martes, julio 31, 2007
michelangelo antonioni
29/9/1912-31/7/2007
Preparaos para un ciclo de Antonioni y otro de Bergman en breve por tv.
Muchas veces, casi siempre, la única forma de ver películas de autor por televisión es esperar a que éste muera.
O visite Barcelona.
lunes, julio 30, 2007
baldosas quebradas
Nada le pareció extraño a Gabriel cuando entró a vivir en su nueva casa. La cocina, el lavabo, el salón, el dormitorio, la despensa y la terraza. Todo era pequeño pero suficiente para él.
Los días pasaban con total normalidad. Por la mañana iba a trabajar a la imprenta de su padre, por la tarde paseaba junto al lago, por la noche leía.
Así pasaron los meses hasta que llegó la primavera.
Un día, al llegar de su paseo vespertino, Gabriel se tropezó al entrar en su casa. Su pie golpeó una baldosa que sobresalía. La baldosa estaba ligeramente levantada, como si hubiera algo que la empujase por debajo. La pisó y notó como volvía a su sitio, como si una esponja la absorbiera hasta quedar exactamente a la misma altura que las demás. Después se preparó la cena, leyó un rato y se acostó.
Pasaron los días y Gabriel se olvidó por completo de aquella baldosa y de aquel tropezón.
Llegó Semana Santa y viajó al pueblo de sus padres, para estar con ellos unos días, como hacía siempre que tenía ocasión.
Después de esos días de paz en el tranquilo pueblo, Gabriel volvió a casa.
Era de noche cuando llegó. Se disponía a introducir la llave por la cerradura cuando pudo observar como algo se asomaba por ésta. Era una especie de tallo, una pequeña madera. Estiró de ella hasta que la arrancó. Giró la llave y, al abrir la puerta, ésta topó con algo que había al otro lado. Por un momento sintió pánico. Empujó de nuevo pero la puerta no cedía más. Metió la mano y apretó el interruptor. No oyó nada. Luego, despacio, se introdujo por el espacio abierto. Al entrar en su casa pudo contemplarlo. Allí estaba, como si hubiera estado toda la vida, un enorme árbol que doblaba sus ramas al tocar el techo y las paredes. La imagen era tan irreal que Gabriel sólo pudo contemplarla en silencio, y llorar.
Lo primero que pensó fue totalmente estúpido. "Nadie me creerá", se repetía al contemplar las hojas verdes, el agujero en el suelo, las baldosas quebradas. Como pudo, metió la maleta que aún estaba fuera y cerró la puerta. Bebió un vaso de agua para tranquilizarse aunque no sirvió de mucho. No sabía qué hacer y, por eso, hizo algo que nunca haría: comentar la situación con los vecinos.
Subió al piso de arriba donde sabía que vivía una anciana llamada Ágata. Cuando Gabriel le acabó de contar lo que le había pasado, la anciana sonrió amablemente y le invitó a entrar en su piso. No se extrañó al oír la historia, cosa que Gabriel interpretó como que no la había entendido.
El piso era muy parecido al suyo, igual de pequeño y con la misma distribución de habitaciones. La vieja Ágata caminaba lentamente por el pasillo hacia su dormitorio con Gabriel detrás. Cuando la anciana encendió la luz de su dormitorio, Gabriel pudo contemplarlo en todo su esplendor: un gran árbol que ocupaba todas las paredes y se retorcía al llegar al techo. Ágata miró al estupefacto Gabriel. "Joven, estas cosas pasan a veces", le dijo con cariño a Gabriel. "No se lo expliques a nadie, hijo, nadie te creerá, no hace falta que pierdas el tiempo, vive con ese espléndido árbol en tu entrada, que la gente que te visite se maraville de su presencia, que se asombren al verlo, como hiciste tú, pero, eso sí, no pierdas el tiempo explicándoselo a nadie, porque nadie cree cosas así. En parte es lógico. Aunque no debería serlo. Porque estas cosas pasan a veces".
Al día siguiente Gabriel volvió al trabajo. No habló de lo sucedido con nadie.
