martes, octubre 12, 2010
ratas descubiertas
Me paseo por librerías, las manos atrás para que no me acusen de ladrón, a base de experiencias nos moldean, los demás, nos convertimos en lo que el resto quiere, me paseo por librerías con las manos atrás, nunca en los bolsillos, símbolo inequívoco de hurto, la mano en el bolsillo, y durante ese paseo no dejo de ver libros del nuevo, flamante, Premio Nobel, así que libros por todas partes del nuevo y flamante Premio Nobel escalan las paredes y saturan las mesas de las librerías, y no toco ninguno pero no me hace falta, no toco ninguno de esos libros pero los puedo ver y, sobre todo, oler, puedo oler toda esa carne de almacén, del árabe Al Majzan ("el depósito"), y ya ese olor a libro cadavérico, encerrado durante años, amontonado en pilas que sólo significaron cifras justo hace una semana, estantería o1-114, ya ese olor, digo, vicia el aire de las librerías convirtiéndolas en nuevos depósitos de cadáveres, en nuevos almacenes, y simplemente lo que hace una semana copaba estanterías en alguna nave de algún polígono industrial, ahora se desparrama por las mesas y escala frenéticamente, ratas descubiertas tras encender la luz, las paredes de todas las librerías, impregnándolo todo de ese olor nefasto a cadáver olvidado en un almacén, y entonces y no antes, con ese olor ya para siempre en mis fosas nasales, las manos todavía cogidas detrás de la espalda, envuelto por donde quiera que mirase por ese nuevo y flamante Premio Nobel, es entonces, dije, y no antes, cuando pienso que un premio sólo sirve para vaciar almacenes, y también entonces me imagino a las editoriales enviando listas del stock de sus almacenes, me imagino a un encargado del almacén de una editorial enviando una carta, nunca un e-mail, una carta a los señores suecos donde les especifica el stock, sentados en su trono, alfombra de piel de oso, el crepitar de un fuego, candelabros de oro, y entonces el mensajero irrumpe en la sala y, tras la reverencia, extiende su mano y ahí la carta escrita por el encargado del almacén de una editorial de un lejano y pobre país, y así haría con todas las editoriales, interrumpiendo siempre con elegancia el encuentro de los señores suecos, que ahora ya tienen sobre la mesa los datos, bien, ya tenemos los datos, dice uno, y estos datos, cifras, derivarán en el nuevo y flamante Premio Nobel, y el encargado del almacén premiado, un ser casi siempre olvidado y denostado durante el año, se convierte ese día, se convirtió el otro día, en el nuevo héroe de la literatura española y latinoamericana.
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