Llevo varios días sin escribir nada o escribiendo estupideces, que es lo mismo, y tú me dirás, cuándo has dejado de escribir estupideces, Diego, gilipollas, y yo te diré, nunca, es mi único propósito en la vida, escribir estupideces, muy bien, sigue así, me dirás para finalizar, y es que los días que llevo sin actualizar y sin escribirme algo ya no interesante sino comprensible, coinciden con los días de inactividad laboral, con el cese temporal de actividades laborales, con, dilo, ya, Diego, face your fears, el paro, el paro ha llamado a mi puerta de un modo elegante, acordado, yo que lo veo por la mirilla y veo a este hombre (el paro es un hombre) elegante y acordado, le abro la puerta y el hombre entra y se sienta en el sofá, yo no estoy muy cómodo con este hombre en casa, sin hacer nada, pero, claro, qué va a hacer, si se llama paro, el hombre no hace nada, ni me pide un vaso de Coca-cola ni que me eche a un lado, no se queja, no hace nada, dije ya, y yo ahora estoy situándome en mi propia casa, sin rutina no soy persona, a eso he llegado, en eso me había convertido, la rutina es la más fructífera de las drogas, murió de sobredosis de rutina, me he tomado dos pastis de rutina y voy que lo flipo, ¿te apetece una rallita de rutina?
¿A cuánto se pagará el gramo de rutina?
Yo ahora mismo lo pagaría al doble.
Es triste pero es así.
Tendría que estar leyendo más, escribiendo más, paseando más, tocándomela más, pero no, la cuestión es que a mí me hace falta que alguien me esté dando latigazos cada cuarto de hora, necesito notar el frío cañón en mi nuca, sólo así funciono.
Es triste, ya lo dije, pero es así.
Y así he sido toda mi vida. No hay nada que hacer.
Todavía me asombro de la cantidad de entradas que he escrito en este bendito blog. Hay cosas que todavía me asombran de mí mismo. Pocas, pero alguna encuentro.
Cambiando de tema.
Uno de los libros que me estoy leyendo ahora, ya lo puse en la columna de la derecha, es Conversaciones íntima con Truman Capote, una serie de entrevistas delicatessen que Lawrence Grobel le hizo al escritor.
Lo mejor del libro es que escuchando a Capote, aprendes.
No que aprendas algo en concreto, Capote me enseñó a escribir, no, simplemente aprendes.
Para mí es como si estuviese oyendo a Dios, si suponemos que Dios habla claro, conciso, sabe de todas las artes porque Él las ha creado, critica a los mediocres y se sabe de un poder sobrenatural.
Me cae bien el Capote, muy bien me cae, porque dice las cosas sin rodeos, transparente y fluida es su prosa oral.
No he leído nada de él.
Me he empezado unas veinticinco veces A sangre fría y no llego nunca a la página cincuenta. Ahora, oyendo al Truman, me dan ganas de empezarlo de nuevo, claro, pero sobre todo, de leerme el que para él, para Él, es su mejor libro: Se oyen las musas.
Esto es un escritor como Dios manda, alguien que dice cuál es su libro favorito. Estoy harto de escuchar, de leer en entrevistas a escritores, a artistas en general, decir eso de ninguno es mi favorito, un libro es como un hijo. Por eso mismo, todo el mundo sabe que una madre tiene a su hijo favorito aunque no pueda decirlo, igual que un nieto tiene a sus abuelos favoritos. Por ejemplo, y no sé por qué, yo soy el favorito de mi madre, y mi hermana lo sabe y lo acepta, ¿qué otra cosa le cabe hacer? Aceptarlo.
Pues aquí el Capote dice las cosas así de claras, metiéndose con todo el mundo, bebiendo vodka sin parar y peinándose el poco pelo.
Truman Capote, vaya.
Grobel: ¿Ha leído En el camino?
Capote: Claro que la he leído.
G.: Ese libro anunció una era.
C.: Un chiste, un chiste, un chiste.
[...]
G.: ¿Le gusta Borges?
C.: Es un escritor de segunda categoría. Es muy buen escritor, me gusta, pero es de menor importancia.
2 comentarios:
Pues yo estoy con la prórroga, una prima hermana del paro que es fea, delgaducha, con gafas de culo de botella y aparatos, la puta prórroga, que se pone en la puerta y no te deja salir, y luego te quieres asomar a la ventana y no se te pone en medio, ahí mascando chicle de esa manera tan asquerosa, enseñando las encías. "Luego, luego". Mira que a mí tampoco me gusta meterme nada, pero tampoco le iba a hacer ascos yo a un gramito de rutina o una pastillita de seguridad (de cualquier tipo: intelectual, emocional, profesional, ¡política!).
Y qué hijoputa, el Capote, no me pienso leer nada SUYO, perdón, NADA suyo.
Y si crees que estoy que trino, esperáte que la semana que viene LA MENSTRUACIÓOOOOOON!
jiji
*espérate, joder, que no soy argentina.
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