Al volver a casa abrió con cuidado la puerta, se hizo la comida, salió a pasear por el lago y leyó durante una hora. Más tarde cenó y, antes de irse a dormir, regó el árbol.
Los días pasaban con total normalidad. Por la mañana iba a trabajar a la imprenta de su padre, por la tarde paseaba junto al lago, por la noche leía.
Así pasaron los meses hasta que llegó la primavera.
Un día, al llegar de su paseo vespertino, Gabriel se tropezó al entrar en su casa. Su pie golpeó una baldosa que sobresalía. La baldosa estaba ligeramente levantada, como si hubiera algo que la empujase por debajo. La pisó y notó como volvía a su sitio, como si una esponja la absorbiera hasta quedar exactamente a la misma altura que las demás. Después se preparó la cena, leyó un rato y se acostó.
Pasaron los días y Gabriel se olvidó por completo de aquella baldosa y de aquel tropezón.
Llegó Semana Santa y viajó al pueblo de sus padres, para estar con ellos unos días, como hacía siempre que tenía ocasión.
Después de esos días de paz en el tranquilo pueblo, Gabriel volvió a casa.
Era de noche cuando llegó. Se disponía a introducir la llave por la cerradura cuando pudo observar como algo se asomaba por ésta. Era una especie de tallo, una pequeña madera. Estiró de ella hasta que la arrancó. Giró la llave y, al abrir la puerta, ésta topó con algo que había al otro lado. Por un momento sintió pánico. Empujó de nuevo pero la puerta no cedía más. Metió la mano y apretó el interruptor. No oyó nada. Luego, despacio, se introdujo por el espacio abierto. Al entrar en su casa pudo contemplarlo. Allí estaba, como si hubiera estado toda la vida, un enorme árbol que doblaba sus ramas al tocar el techo y las paredes. La imagen era tan irreal que Gabriel sólo pudo contemplarla en silencio, y llorar.
Lo primero que pensó fue totalmente estúpido. "Nadie me creerá", se repetía al contemplar las hojas verdes, el agujero en el suelo, las baldosas quebradas. Como pudo, metió la maleta que aún estaba fuera y cerró la puerta. Bebió un vaso de agua para tranquilizarse aunque no sirvió de mucho. No sabía qué hacer y, por eso, hizo algo que nunca haría: comentar la situación con los vecinos.
Subió al piso de arriba donde sabía que vivía una anciana llamada Ágata. Cuando Gabriel le acabó de contar lo que le había pasado, la anciana sonrió amablemente y le invitó a entrar en su piso. No se extrañó al oír la historia, cosa que Gabriel interpretó como que no la había entendido.
El piso era muy parecido al suyo, igual de pequeño y con la misma distribución de habitaciones. La vieja Ágata caminaba lentamente por el pasillo hacia su dormitorio con Gabriel detrás. Cuando la anciana encendió la luz de su dormitorio, Gabriel pudo contemplarlo en todo su esplendor: un gran árbol que ocupaba todas las paredes y se retorcía al llegar al techo. Ágata miró al estupefacto Gabriel. "Joven, estas cosas pasan a veces", le dijo con cariño a Gabriel. "No se lo expliques a nadie, hijo, nadie te creerá, no hace falta que pierdas el tiempo, vive con ese espléndido árbol en tu entrada, que la gente que te visite se maraville de su presencia, que se asombren al verlo, como hiciste tú, pero, eso sí, no pierdas el tiempo explicándoselo a nadie, porque nadie cree cosas así. En parte es lógico. Aunque no debería serlo. Porque estas cosas pasan a veces".
Al día siguiente Gabriel volvió al trabajo. No habló de lo sucedido con nadie.
