Así, el día en que la uno se decidió a emitir El exorcista, no sé si por primera vez, en clase no se hablaba de otra cosa.
Es de mucho miedo, dijo alguien.
Esa fue mi primera referencia de El exorcista, la primera crítica que escuché, emitida por alguien menor de diez años que supongo que ya la habría visto o que simplemente reproducía lo que había escuchado de otros y que, seguramente, estaría acabando de pintar un dibujo, copiar un texto o sacando punta a un plastidecor.
Llegó la noche. Era viernes. Fue viernes. Porque me quedaba a dormir en casa de mi tía María. Abríamos el sofá cama, desplegábamos el viejo sofá con sus muelles y sus patas ancestrales, y allí nos tumbábamos todos. Y luego un vaso de leche con galletas.
La felicidad es un sofá cama, un viernes por la noche, en casa de mi tía María, con todo el fin de semana por delante, y con toda la vida también.
Recuerdo que me pareció una película aburrida al principio, con todo ese rollo del desierto, las excavaciones, la presentación de la familia, lalalá. Eso para un niño es la eternidad y un día.
Pero entonces ¡zasentodalaboca! La niña se empieza a poner violenta, la niña le pega a su madre, la niña gira la cabeza y, lo más terrorífico de todo el asunto para mí: la niña ya no tiene voz de niña.
Según mi madre, siempre me asustaron ese tipo de cosas: la voz no correspondida.
No sé.
Yo sólo recuerdo que vi la película tapándome las orejas y no los ojos. La imagen sin sonido no me parecía tan terrorífica como con este.
Y así me ha parecido siempre que la he vuelto a ver.
El tratamiento del sonido en esta película es perfecto, lo que le supuso un Oscar, aunque este premio tampoco es que constituya un baremo de nada.
Para mí, más que las escenas de la cabeza girando, el vómito, la masturbación con el crucifijo, etc, lo más impresionante en esta película es el sonido y la música. Pocas veces la música de Penderecki tendrá tanto sentido.
De todas la escenas que se podrían elegir de esta obra maestra, me quedo con una de esas que surgieron después, que no estaban en la copia original y que se editaron más tarde, siguiendo el montaje del director o el olor del dinero.
Así que esta escena que te dejo no la vi aquel viernes en casa de mi tía. Pero da lo mismo.
El terror: una niña bajando las escaleras a cuatro patas.