Sólo de pensarlo me pongo enfermo,
y es peor que el peor dolor de estómago
o que las jaquecas
que se me levantan por leer con poca luz:
una suerte de sarampión del espíritu,
de paperas de la psique,
de desfiguradora varicela del alma.
Me dices que es demasiado pronto para mirar al pasado,
pero eso es porque te has olvidado
de la perfecta sencillez que supone ser uno
y de la hermosa complejidad introducida por dos.
Puedo tumbarme en la cama y recordar todos los números.
A los cuatro era un mago de Arabia.
Podía volverme invisible
si me bebía un vaso de leche de una determinada manera.
A los siete era un soldado; a los nueve, un príncipe.
Ahora, sin embargo, paso el tiempo junto a la ventana,
contemplando la luz del atardecer.
Entonces nunca daba tan solemnemente
en los costados de la casita del árbol,
y mi bicicleta nunca se apoyaba en el garaje
como lo hace hoy,
desposeída de su velocidad azul.
Aquí nace la tristeza, me digo,
mientras recorro en bambas el universo.
Es hora de decir adiós a mis amigos imaginarios,
de cumplir mi primer gran número.
Parece que fue ayer cuando creía
que debajo de mi piel sólo había luz,
que, si me cortabas, fulgía.
Pero ahora, cuando me caigo en las aceras de la vida,
me pelo las rodillas. Y sangro.
Billy Collins
Navegando a solas por la habitación (2007)
2 comentarios:
Me he reconocido. Me ha emocionado. Y punto.
velocidad azul, quién la pillara!
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