Al volver a casa abrió con cuidado la puerta, se hizo la comida, salió a pasear por el lago y leyó durante una hora. Más tarde cenó y, antes de irse a dormir, regó el árbol.
viernes, julio 27, 2007
craso error
Y entonces llegó aquel día, aquel extraño día en el que lo que estaba de moda duraba tan poco que tuvo que incluirse un pequeño espacio en prensa y televisión, después de la meteorología, en el que expertos pronosticaban los cambios para las siguientes horas: "esta noche fuera calentadores y cojan una corbata con calaveras si van a salir por el centro. Para todos aquellos que se hayan comprado unas Vans, craso error, ya que a partir del lunes se preve una invasión de Adidas Gazelle en toda la ciudad. El fin de semana será complicado para las chicas, que tendrán que cambiar su atuendo unas tres veces cada día. Por cierto, fuera esos piercings del ombligo. En cambio los chicos lo tienen más fácil para sobrevivir en la jungla de asfalto. Eso sí, nada de gafas de pasta sin cristal durante el día. A partir de la semana que viene vayan preparando la camisa del abuelo porque vuelve la posguerra. Aunque, por suerte, sólo durará un par de días.
Mañana más".
Naomi S. Hyatt
Stores are open but i ain't got no money, 1999
Mañana más".
Naomi S. Hyatt
Stores are open but i ain't got no money, 1999
miércoles, julio 25, 2007
escaleras
[...]
Igual que al subir unas escaleras tu vista no está puesta en el escalón que pisas sino en el siguiente.
Así deberás ser en la vida.
Rosalie Swarzkovsky.
Cartas a un desconocido, 1923.
Igual que al subir unas escaleras tu vista no está puesta en el escalón que pisas sino en el siguiente.
Así deberás ser en la vida.
Rosalie Swarzkovsky.
Cartas a un desconocido, 1923.
lunes, julio 23, 2007
madera mojada
Cuando su nieto le pidió un consejo para vivir tanto tiempo, el viejo Harry, en la cama, justo antes de morir, después de haber vivido tres guerras, una pierna menos, metralla aún en su brazo, cuatro hijos fallecidos, dos casas bombardeadas, lo único que le dijo, con su voz de madera mojada, fue: "intenta respirar siempre por la nariz".
Greil Thompson
When the snow is on the roses, 1971
Greil Thompson
When the snow is on the roses, 1971
domingo, julio 22, 2007
y los ojos y la boca
MENDETZ - MAXIMO TRUFFATO video (w/ Vanessa Incontrada)
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El único motivo para subir un vídeo de Mendetz a este nuestro blog es que mi hermana ha trabajado en él.
El catálago es suyo. Y los ojos y la boca también.
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El catálago es suyo. Y los ojos y la boca también.
sábado, julio 21, 2007
hora de irse
Imagina que te encierran en tu habitación.
Cada día durante seis horas.
Imagina también que de vez en cuando entra alguien y te pregunta si tienes zapatillas de estar por casa y tú se las enseñas.
Más tarde, al cabo de largos minutos, entra otra persona y te pide camisetas, y tú le enseñas las camisetas que tienes en tu armario, en el armario que hay en tu habitación, en esa habitación donde pasas cada día seis horas de tu vida.
Mientras no entra nadie, te dedicas a planchar con la palma de la mano aquella arruga que se resiste en la sábana.
Hay ocasiones en las que alguien tarda tanto en entrar que ya no sabes dónde estás ni cuánto tiempo ha pasado desde la última visita.
También hay gente que entra y no te pide nada, simplemente desordena tus camisetas, tus calzoncillos y tus calcetines, mueve el despertador de la mesita de noche y deja pisadas. Pero eso a ti te da igual porque tienes mucho tiempo libre.
Cuando se van, ordenas las camisetas, los calzoncillos y colocas correctamente el despertador. Luego, como te sobra tiempo, coges la fregona y limpias las pisadas.
Piensas en tu vida cuando no hay nadie en tu habitación. Piensas en cómo sería trabajar en una tienda, por ejemplo, lo bonito que sería eso, más entretenido al menos.
Piensas en tu futuro pero alguien entra y pide corbatas. Tú le dices que no tienes corbatas y él te pregunta que dónde puede encontrar. Le dices el nombre de un conocido que sabes que usa, que vaya a su habitación que seguro que encuentra. Cuando se va y vuelves a quedarte solo, vuelves a planchar la sábana y mueves el despertador, ya que nadie lo hace, para ponerlo de nuevo correctamente en su sitio. Miras por la ventana y ves el muro de siempre, con su grieta de siempre y su mancha de humedad de siempre.
