lunes, enero 25, 2010

pequeño papel sin frase

Hace poco descubrí a Charles Simic hurgándose la nariz en el blog de Jesús Jiménez Domínguez, un poeta ¡guapo!, un poeta guapo, ¿dónde se ha visto?, ¿a dónde vamos a llegar?, se empieza con un poeta guapo y se acaba invitando a Karmele a los conciertos de Radio 3, bueno, no sé, juzga tú misma, yo lo veo guapo, al menos entorna bien los ojos y viste chaquetas Adidas, ¡un poeta guapo que viste chaquetas Adidas!, bueno no sé si es Adidas, juzga tú misma, yo diría que sí, la cuestión es que el Jesús, hablemos en serio, me parece un tipo de lo más interesante, por lo que nos recomienda desde su blog, quiero decir, ya sabemos, ya me sabes, que yo no soy así como me estás leyendo, soy un poco peor, incluso, así que no sé si el Jesús será así como me lo imagino, quiero creer que sí, por eso lo tengo en favoritos y desde aquí le mando un saludo.

Charles Simic, poeta (vivo) nacido en Belgrado en 1939, que emigró a los Estados Unidos en 1954, Premio Pullitzer en 1990 por El mundo no se acaba, y del que no había oído hablar en mi vida, acaba de publicar una selección de la que él considera su mejor obra poética aparecida entre 1986 y 2003 bajo el título La voz a las tres de la madrugada
Una auténtica maravilla. 
(Siempre digo lo mismo cuando algún libro o disco o peli me gusta, ya me he dado cuenta, parezco imbécil pero, ¿qué quiere que te diga?, esto no es el blog de Vicente Luis Mora en el que no entiendo ni una puta palabra y no sé si lo está recomendando o se está cagando en la madre que parió al editor que apostó por ese autor. Yo lo único que hago es intentar utilizar palabras conocidas desde la infancia. Ése es uno de mis propósitos en este blog.)
No me esperaba que un libro de poesía me sorprendiera tan gratamente. 
Además, edición bilingüe, que siempre se agradece.

Me he decidido por este poema, Cameo (podría ser cualquier otro y sería igual de bueno), y por el de dos versos que da título al libro.
Conociéndote, creo que te gustarán.

CAMEO
Me dieron un pequeño papel sin frase
en una epopeya sangrienta. Yo era uno de los
bombardeados que huían.
En la distancia nuestro gran líder
cacareaba como un gallo desde un balcón,
¿o se trataba quizás de un gran actor
que hacía el papel de nuestro gran líder?

Soy ese de ahí, le digo a los chiquillos.
Apretujado entre el hombre
con las dos manos vendadas
y la anciana con la boca abierta
como si nos estuviera enseñando un diente

que le duele horrores. Cien veces
que paso la cinta y ni una sola de ellas
son capaces de encontrarme
en esa gris multitud
igual a cualquier otra gris multitud.

A la cama, acabo por decirles.
Yo sé que estuve allí. Pero sólo tenían
tiempo para una toma. Corrimos,
los aviones rozaron nuestras cabezas,
luego se marcharon
y nosotros quedamos aturdidos en la ciudad en llamas,
pero eso, por supuesto, no lo filmaron.



LA VOZ A LAS TRES DE LA MADRUGADA
¿Quién ha puesto risas enlatadas
en la escena de mi crucifixión? 

viernes, enero 22, 2010

cimientos

Nunca te he hablado de Billie Jean. No me refiero a la canción sino a la gata. Billie Jean, la gata.
Le voy a dedicar unas entradas, algo parecido a un homenaje en vida, porque tengo la sensación de que en la nueva casa un día abriremos la puerta, se irá y no volverá.
Es algo triste, sí, pero no nos engañemos, nadie nos dijo que esto iba a ser fácil.
Vamos a empezar a asumir la pérdida por los cimientos.

Lo peor de tener a un animal de compañía es que un día se morirá. Y, entendiendo que el ciclo biológico siga su curso con normalidad, se morirá antes que tú.
Una mascota no es un hijo. Es, a nivel afectivo, algo más cruel: la verás nacer, crecer, envejecer y morir. Y todo esto ya lo sabes en el momento de aceptarla en casa pero, aún así, aceptas la contemplación de esta vida en cámara rápida.
Por supuesto, sería enfermizo si pensara en este tema continuamente pero, de vez en cuando, sí que lo hago. Sobre todo mientras miro cómo duerme.

