domingo, febrero 28, 2010

barreño de mierda líquida

No sé a qué viene, a qué vino, tanto revuelo con lo del John Cobra
Yo, sinceramente, no creo que haya sido para tanto. 
De hecho, se trata de un paso lógico en la decrépita situación de la televisión. 
No hay nada de extraño, a estas alturas, en que un hombre insulte al público y haga gestos obscenos. 
¿Nos acabamos de despertar ahora? 
Parece que lo único malo es que esto haya sucedido en una televisión pública.
Es lo que a mí me parece. Estos gestos no hubieran sido tan alarmantes si las imágenes procedieran de, por ejemplo, Tele5. 
Así que no se trata de lo soez del asunto sino de que estos gestos los pagamos todos.
Y ahora me hacen creer que TVE no se podía esperar, ni siquiera por un casual, que John Cobra pudiese hacer alguna travesura. Sólo hacía falta mirar su historial delictivo para darse cuenta de que este chico no iba allí para cantar If you're going to San Francisco, be sure to wear some flowers in your hair.
Vuelvo a decir que a mí no pareció tan alarmante.
Por ejemplo, en Tele5, continuamente hay amenazas de todo tipo, algunas más directas que otras, pero no dejan de ser amenazas. Y, a base de escucharlas, nos hemos ido acostumbrando. Sólo hay que observar cómo la gente de plató vitorea y aplaude cuando Belén Esteban grita lo de ¡Por mi hija, mato! 
Una amenaza así se ha convertido en algo popularmente aceptado, incluso gracioso.
En cambio, cuando un neonazi invitado para cantar una canción candidata a Eurovisión, le espeta al público Cómeme la polla y le hace gestos obscenos a todo el que le chista, entonces nos ponemos las manos en la cabeza.
¿Por qué?
¿Acaso esperabas otra cosa de este personaje? Al menos ha seguido un discurso coherente.
¿Está la Esteban autorizada a practicar la mala educación continuada y el Cobra no?
Quizá no es lo mismo comparar a la Esteban con el Cobra. O quizá sí. La cuestión es que la Esteban nada en un barreño de mierda líquida a medida, que es Tele5, y a duras penas se observan ya sus brazadas, de tanta mierda alrededor, flotando. En cambio, el Cobra apareció por sorpresa en una televisión pública en lo que todo es políticamente correcto.
De una manera inteligente (sic), John Cobra ha tenido más minutos en la tele que el propio ganador del concurso al que se presentaba.
Pero, ¿qué ha sido lo que ha provocado este éxito?
El contexto, sin duda.

La verdad es que siempre he pensado que la televisión llegará a su punto álgido cuando alguien mate a una o más personas en un plató en directo. Eso será un punto y aparte, no en grado de importancia sino de innovación. Aunque, sin lugar a dudas, el asesinato dentro de la casa de Gran Hermano sería (o será) algo también memorable.

Lo mejor de todo esto es que ya casi nadie se acuerda del John Cobra (estoy escribiendo esto una semana después de los hechos y parece que fue hace cinco años) y, si alguien se acuerda, ya ha sucedido algo más importante o, simplemente, más nuevo que lo ha anulado.

jueves, febrero 25, 2010

pez en el barro

Partido son dos cosas a la vez: un nombre y un apellido.
El nombre de un grupo y el apellido de Víctor, el cantante.

Partido suenan demasiado bien como para creer que son de Barcelona. Pero así es.

Partido me hacen querer ir a casa de mis padres para coger los cd's de The Jayhawks que tengo allí y empezar a escucharlos uno a uno. (Víctor, no sé si me he expresado bien, pero quiero que sepas que esto era un halago.)

Partido, conociendo a Víctor, poco pero suficiente, es un proyecto que sale del corazón. Y quizá esta frase haya sonado a lugar común, a recopilación de tópicos, pero es la única y más honesta manera que se me ocurre de decirlo. 