Vas al lavabo, no porque tengas ganas, sino para matar el tiempo.
Pero es el tiempo quien te mata a ti.
Luego empiezas a pensar de nuevo en tu futuro.
Pero entonces ya es la hora de irse.
Cada día durante seis horas.
Imagina también que de vez en cuando entra alguien y te pregunta si tienes zapatillas de estar por casa y tú se las enseñas.
Más tarde, al cabo de largos minutos, entra otra persona y te pide camisetas, y tú le enseñas las camisetas que tienes en tu armario, en el armario que hay en tu habitación, en esa habitación donde pasas cada día seis horas de tu vida.
Mientras no entra nadie, te dedicas a planchar con la palma de la mano aquella arruga que se resiste en la sábana.
Hay ocasiones en las que alguien tarda tanto en entrar que ya no sabes dónde estás ni cuánto tiempo ha pasado desde la última visita.
También hay gente que entra y no te pide nada, simplemente desordena tus camisetas, tus calzoncillos y tus calcetines, mueve el despertador de la mesita de noche y deja pisadas. Pero eso a ti te da igual porque tienes mucho tiempo libre.
Cuando se van, ordenas las camisetas, los calzoncillos y colocas correctamente el despertador. Luego, como te sobra tiempo, coges la fregona y limpias las pisadas.
Piensas en tu vida cuando no hay nadie en tu habitación. Piensas en cómo sería trabajar en una tienda, por ejemplo, lo bonito que sería eso, más entretenido al menos.
Piensas en tu futuro pero alguien entra y pide corbatas. Tú le dices que no tienes corbatas y él te pregunta que dónde puede encontrar. Le dices el nombre de un conocido que sabes que usa, que vaya a su habitación que seguro que encuentra. Cuando se va y vuelves a quedarte solo, vuelves a planchar la sábana y mueves el despertador, ya que nadie lo hace, para ponerlo de nuevo correctamente en su sitio. Miras por la ventana y ves el muro de siempre, con su grieta de siempre y su mancha de humedad de siempre.
Vas al lavabo, no porque tengas ganas, sino para matar el tiempo.
Pero es el tiempo quien te mata a ti.
Luego empiezas a pensar de nuevo en tu futuro.
Pero entonces ya es la hora de irse.
viernes, julio 20, 2007
el fondo
Al oír la noticia no pude hacer otra cosa que salir en busca de un ejemplar.
Después de rastrear prácticamente todos los kioskos de Las Ramblas, al fin pude conseguir un ejemplar.
Decir que en uno de los kioskos (el primero, o el último, el más cercano a Colón) me vendían el último ejemplar que les quedaba por veinte euros. Y esto es real.
Por lo que respecta a la noticia, sólo citar un verso de Gabriel Celaya: estamos tocando el fondo.
en mi almohada
No tengo historias que contar.
Los ácaros que habitan en mi cama se las han comido esta noche. Espero que haya algunas que no puedan digerir y las pueda recuperar, vomitadas en mi almohada.
P.D.: Esta tarde daré un paseo a alguna librería y (h)ojearé libros de Cioran.
P.D.2: Sé que la primera postdata os importa una mierda.
jueves, julio 19, 2007
no graciosa
Noticia curiosa aunque no graciosa.
Por cierto, G., renueva cuando tengas un minuto el vestuario de tu blog. Te lo pido por favor ;P
Por cierto, G., renueva cuando tengas un minuto el vestuario de tu blog. Te lo pido por favor ;P
miércoles, julio 18, 2007
por el final
Hubo una época en la que todo empezaba por el final: las cartas por la postdata, las carreras en el podio, las comidas por el postre, los días por la noche, las películas por el desenlace, y la vida en una iglesia, dentro de un ataúd.
Fue en esa época cuando dejé de ver a mi mujer, justo el día después de enamorarme de ella.
Charles F. Doyle
Short tales in A minor
Fue en esa época cuando dejé de ver a mi mujer, justo el día después de enamorarme de ella.