Estos días estamos de mudanza. Empezaremos a vivir (vaya inicio de frase) en la nueva casa a finales de la semana que viene, el último fin de semana de enero.
La casa, como te puedes imaginar, tiene puertas y ventanas, y por ellas, Billie Jean saldrá en cuanto vea un ligero resplandor de libertad, en un abrir y cerrar de ojos Billie Jean, silenciosa como todos los gatos, viajará en el espacio y, al girarnos para cerrar la puerta, nos saludará desde la verja, con su patita diciendo adiós, o hasta luego. Los gatos, siempre educados.
La llamaremos para que vuelva a casa, haremos sonar un ratón-sonajero para que vuelva a casa, sacudiremos el paquete de comida para que vuelva a casa, pero creo que Billie Jean ya tiene el futuro decidido, escrito en un diario secreto que esconde debajo de la cama, queridos amos, empezaría así, no puedo negar que me tratáis como a una reina, pero, miradme: soy una gata, no una reina. Así que, lo único que os pido es que: me dejéis subir a esos árboles, caminar sobre los tejados, resbalar los días de lluvia y ponerme a cuatro patas de nuevo, escapar de las fauces del Perro, maullar imitando a otros gatos, pensar mientras camino por la noche, pensar mientras camino por la noche, pensar, pensar caminando entre la noche.

A Billie Jean la encontró la madre de Sheila en una riera al lado de su casa.
Cuando la encontró no se llamaba así sino "una gata".
Nos dijo si la queríamos, ya que ella tenía un perro en casa y no creía que se fueran a llevar bien. Le dijimos que sí y nos la llevamos.
Eso fue el día del funeral de Michael Jackson.

A mí nunca me hicieron gracia los gatos. Siempre los vi como algo salvaje, indomable, incomprensible para el hombre. Y, sobre todo, antipáticos.
Los gatos, antes de Billie Jean, no me producían ni el más mínimo gesto de ternura.
Ahora ya pienso un poco diferente, he cambiado de opinión en algunos aspectos. En otros (salvajismo), sigo fiel a mi primera impresión.

A veces miro a Billie Jean y me pregunto qué estará pensando.
¿Echará de menos a su madre, a sus hermanos?
¿Será consciente de su orfandad?
¿Recordará la noche en la que caminaba perdida por la riera?
¿Alguien la abandonó y piensa en lo que hizo mal para que esto sucediera?
¿En qué piensa un gato?
¿En qué piensa Billie Jean?

Nunca lo sabré.

miércoles, enero 20, 2010

tu padre (silencio)

Hace años le pregunté a mi abuela el porqué de la silla de ruedas de tal familiar.
Hace años se lo pregunté y siempre que sale en alguna conversación o aparece, por sorpresa, al pasar la página del álbum de fotos, se lo vuelvo a preguntar. Y no es porque no me acuerde de lo que me contó, sino por lo fantástico de la historia.
Simplemente le pido que me la cuente para comprobar que no me mintió la primera vez.
Un familiar en silla de ruedas, ¿cómo se llama?, no lo sé, ¿qué parentesco tengo con él?, no lo sé, ¿está vivo todavía?, no lo sé. Su trágica historia nubla todo lo demás.
El terremoto de Haití me trajo de nuevo a la mente a ese familiar.
Según algunos médicos, el impacto psicológico del terremoto ha interrumpido el periodo de lactancia de muchas madres, agravando aún más, si cabe, la situación de sus hijos.

Almería, principios del s.XX.
Una madre amamanta a su hijo.
A las afueras del pueblo, de noche, unos bandoleros asaltan y matan a un hombre.
Un testigo de los hechos corre hacia el pueblo a comunicar la tragedia.
Llega a la casa de esa madre que amamanta al hijo.
Abre la puerta y dice: "Niña (silencio),tu padre (silencio), lo han matado".
El silencio y luego el grito. Un grito de dolor va siempre precedido del silencio más tenebroso.
La madre deja al niño encima de la cama. Un niño que nunca más caminará. Un familiar en silla de ruedas en una foto en blanco y negro.
"Se le agrió la leche a la madre", dice mi abuela, "del susto que llevó. Y eso le afectaría a la criaturilla, las piernas se le quedaron sin nervio".
Aunque lo más trágico es el final de la historia. Sigue mi abuela: "Y luego resultó que el muerto no era el padre de esa chica, se ve que el testigo lo confundió".
¿Acaso esto no es una auténtica tragedia griega?

