunque me basta leer esas tres frases iniciales o cualquier cuento para poder afirmar que, si te leyó, estaba pensando en la lista de la compra mientras lo hacía. Y todo esto no sé a qué venía, Marcel, exactamente no sé a qué venía todo esto que te estoy diciendo, Marcel Proust, recuerdo haber visto la foto de tu tumba en la contraportada de un disco de Le Petit Ramon, algo tan snob esa imagen, Marcel, allí solitaria con algunas flores, en blanco y negro, claro, porque el snobismo es en blanco y negro, Marcel, el snobismo es pasearte con un vinilo de Billie Holiday bajo el brazo con la portada a la vista de ti y de mí y de su madre y de la del quinto, la portada a la vista de todos, para que todos sepamos que detrás de esas gafas de pasta sin cristal sólo se esconde un cretino, no hay por qué preocuparse porque un cretino es lo único que hay detrás de esas Wayfarer sin cristal, Marcel, tu libro es tan aburrido que me pongo a hablar de cosas aburridas, ya me ves, si fuese divertido hablaría de cosas divertidas pero no, Marcel, la cuestión es que En busca del tiempo perdido es algo tan aburrido que sólo he podido leer tres páginas, y si estuvieras vivo a lo mejor me decías eso de Dale cincuenta páginas, que luego cambia, pero como estás muerto y enterrado y a tu tumba sólo se dirigen snobs, como tú y como yo, pues entonces no puedes decirme nada, ni Barthelme me puede decir si te ha leído, que yo creo que no, pero a lo mejor sí te leyó, y le encantaste, y ese dato quizá cambiaría mi visión sobre tu obra soporífera porque, lo quiera o no, yo también soy un snob, el mejor snob envasado al vacío, el "pop" que oirás al abrirme es una garantía de conservación, o algo así pone en el tapón del tomate Solís, y si Barthelme se me aparece un día a los pies de la cama y me dice
Eh! you, motherfu****! Listen to me. Proust is my fu*** God, motherfu****! You must read him! Right now, motherfu****! Wake up and read the fu*** Proust! C'mon! Fu*** bastard!
y así me hablaría Barthelme a los pies de la cama, susurrando para no despertar a Sheila pero en ese tono, no sé por qué, pero así creo que lo haría, y si esto pasara, digo, pues yo, realmente, encendería la luz con un clic y empezaría a leer la obra de Proust que ya no consideraría tan soporífera porque Barthelme me lo ha dicho y porque los snobs nos movemos en esos parámetros, y todo esto no sé a qué venía, Marcel, todo este tiempo mío perdido no sé a qué venía, supongo que quería decirte que el otro día compré tu libro, la primera parte, como queriéndome decir Venga, primero el primero y luego ya te comprarás los demás, y también me compré Musicofilia, lo último de Oliver Sacks y una antología de José Ángel Valente, te escribo la primera, para qué buscar más, si sé que no me vas a contestar, ni siquiera leerme vas a hacer, enterrado como estás bajo esa lápida de mármol, no sé si mármol u otro material es lo que tienes encima, Marcel, qué más da eso ahora, escucha,
"Serán ceniza..."
Cruzo un desierto y su secreta
desolación sin nombre.
El corazón
tiene la sequedad de la piedra
y los estallidos nocturnos
de su materia o de su nada.
Hay una luz remota, sin embargo,
y sé que no estoy solo;
aunque después de tanto y tanto no haya
ni un solo pensamiento
capaz contra la muerte,
no estoy solo.
Toco esta mano al fin que comparte mi vida
y en ella me confirmo
y tiento cuanto amo,
lo levanto hacia el cielo
y aunque sea ceniza lo proclamo: ceniza.
Aunque sea ceniza cuanto tengo hasta ahora,
cuanto se me ha tendido a modo de esperanza.
Y poco más te voy a decir hoy, Marcel, hoy he visto a unos niños jugando en el parque, uno de ellos dibujaba algo con una rama en la arena, he querido pensar que estaba dibujando el mapa de un tesoro imaginario, Marcel, pero desde mi posición no podía verlo bien, y entonces ese niño marcaría con una X el lugar, el objetivo, el tesoro, un tesoro imaginario aunque real ya que el mapa así lo indica, luego los niños se dirigirían al lugar marcado por la X, uno detrás de otro, te los imaginas, Marcel, mirando a lado y lado del parque donde todo sigue su curso y donde están a punto de encontrar un tesoro que ellos mismos han inventado, te imaginas, Marcel, dibujar un tesoro e ir en su búsqueda, qué bonito sería aunque no fuese verdad, pero sólo por ese momento, sólo por ese instante justo antes de llegar al lugar marcado con una X, sólo por pensar Es imposible pero, ¿te imaginas? y entonces llegar al lugar indicado por aquella X que dibujaste un día de pequeño en la arena de aquel parque que ya no es,
y verlo allí,
en una caja de madera,
años después,
tu tiempo perdido,
y abrir esa caja y volver al parque, Marcel,
volver al parque que ya no es pero ahora sí,
porque has abierto la caja,
y recuperarlo,
y coger una rama y dibujar mapas del tesoro por aquí y por allá,
supones que en agradecimiento,
y X por aquí y por allá,
y luego sentarte y esperar,
esperar a que venga alguien
y descubra esos mapas
y decida,
algún día,
ir en busca del tiempo perdido.
2 comentarios:
Mira, Diego, sé de la mierda de la que estás hablando, lo sé porque yo he estado ahí, he estado en trance como tú lo has estado, acercándome, quizá sin empezar, la página tres de ese libraco (y ten en cuenta que es el primero de una serie, ¡de una serie!). Aún así, cuando uno está rodeado de mierda, salirse de la piscina es de cobardes. Uno tiene que nadar de espaldas, a crol, mariposa, escoger un estilo al menos, pero salirse es de cobardes - o incluso, de cretinos, que no todos tienen que ir descristalados ni luciendo portadas en b/w. Esto lo he aprendido yo de dos personas: de Germán, de Godard y de Marcel.
Sigue leyendo, que te sorprenderás a ti mismo. Y cierra la boca cuando nades. Por si acaso, digo.
*y lo de las dos personas que conste que es premeditado.
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