Charles F. Doyle
Short tales in A minor
lunes, julio 16, 2007
el abuelo de Erik (II)
2.
Le pregunto al hombre que tengo delante para qué es esta cola. Se da la vuelta para responderme pero lo hace tan lentamente que cuando estamos cara a cara ya no recuerdo lo que le había preguntado. Buscamos una salida, me responde. Pero no estoy seguro de si es una respuesta o una pregunta. Miro hacia atrás y compruebo que soy la última persona de la fila. No soy consciente de estar despierto, quizá todo esto sea un sueño, todo pasa muy despacio, se diría que es el fondo del mar. Pasan las horas y la fila no avanza. Al fin, llegan dos hombres vestidos de naranja y me cogen cada uno de un brazo. Les pregunto qué está pasando exactamente. Al cabo de unos minutos llegamos a una habitación y uno de ellos me responde nadie lo sabe. Y su respuesta es lo último que oigo antes de que cierren la puerta.
Le pregunto al hombre que tengo delante para qué es esta cola. Se da la vuelta para responderme pero lo hace tan lentamente que cuando estamos cara a cara ya no recuerdo lo que le había preguntado. Buscamos una salida, me responde. Pero no estoy seguro de si es una respuesta o una pregunta. Miro hacia atrás y compruebo que soy la última persona de la fila. No soy consciente de estar despierto, quizá todo esto sea un sueño, todo pasa muy despacio, se diría que es el fondo del mar. Pasan las horas y la fila no avanza. Al fin, llegan dos hombres vestidos de naranja y me cogen cada uno de un brazo. Les pregunto qué está pasando exactamente. Al cabo de unos minutos llegamos a una habitación y uno de ellos me responde nadie lo sabe. Y su respuesta es lo último que oigo antes de que cierren la puerta.
sábado, julio 14, 2007
el corcho
La vida de una persona tendrá que ser imprevisible, ya que depende de su mente. Y la mente humana no puede definirse de otra forma sino como imprevisible, visceral y perdida; el corcho de una botella sobre un océano en tempestad.
Prof. Henry Gonoud.
Tractatus II, 1916.
Prof. Henry Gonoud.
Tractatus II, 1916.
viernes, julio 13, 2007
el abuelo de Erik
1.
El abuelo de Erik tiene un número tatuado en su hombro, un número negro que el tiempo ha ido difuminando.
121020.
Un día nos contó que ese número se lo tatuaron en un campo de concentración. Iban marcándoles a todos, siguiendo el orden de la fila.
Cuando miró el número se dio cuenta de que coincidía con su fecha de nacimiento. 12 de octubre de 1920. Dice que se alegró de esa coincidencia, aunque recuerda que no tenía fuerzas para sonreír.
Hace un tiempo Erik me enseñó una fotografía en blanco y negro, de un libro de imágenes de refugiados. Me dijo este es mi abuelo, señalando a un hombre que te miraba directamente a los ojos. Me quedé unos minutos mirando esa imagen sin luz ni esperanza, esa imagen congelada de cuerpos esqueléticos y miradas perdidas, hasta que noté cómo un relámpago helado cruzaba mi espalda.
Cuando me di cuenta estaba de pie, detrás de un hombre que olía a cloaca. Miré más allá, delante mío, y comprobé que formaba parte de una cola de la que no se veía el final.
Todo el mundo vestía igual, gris, a juego con el cielo.
Todos menos yo.
El abuelo de Erik tiene un número tatuado en su hombro, un número negro que el tiempo ha ido difuminando.
121020.
Un día nos contó que ese número se lo tatuaron en un campo de concentración. Iban marcándoles a todos, siguiendo el orden de la fila.
Cuando miró el número se dio cuenta de que coincidía con su fecha de nacimiento. 12 de octubre de 1920. Dice que se alegró de esa coincidencia, aunque recuerda que no tenía fuerzas para sonreír.
Hace un tiempo Erik me enseñó una fotografía en blanco y negro, de un libro de imágenes de refugiados. Me dijo este es mi abuelo, señalando a un hombre que te miraba directamente a los ojos. Me quedé unos minutos mirando esa imagen sin luz ni esperanza, esa imagen congelada de cuerpos esqueléticos y miradas perdidas, hasta que noté cómo un relámpago helado cruzaba mi espalda.
