Estoy harto del trato que se le da a José Tomás.
Que le pongan un sillón en la Real Academia. Por favor.
Que una persona lea poesía no significa nada.
Na. Da.
Metámonos esto en la cabeza. Nos cuesta mucho porque es un tema atractivo: juzgar. Pero intentemos meternos algunos conceptos básicos en nuestras cabezas.
Es que José Tomás lee a Manrique y a Lorca. ¿Y qué? ¿No leyó tu hijo a Manrique y a Lorca en el instituto y míralo ahí en el banco, pasando costo?
Tranquilicémonos un poco.
Recordemos: José Tomás es un torero.
Recordemos: Jesulín de Ubrique también.
Lo digo para contextualizar.
Y tú me dirás: no compares, no tienen nada que ver.
Y yo te preguntaré: ¿ah, no?
Y tú seguirás: no.
Y yo te diré: pero los dos se dedican a marear a un animal y luego atravesarle una espada que, a ser posible, reviente cuanto más órganos mejor a su paso, siendo el corazón el preferido, por rojo y por letal y por acabar de una vez por todas.
Y tú me dirás: hombre, si lo enfocas así, pues sí, pero los estilos son muy diferentes.
Y yo te pregunto: los estilos de marear y matar, dices.
Y tú: sí, si quieres llamarlo así. Lo que hace José Tomás es una obra de arte cada vez que coge un capote. Lo de Jesulín es más espectáculo.
Y yo pregunto: quieres decir que me recomiendas palomitas para ver una faena de Jesulín y gafas de pasta y caricias en la barbilla para una de José Tomás.
Y tú: bueno, no exactamente. Son maneras diferentes de vivir el toreo.
Y yo: maneras diferentes de matar.
Y tú: a ver, si te pones así no vamos a ningún sitio. El toreo no es un asesinato, es un arte.
Y yo pregunto: como la literatura, la pintura, la música,...
Y tú: es una arte, y punto. Hay una historia detrás, unos gestos, unos movimientos, una liturgia. Hay que ver más allá de la muerte de un animal.
Y yo: no sé si puedo.
Y tú: inténtalo.
Y yo: no sé si quiero.
El lunes leí el artículo que publicó La Vanguardia sobre la corrida del domingo de José Tomás en Barcelona.
El autor lo tituló La Capilla Sixtina del toreo.
Sick my duck.
No entiendo, repito, qué relación tiene el toreo con el arte, pero bueno.
Si tú la sabes, explícamela.
Perdón pero no soy capaz de emocionarme ante una verónica genuflexa, un doblón por bajo o un pase de costadillo, por precioso que sea.
De todas formas, he de reconocer que el artículo me gustó en su forma más literaria.
Una cosa no quita la otra.
Aunque hay pasajes en los que el autor se emociona demasiado, erecto su pene quizás, mano izquierda en el teclado, derecha bajo la mesa, discreta y parsimoniosa masturbación, elegante en sus gestos, mientras las palabras le fluyen al poeta articulista como fluirá todo lo demás, en esta noche de estío.
Yo en los toros veo incultura. No puedo ver otra cosa. Y cuando veo entre el público a gente a la que consideraba inteligente o interesante, no puedo hacer otra cosa sino verlos como parte de esa incultura y ese retraso.
Cada vez que veo imágenes de una corrida de toros veo retraso.
La arena levantada por las pezuñas del animal es una imagen que me sugiere retraso.
Y esa música, siempre a punto de desafinar, también retraso.
Y el torero llevado a hombros, manchado de sangre, con orejas de toro en la mano: retraso.
No veo ni arte ni cultura ni poesía.
Veo retraso.
1 comentario:
Esto lo tendrías que mandar a los periódicos!
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