Empiezo de nuevo.
Ayer estaba tumbado en el sofá de mierda mirando la tele a las dos o a las tres (2 o 3) de la madrugada, viendo un programa en C33 sobre el director Wim Wenders.
Creo que era sobre él, lo vi empezado ya.
Como la tele estaba a un volumen bajo, como la tele estaba bajita, iba yo recopilando frases que me llegaban del aparato, sin escucharlo todo perfectamente pero tampoco queriéndolo. Levantaba yo la oreja izquierda pegada al cojín de mierda para oír mejor, porque por la izquierda oigo más que por la derecha, y así escuchaba lo que la voz en off decía del Wenders, lo que el Wenders decía a través de su traductor català.
En una de esas ráfagas de frases que me vinieron, el Wim estaba hablando de las drogas, de si había tomado o no, blablabla, que sí, que se ve que se metió algunas pastis, LSD, creo que dijo la voz catalana de Wim Wenders, pero que en uno de los viajes casi se queda como la gallina: turuleta.
Y es eso lo que me hizo querer escribir este post, una frase maloída por mi oreja derecha en la que Wim Wenders decía que después de un viaje de LSD estuvo a punto de no volver.
Y es de eso, digo, de lo que quiero hablar hoy: del retorno.
Yo, personalmente yo, mi yo personal, el yo que puedo decir mirándome al espejo: ese soy yo, yo, dije, digo, nunca hemos tomado drogas.
Sé que parece lo contrario leyendo la cantidad de tonterías que escribo, pero así es: nunca he tomado drogas. Y con esto no estoy diciendo: mirad, leed qué sano soy, coño, o los que se drogan son una pandilla de imbéciles, no, no entro en ninguno de estos discursos de abuelas.
El motivo por el que nunca he tomado drogas es el que dije: el retorno. O, mejor dicho: el miedo al no-retorno.
Así somos los cobardes, qué quieres que te diga.
Yo necesito saber que luego voy a volver, a donde sea: a mi casa, a la calle, al autobús, a la cama o a mí mismo, volver allí donde estaba en un inicio, en mi inicio.
Saber que va a haber un retorno es indispensable en mi vida.
Cuántas veces fui a trabajar, voy a la uni, pensando en el momento de la siesta a la vuelta. Cuántas veces sales de fiesta y sí, está bien, es divertido, o te aburres, da igual, es una fiesta, pero está bien, está bien, es una fiesta, pero es una fiesta porque más tarde volverás a casa o a allí de donde vengas, es una buena fiesta porque llegará un momento en el que se acabará y tú volverás a casa y te acostarás y te dormirás. Si la fiesta durase eternamente sería el infierno.
Cuántas veces fuiste al cine, al teatro, y pensaste me estoy aburriendo y aburriéndote así como estabas te imaginaste la vuelta a casa, ya de noche, sin cenar, porque el cine era a la hora de la cena y cuando salgas ya será tarde, y cuando llegues a casa quizá sea la una de la madrugada pero, ¿qué más da?, entonces recuerdas que sobró pan, ¡y lomo de este mediodía!, un bocadillo de lomo a la una y media de la madrugada, cuando vuelvas a casa, sentado en el sofá, la felicidad es el retorno, pensarás mientras pasan los títulos de crédito de la película, la felicidad es el retorno, qué más da cómo haya acabado la película si en casa tengo un trozo de pan y lomo.
El retorno a un lugar es algo necesario para el hombre.
Cuando la muerte venga a visitarme, que me lleven al sur donde nací, dijo el Sabina.
Cuántas veces se te ha hecho tarde en casa de un amigo/a, y él/ella te ha ofrecido pues quédate a dormir, hay camas, y a ti te ha dado pereza el volver a esas horas a tu casa y de buena gana te quedarías en su casa porque sabes que te invita de verdad, pero dices que no, que da igual, que te vas a tu casa. ¿Por qué?: porque lo necesitas. Necesitamos volver.
(Igual que con las drogas, a las que les tengo simplemente ese miedo, no el de engancharme ni el de no controlar, sino el de no volver a ser yo, también le tengo miedo al helio (sic), a inspirar helio de un globo, que te hace hablar como un pitufo (wikipedia: el helio, al ser menos denso que el aire hace que las cuerdas vocales puedan vibrar con mayor frecuencia, ya que encuentran menos resistencia que con el oxígeno), a eso me refiero, a eso le tengo pavor. Y no es que tenga ocasión de inspirar helio cada dos por tres, no, claro, pero siempre que veo que alguien lo hace, en la tele, donde sea, me pongo nervioso y pienso imagínate que no vuelve a hablar con su voz, que se le queda esa voz para siempre, vaya putada, ¿quién se lo va a creer?, ¿quién confiará en ti si hablas como un pitufo? Imagínate estas frases en voz pitufo: Tranquilo, no te preocupes, yo me encargo de todo, o, Si algún día queréis salir puedes dejarme a la niña.
¿Acaso nadie le tiene miedo al helio que todo el mundo se lanza a inspirarlo como si no hubiese mañana?
¿Acaso nadie le tiene miedo al no-retorno?).
Mira, ahora mi abuela está en la residencia (digo la residencia y parece que sólo haya una), y está porque tiene que ser así, porque es lo mejor para todos, qué más da por lo que esté, la cuestión es que ella dice que está ahí temporalmente, que de aquí a un tiempo volverá a su casa. Y simplemente es eso, ese pensamiento, lo que hace que ella esté mejor, estoy seguro, la idea de la vuelta a casa, aún a sabiendas que no estará mejor cuidada de lo que está ahora, le hace estar más feliz.
Porque así es y así debe ser.
Porque el retorno es nuestra última esperanza.
Nuestra mejor esperanza.
Roda el món i torna al born.
Qué bonito suena.
Cuántas veces,
después de un viaje,
volver a casa,
el sonido de la llave en la cerradura,
el olor de los muebles del recibidor,
el interruptor estropeado,
cuántas veces nuestro váter,
de nuevo,
nuestra cama y nuestra almohada,
ese póster,
ese cuadro aún sin colgar que ya se quedará ahí,
cuántas veces la silla de la cocina que cojea,
y el viaje estuvo bien, la verdad,
un viaje inolvidable,
hicimos fotos,
ya te las enseñaré,
unos lugares preciosos pero,
cuántas veces,
después de un viaje,
volver a casa.
...Pero el viajero que huye
tarde o temprano detiene su andar,
y aunque el olvido, que todo destruye,
haya matado mi vieja ilusión,
guardo escondida una esperanza humilde
que es toda la fortuna de mi corazón.
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