Cuando me di cuenta estaba de pie, detrás de un hombre que olía a cloaca. Miré más allá, delante mío, y comprobé que formaba parte de una cola de la que no se veía el final.
Todo el mundo vestía igual, gris, a juego con el cielo.
Todos menos yo.
jueves, julio 12, 2007
poemas
Me lo recomendó mi profesor y ayer me compré una antología de poemas de Ángel González. Ahora yo os la recomiendo a vosotros.
nytimes capsules
Si queréis tener una idea rápida y básica sobre una peli, el New york Times os lo pone fácil. En su blog ny times capsules pueden resumir en poco más de una línea una película entera. Y con gracia.
miércoles, julio 11, 2007
1-18-08
Atención a esta nueva película.
Por ahora sólo se sabe su título (la fecha de estreno en EE.UU.) y que la produce una de las mentes enfermas de Lost.
mis dedos morados
El otro día me crucé con Scarlett Johannson.
Lo primero que le dije es que tendría que haberse retirado después de Ghost World. Ni me sonrió ni nada. Me fijé en sus Converse. Le quedaban bien, la verdad. También en sus tetas. Le pregunté si eran operadas. Ni me sonrió ni nada. Me extrañó que paseara sola por Barcelona y que nadie se le acercase. Le pregunté qué tal el rodaje y me dijo que bien, aunque vi que sus ojos se le llenaban de lágrimas. Luego me despedí rápido porque vi que se iba a poner a llorar y bastante tengo yo con lo mío y además yo venía de comprar y llevaba una bolsa con cuatro cartones de leche que me estaban amoratando los dedos. Dejé la bolsa en el suelo y le mostré mis dedos morados a modo de despedida. Ni me sonrió ni nada. Cuando ya me iba me volví para mirarle el culo, que es una cosa que siempre hago, sobretodo con Scarlett Johannson, pero llevaba un vestido que no le marcaba nada. Entonces ella también miró atrás, quizá suponiendo mi mirada. Pero ni me sonrió ni nada.
martes, julio 10, 2007
fassbinder and decepticons
Sí, chicos y chicas, sí. Es lo que estáis pensando.
Ayer fui a ver esta peli. Y qué queréis que os diga, pues que entretiene al 100%.
Al menos es más entretenida que cualquier peli de Fassbinder. Lo que pasa es que mola más llevar una camiseta de Fassbinder que de Optimus Prime. Aunque no sepas quién ni qué es. De hecho, eso es lo más importante.
Por último un consejo, no para esta película sino para todas: quedaos hasta que se vaya la última persona del cine y mirad debajo de los asientos, sobretodo en verano. La peli te puede salir gratis y, además, con un poco de suerte, puedes volver a casa en taxi.
lunes, julio 09, 2007
supongo que la entiendo
Me cago en la puta Acabo de venir del médico joder No sé cuando empezó esta mierda hijo de puta argh No me he dado cuenta de esta mierda joder hasta hace poco joder puta mierda yiiuuu El médico me ha dicho que padezco argh puta mierda divina un extraño síndrome de Tourette mierda puta tu puta madre argh Me ha dicho que sufro coprolalia escrita mierda joder que es el primer caso que él conoce joder argh que había visto y conoce a pacientes que sufren coprolalia puuuutaaaa mieeerdaaa pero siempre la expresan en el habla joder nunca en la escritura Yo no puedo joder escribir nada con sentido mierda tu puta madre joder sin tener que escribir algunas barbaridades joder Me perdonaréis joder entendedlo mierda puta Para vosotros es desagradable leerlo mierda pero para mí es mucho más me cago en la puta de oros ya porque me doy cuenta una vez lo leo joder no ahora cuando lo estoy escribiendo joder No me llaman mierda puta de ningún trabajo joder supongo que es porque en mi currículum hay escritas argh unas cuantas mierda puta ostia ya palabras malsonantes como las llama mi médico argh joder Lo peor es que joder ahora he conocido a una chica a través de un puta mierda joder chat y sé que un día me conectaré a la hora que normalmente hablamos hijo de puta cabronazo y ella no estará Supongo que la entiendo ostia puta mierda Espero que nunca joder que nunca os pase esto Es una mierda.
viernes, julio 06, 2007
why to lie
En 1979, Phillip H. Douglas, un estudiante de sociología de la universidad de Ohio, publicó un libro fruto del trabajo de fin de carrera.