Estuve trabajando con Víctor durante los últimos coletazos que dio Discos Castelló (aún los sigue dando: un pez en el barro, la charca se ha secado, puedes verlo en sus ojos, a esto se le suele llamar final), y, pese a toda la melancolía de aquellos últimos días, meses, años, recuerdo un resquicio de alegría, una persiana por la que se colaba un hilo de luz, la recuerdo, una esperanza nerviosa por lo que nos depararía el futuro. ¿Dónde estará aquel futuro de entonces?

El futuro era ayer y, al fin y al cabo, las cosas no están yendo tan mal. O eso quiero pensar.
Al menos veo (y oigo) que Víctor está haciendo lo que realmente quería.
Yo lo estoy intentando. (Me refiero a saber lo que quiero.)

Me hace feliz escuchar a Víctor y que las cosas le vayan saliendo bien, aunque sea poco a poco.
De hecho, lo del grupo y el cartel a lo Bonanza de su próxima actuación (allí estaré) era una simple excusa para hablarte de un colega al que hace tiempo que no veo.

Somos una generación desperdiciada, solías decir, Víctor. 
Y yo no te contestaba, supongo que dándote la razón.
Ahora soy capaz de responderte: todavía no.

Todavía no.

domingo, febrero 21, 2010

estómago vacío

1. El próximo miércoles 24, gracias a Versus, sale a la venta el dvd documental Vida y hazañas del Dr. Hunter S. Thompson (Gonzo: The life and work of Hunter S. Thompson). No sé tú, no sé tú, pero yo, pero yo, lo que se dice yo, no voy ni a mirar el precio. Así soy en estos casos: tosco.
2. Coincidiendo casualmente con mi angustiosa felicidad ante el descubrimiento de Klaus Kinski (¡pesado de mierda, cambia de tema ya!), o quizá debido a este angst que me corroe por dentro como un caballo salvaje queriendo escapar de mi estómago vacío, se edita, gracias a Blackie Books, el libro Werner Herzog. Conquista de lo inútil
Sheila me lo guardó con cariño en cuanto llegó a la tienda, porque sabía que iba en su busca, y al día siguiente ya lo tenía entre mis manos, ronroneando y durmiendo a mis pies.
Se trata de un diario de notas del Herzog durante el rodaje de Fitzcarraldo. Será interesante comparar los dos puntos de vista Herzog-Kinski. 
Es necesario decir que los chicos y chicas de Blakie Books miman hasta el último detalle las ediciones de sus libros. Sólo apuntar que la faja es un desplegable con un mapa de Sudamérica junto con unas palabras del Herzog.

3. A las seis, ahora me ducho, como y me voy, asistiré a otro acto de violencia poética perpetrado por Carles Santos y su piano en el Teatre Lliure. 
La pantera imperial.
Ya te contaré. Tengo muchas ganas.
¿Qué te parece el cartel?
4. Junto con el libro de Herzog y una veintena más, me compré un diccionario etimológico. Siempre había querido tener uno. 
Este mío es el Breve diccionario etimológico de la lengua castellana Joan Coromines (Ed. Gredos)
Mira qué cosas más bonitas se pueden aprender leyendo así, a lo tonto:
cobalto: 1832, del alemán kobalt, variante de kobold (duende), por la creencia de los mineros, que consideraban sin valor este metal y creían que un duende lo ponía en lugar de la plata que había robado.