Mi abuela siempre me ha contado así esta historia y yo siempre, desde el primer día que la escuché, me he imaginado la leche agria en el pecho de la madre, una leche amarillenta, o negra, y un rayo invisible entrando por la boca de aquel niño, iluminado por dentro fugazmente, disparándole en las piernas, en la columna, un rayo saliendo del pezón de la madre y desembocando en la médula del hijo, que continuaría mamando, por instinto, su desgracia.

martes, enero 19, 2010

peinarme las cejas

Me gusta Haneke. 
Mira los días que hacía que no escribía y lo primero que te digo, que te suelto, es esto: me gusta Haneke. Y todavía no he visto su última peli, si es eso lo que ibas a preguntarme. Qué raro se me hizo el blanco y negro cuando vi por primera vez unos fotogramas de La cinta blanca. Qué raro el Haneke hablando del pasado, si él siempre habla del presente y del futuro, todos ellos imperfectos. Todavía no la he visto, ya la veré, tampoco hay que impacientarse con estas cosas, eso era antes, hace sólo cinco años podía impacientarme con estas tonterías, ahora no, ahora la cinta transportadora sigue deslizándose bajo mis pies pero yo no hago ni el ademán de adelantar por la izquierda. El codo y el antebrazo apoyados en la goma, en la baranda, se diría, notando cómo los demás me adelantan y no sintiendo más que indiferencia. 
Hace años bajábame yo en Fontana para ir a los Verdi y veía a toda esa gente caminar delante, a mi lado, hacia el mismo lugar, pensaba yo, me los imaginaba a todos llegando antes que yo y agotando las entradas, ese era mi principal temor en la vida: que el otro me cogiera el sitio. 
Hoy ya ni me acerco a los cines. Y si me acerco es por culpa de autores como Haneke. Es el Michael el que me pone los calcetines y las zapatillas y me indica el camino al cine más cercano. Pocos autores quedan ya como el Michael, capaz de tener la paciencia de, incluso, atarme los cordones y peinarme las cejas con saliva antes de salir de casa. Hay que estar siempre presentable para la desgracia, para el accidente, en fin, para la vida. Me diría. Y después se me quedaría mirando así:
Durante cuatro horas.

Hace unos días me compré un libro (¡qué novedad, pesado de mierda!, pensarás) sobre el cine de (o el mundo según) Haneke.  
Muy recomendable. 
Ahí te he dejado el enlace al blog del autor. Un blog que acabo de descubrir ahora mismo y me ha parecido también, por cierto, más que recomendable.

domingo, enero 03, 2010

ha dejado un hueco

me doy cuenta de que no hice una lista con lo mejor del año, los discos, las películas, los libros; me doy cuenta ahora también que no empecé con mayúsculas esta entrada, como dándole menos importancia al asunto. 
Quizá las listas son para la gente joven, pienso. Ya no me interesan. Poco me sirven de guía. Poco me las creo. 
Mi disco favorito del año, no lo sé, he escuchado pocas cosas que se hayan grabado este último año. Quizá el disco que más he escuchado es A propósito de Garfunkel, de The new Raemon. Pero creo que es del 2008. También escucho mucho El fuego amigo y El mundo según, de Sr. Chinarro. Eso es lo que más escucho casi siempre. 
Y también (reviso el iPod, lo más escuchado): 
The ecstatic, de Mos Def, 
A l'Olympia, de Ovidi Montllor, 
Monk alone, de Thelonious Monk, 
Glitter and Doom live, de Tom Waits, 
En la fusa, de Vinicius de Moraes, 
West Side Story
The Blueprint, de Jay Z,
Rumours, de Fleetwood Mac,
por decir algunos, y así, eso es lo mejor del año para mí, lo que he ido escuchando mientras iba de aquí para allá. 
Este año, todas (prácticamente) las revistas musicales se han puesto de acuerdo en situar el disco de Animal Collective en el número uno. Me parece estupendo. Yo no lo soporto más de dos minutos.
Sinceramente, he perdido el interés por la música actual. 