El libro tuvo como título Homeless in America. Why to lie? I need a beer y en él, Phillip fue recopilando los textos que los vagabundos utilizaban para pedir limosna.
El estudiante viajó por todo Estados Unidos durante dos meses con su libreta y su cámara de fotografiar.
Su estudio consistió en analizar la mejor o peor ortografía dependiendo del estado y, sobretodo, comprobar si lo escrito daba sus frutos.
Así, Phillip, localizaba a un vagabundo, copiaba su texto, lo fotografiaba y, al acabar el día, volvía a visitarlo y comprobaba cuánto dinero había recogido. La conclusión principal que Douglas extrajo de este experimento fue que las palabras y expresiones que suelen provocar tristeza no funcionan a la hora de recoger más dinero. En cambio, las expresiones alegres, los juegos de palabras y, sobretodo, la honestidad, son las preferidas para los peatones de norte América.
Una vez estudiada esta cuestión, Phillip quiso comprobar que no se trataba del aspecto físico del vagabundo en sí, sino únicamente de lo que estaba escrito en su cartón.
Así, llevando un poco más lejos su experimento, analizó al mismo vagabundo dos días seguidos.
El primer día Phillip le escribió Tengo hambre. Ayuda. Por favor.
El segundo día le facilitó otro cartón en el que se podía leer Por qué mentir, necesito una cerveza.
El primer día el vagabundo reunió 12$.
El segundo, 60$.
Cinco veces más.
El vagabundo, un veterano de la Segunda Guerra Mundial llamado Stephan Mzireg, le agradeció a Phillip su gesto y le rogó poder quedarse con el cartón. El estudiante, por supuesto, accedió.
Phillip Douglas reside hoy en Santa Mónica, California, junto a su mujer y sus dos hijos.
Stephan Mzireg murió al año siguiente de publicarse el libro.
Mzireg viajaba en tren hacia Oklahoma y dormía en la cama inferior de una litera. El tren frenó bruscamente y la maleta, situada en la litera de arriba, le golpeó el cráneo. Cuando lo encontraron, Stephan estaba boca abajo con la maleta encima de su cabeza.
Días más tarde, su muerte apareció en los periódicos.
En la maleta se pudo encontrar un cartón en el que se podía leer Por qué mentir, necesito una cerveza.
Y 2.500$ en monedas.
El libro tuvo como título Homeless in America. Why to lie? I need a beer y en él, Phillip fue recopilando los textos que los vagabundos utilizaban para pedir limosna.
El estudiante viajó por todo Estados Unidos durante dos meses con su libreta y su cámara de fotografiar.
Su estudio consistió en analizar la mejor o peor ortografía dependiendo del estado y, sobretodo, comprobar si lo escrito daba sus frutos.
Así, Phillip, localizaba a un vagabundo, copiaba su texto, lo fotografiaba y, al acabar el día, volvía a visitarlo y comprobaba cuánto dinero había recogido. La conclusión principal que Douglas extrajo de este experimento fue que las palabras y expresiones que suelen provocar tristeza no funcionan a la hora de recoger más dinero. En cambio, las expresiones alegres, los juegos de palabras y, sobretodo, la honestidad, son las preferidas para los peatones de norte América.
Una vez estudiada esta cuestión, Phillip quiso comprobar que no se trataba del aspecto físico del vagabundo en sí, sino únicamente de lo que estaba escrito en su cartón.
Así, llevando un poco más lejos su experimento, analizó al mismo vagabundo dos días seguidos.
El primer día Phillip le escribió Tengo hambre. Ayuda. Por favor.
El segundo día le facilitó otro cartón en el que se podía leer Por qué mentir, necesito una cerveza.
