Aquí dejo otro ejercicio para este jueves.
Se trataba de un cuento desmitificando la Navidad.
ESCENA FINAL
Interior de un centro comercial.
Luces de todos los colores adornan los escaparates de las tiendas.
La gente se mueve muy rápido. Si alguien llegase de otro planeta en este momento y observara la escena desde arriba podría pensar que se trata de una alarma nuclear.
Entre las personas, una madre y su hijo caminan rápidamente, no porque lleguen tarde a ningún sitio, sino porque es lo que hace todo el mundo.
La madre arrastra al hijo, que no puede seguir el paso tan rápido y vuela literalmente.
La cara de la madre denota frustración. La del hijo desenfreno, lujuria, en fin, locura.
En ese momento al niño no se le ocurre otra pregunta que ésta.
Niño: Mamá, ¿qué es la Navidad?
La pregunta del niño no expresa ningún tipo de dulzura si es que el lector la interpretó así. La pregunta del niño no expresa absolutamente nada. La oyó en una película y quiere saber si la respuesta será la misma.
Su pequeña mano aprieta una Nintendo DS de la que se cansará dentro de cinco, cuatro, tres, dos, uno.
Aunque sólo tiene seis años ya conoce a su madre lo suficiente como para tenerla controlada totalmente. Con sólo una mirada puede hacer que se arrodille y acaricie su barriguita y luego le compre lo primero que señale aquí, en el centro comercial donde habitan. Sólo irán a casa para dormir.
Afuera, los copos de nieve no caen porque ya no existe el invierno, ni el verano ni ninguna de las estaciones de las que hablaban nuestros abuelos.
Los copos de nieve ahora son algodón de oferta.
La madre y el niño siguen vagando frenéticamente sin rumbo fijo. Aunque el verbo vagar ya suponga sin rumbo fijo y frenéticamente no sea el adverbio más adecuado para acompañarlo, dije: la madre y el niño siguen vagando frenéticamente sin rumbo fijo. ¿A quién le importan ahora los significados? No hay tiempo para eso.
La pregunta del niño sigue en el aire, un aire cargado de colonias recién regaladas y falsos propósitos. Quizá por eso tarda tanto en llegar a los oídos de la madre, por la densidad de todo ahora.
La madre sigue de un lado para otro. Ha pasado ya cinco veces por delante de esa tienda. Quiere creer que no. Los tacones la están matando. Pero pronto llegarán las rebajas. Eso la tranquiliza momentáneamente.
El niño sigue con su cara loca, aunque empieza a estar cansado de ver sólo piernas y zapatos. Mira de vez en cuando a su madre, esperando la respuesta a esa pregunta que hace tanto formuló. Pero la respuesta no llegará ni hoy ni mañana.
A cambio, una mejor.
Madre: Venga, que hoy cenamos en el McDonald´s.
1 comentario:
mola...
o como dirían los que silban para dentro 'chana'...
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