De las películas, ni hablo. Creo que este año fui al cine ¿tres veces? 
No salgo de casa para ir al cine. Toda la culpa la tiene internet y que estoy en paro. Qué quieres que le haga. 
Up, la recuerdo con cariño y en 3D. No sé qué más he ido a ver, la verdad. 
Hace años iba al cine prácticamente cada fin de semana, a veces entre semana, solo, a las primeras sesiones de tarde, después del trabajo. Ahora mismo eso es algo impensable. 
Aún no he visto Malditos Bastardos, ahora que lo pienso.
Me compro bastantes dvds, sobre todo cosas clásicas o, simplemente, pelis que quiero tener en una caja en una estantería, sacarlas, cogerlas, leer la sinopsis cuando no puedo dormir, de madrugada, volverlas a dejar, ordenarlas alfabéticamente, tocarlas con los dedos, como quiere hacer mi madre con las fotos, organizarlas en álbumes, pasar las páginas, volver hacia atrás, pinzando las hojas con los dedos, eso es lo que quiere mi madre, sacar una foto de un álbum, comprar un marco y colocarla ahí, saber que la foto que ahora está en el marco ha dejado un hueco en una página del álbum, saber que si yo no estoy en la que fuera mi habitación es porque estoy aquí, escribiendo esto, en definitiva, tener el control sobre los recuerdos, sobre la vida. 
Eso es lo que quiere mi madre, y todos. 
En el fondo, nadie tendría que aceptar que su vida cupiese en una memoria USB. 
Pero en eso nos convertiremos: en gigas, en megas y en archivos jotapegés. 
No me hables, hoy estoy super pixelado,
o
La otra noche me enrollé con una tía que tenía unas tetas de cuatro gigas, ¡no me cabían en las manos, créetelo, tío!,
o
No sé lo que me pasa, hoy voy muy lento, no me acabo de descargar.

Con los libros ya es otra historia. No sé cuántos me he llegado a comprar este año. Y desde que Sheila trabaja en una librería, ni te cuento. Te pongo unos cuantos que tengo a la vista:
Aquí empieza nuestra historia, de Tobias Wolff.
Cuentos completos, de Amy Hempel (brutalísimo).
Diccionari Pla de Literatura, de Josep Pla (una maravilla).
Postpoesía y Nocilla Lab, de A.F. Mallo.
Aire nuestro, de Manuel Vilas (interesante este hombre).
Monzó. Com triomfar a la vida (quiero ir a la exposición antes de que se la lleven por ahí. Cuantos más días está una exposición, más probabilidades de no ir).
Vida y muertes de Luis Martín-Santos, de José Lázaro.
Obra poética, José Ángel Valente.
Papeles inesperados, Julio Cortázar (un libro que no ha tenido casi repercusión, para mi gusto).
El fósforo astillado, Juan Andrés García Román.
Pirografía, John Ashberry.
Mi último suspiro, de Luis Buñuel (hazte con él).
Cuando Kafka vino hacia mí..., Hans Gerd Koch (ed.)
Un perro andaluz. Ochenta años después, de Buñuel y Dalí (una delicia, ahora y ochenta años después).
Relatos autobiográficos, de Thomas Bernhard.
El padre muerto, de Donald Barthelme (lo más bizarro que me he leído este año).

Hablando de cosas bizarras y listas, la web AdFreak ha elegido los anuncios más raros (una palabra que engloba tantas cosas) del año. 
El número uno, el más raro (o repugnante, ya aviso, YA aviso) es éste:


No sigo con los libros porque me estoy dando cuenta de que este año, hablando claro, me he vuelto un poco loco.

Ahora toca buscar cajas para la mudanza. 
Nos vamos del piso, no te lo había dicho. Nos vamos a una casa, alejándonos de la ciudad, montaña arriba. Este mes será de mudanza. Tampoco tenemos muchas cosas, porque los muebles no son nuestros. Pero los libros son lo que más miedo me da: el peso, la cantidad, el espacio, sobre todo, el espacio. Nunca tendré suficiente espacio. 
Tengo ganas de estar en la nueva casa, (a mi madre ya vi que no le gustó demasiado, por el trabajo que lleva una casa rodeada de jardín y tierra; a mi madre, en fin, no la vi entusiasmada con nuestra nueva casa) arreglar el jardín, hacer barbacoas y cine al aire libre. 
Durante los meses de verano organizaré sesiones al aire libre. Sheila pone un poco los ojos en blanco cuando se lo digo, pero yo lo quiero hacer. 
Cuando esté más definido, ya te iré informando, ya te daré la dirección, por si quieres venir, me avisas antes, para que compre suficientes tumbonas. 

Por ahora ya somos dos: Sheila y yo.