El primer día el vagabundo reunió 12$.
El segundo, 60$.
Cinco veces más.
El vagabundo, un veterano de la Segunda Guerra Mundial llamado Stephan Mzireg, le agradeció a Phillip su gesto y le rogó poder quedarse con el cartón. El estudiante, por supuesto, accedió.
Phillip Douglas reside hoy en Santa Mónica, California, junto a su mujer y sus dos hijos.
Stephan Mzireg murió al año siguiente de publicarse el libro.
Mzireg viajaba en tren hacia Oklahoma y dormía en la cama inferior de una litera. El tren frenó bruscamente y la maleta, situada en la litera de arriba, le golpeó el cráneo. Cuando lo encontraron, Stephan estaba boca abajo con la maleta encima de su cabeza.
Días más tarde, su muerte apareció en los periódicos.
En la maleta se pudo encontrar un cartón en el que se podía leer Por qué mentir, necesito una cerveza.
Y 2.500$ en monedas.
jueves, julio 05, 2007
la leo feliz
Hace casi dos años dejé de comunicarme con una amiga.
Eso es mucho tiempo para una amiga.
Sé que he hecho cosas buenas en mi vida.
Pero ésta no ha sido una de ellas.
El otro día me volví a comunicar con ella.
Después de casi dos años sin hablarnos.
No hay un porqué.
O quizá sí.
Quizá estaban todos.
Este sábado se casa.
Suena raro.
La leo feliz.
Sé que me lee.
Espero que me lea feliz a mí también.
time may change me but i can`t trace time.
martes, julio 03, 2007
vamos a concursar, coño
Para todos aquellos a los que os guste escribir, deciros que a partir del domingo 22 de julio, El Periódico de Catalunya tendrá una nueva sección con microrrelatos enviados por los lectores, publicando y premiando a los mejores.
El tema del relato tiene que estar relacionado con algún titular de una noticia, que debe encabezar el microrrelato junto a la fecha de publicación de esa noticia, además de vuestro nombre y un teléfono de contacto. (Esto está mal redactado, ya lo sé).
La extensión mínima es de 5 líneas y la máxima de 10, y pueden estar escritos en castellano o en català.
Se pueden enviar desde hoy mismo.
Yo acabo de enviar el de aquí debajo.
La dirección: microrrelatos@elperiodico.com
¡Vamos a concursar, coño!
¡Suerte a tod@s!
El lago que desapareció misteriosamente en la Patagonia chilena comienza a llenarse de nuevo
3 de Julio 2007
Cuando era pequeño, su madre le explicó una historia, una de esas historias que se olvidan cuando te haces mayor y recuerdas un día, no sabes por qué, al cabo de muchos años, y la recuerdas como si fuese ayer, porque todo lo que te explicaron de pequeño acaba volviendo siempre, cuando menos te lo esperas, y entonces recuerdas aquella historia que te explicó tu madre en la que un lago abría su desagüe gigante y dejaba que su agua viajara por el mundo, visitara otros mares, ríos y lagos, para volver al cabo de unos días, más azul, más viva, igual pero diferente.
Porque todo acaba volviendo siempre, cuando menos te lo esperas.
lunes, julio 02, 2007
primitas
Si queréis que os recomiende una peli para que no os acompañen ni vuestros abuelos ni vuestras primitas, os recomendaré 28 semanas después.
la izquierda
Qué queréis que os diga, si hace unos días ofrecía en sacrificio mi dedo meñique a cambio de un micro cuento de Thomas Bailey Aldrich, hoy extiendo mi mano entera por éste de García Márquez. La izquierda, no os paséis.
...el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde un décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el momento de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena ser vivida.
...el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde un décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el momento de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena ser vivida.
domingo, julio 01, 2007
a la cabeza
En la, por qué no decirlo, maravillosa película Amanecer de los muertos, los protagonistas acaban refugiándose en un centro comercial abandonado.
Hoy empiezan las rebajas.
Espero que alguien me dispare y que todo esto acabe lo antes posible.
A la cabeza, si puede ser. Gracias.
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