5. Este tiempo de mierda, ¿hasta cuándo?

viernes, febrero 19, 2010

el idiota era yo

Ya te aviso ahora para que luego no te pille por sorpresa que estoy pasando y pasaré una larga etapa que no sé cuánto durará en la que venere a Klaus Kinski por encima de todas las cosas además de venerar la ausencia de comas en los textos que cada uno le dé al texto su respiración si no hay dos personas que respiren de igual manera ¿por qué una coma?, ¿a qué viene una coma ahora?
Klaus Kinski está muerto. No lo supe hasta ayer, cuando lo leí en el libro que te comentaba el otro día. Murió en 1991. Yo iba a séptimo de EGB y él se muere. Así es la vida.
Ayer me compré el libro. En El Corte Inglés me dijeron que estaba descatalogado, que no sabían si lo iba a poder encontrar, que me sería muy difícil. Al fin y al cabo eso era lo que iba yo buscando: un libro difícil de encontrar, algo que buscar durante tiempo. La cuestión es que, hablemos claro, en El Corte Inglés no suelen tener ni puta idea de nada relacionado con la cultura y sus ramificaciones. Quizá te aconsejen bien si estás indeciso entre lana o polyester, pero en lo referente a cultura, en el amplio sentido de la palabra, no nos engañemos, y no descubro nada a nadie, son unos auténticos cazurros.
Y estas son cosas que hay que decir sin miedo a represalias.
Le tuve que repetir tantas veces a la dependienta, le tuve que deletrear tantas veces K-i-n-s-k-i a la mujer de detrás del mostrador, que por un momento pensé que el idiota era yo. A veces pasa, de tan idiota que es la persona que tienes delante, parece que se te pega.
El idiotismo puede llegar a ser como los colores para un camaleón.
El otro día fui a un bar y había un chico con un camaleón en el hombro y el bicho era azulado como la chaqueta. Luego lo puso encima de una mesa y se fue tornando marrón. Luego lo puso delante de unas latas de Coca-Cola y fue rojo. Y así me quedé mirando a ese lagarto mientras el camarero me preparaba unas bravas para llevar. Fue bonita la espera. Estuve a punto de decirle al camarero que las dejase hacer hasta quemarse con tal de poder presenciar aquella maravilla de la naturaleza durante más tiempo.
Pues la dependienta me dice que me va a ser difícil encontrar el libro (Yo necesito amor) y pienso: ¿para qué he venido a este puto antro?
Me voy a buscarlo por mi cuenta, sin preguntarle a nadie. Por supuesto, lo encuentro en la primera librería que entro. Me lo compro pensando que es el último ejemplar sobre la tierra. Luego, paseando, haciendo tiempo antes de entrar a clase en el Ateneu, voy entrando en diferentes librerías y allí me lo voy encontrando, abandonado y olvidado. Estoy a punto de comprarme todos los ejemplares con los que me cruzo, para regalarlos, aunque sea a bibliotecas o a cárceles.
Este libro es poesía pura lo abras por donde lo abras. Hablo en serio. Cuatrocientas páginas de éxtasis literario por menos de nueve euros.
Debido a la necesidad angustiosa de agrupar en mi mochila todo lo relacionado con Kinski, me dirijo a la Fnac (¿la Fnac o el Fnac?, nunca lo supe ni me importará.) En general, desde que ya no trabajo allí, otra pandilla de ineptos. Aunque, como en todas las casas, hay excepciones. Normalmente, la gente de pelis suele enterarse del asunto. Iba en busca del cofre Herzog-Kinski. Lo fui a buscar el otro día al Mediamarkt, como te dije, pero ese lugar es un mundo a parte: puedes encontrar cosas rarísimas cuando no las buscas, pero no vayas buscando nada en concreto porque no lo encontrarás. Es una de las leyes del Mediamarkt. Una especie de hechizo. De hecho, precisamente, buscando el cofre en cuestión, me topé con la edición en dvd, ¡por fin!, de Amanece, que no es poco. Obrísima maestrísima del cine español (cuántas veces puedes decir esto) y una de las candidatas a formar parte del cartel de Cine ¡al fresco! at the red house. Ya iré dando detalles del cartel, precios de los abonos, etc.
Pues en la Fnac me encuentran el cofre Herzog-Kinski sin titubeos. Lo pago en efectivo para no dejar rastro de mi visita y salgo pitando de ahí. Luego voy a Tallers y me compro una de las últimas joyas de Soul Jazz: Freedom. Rhythm & Sound. Revolutionary Jazz & the civil rights movement 1963-82. Sólo el título ya me da escalofríos. Todavía no lo he escuchado.
El reloj marca las seis y me voy al Ateneu, a clase con el Zarraluki. Un buen tipo, el Zarraluki.
Hablando del Ateneu, el otro día me hice el carnet de socio. Va incluido en el precio de los cursos pero no lo tenía físicamente. Otro carnet inútil en mi cartera de piel de serpiente. No sé cuántos carnets tendré que no sirven para nada, sólo para combar la cartera que me regaló Lorenzo. Este, el del Ateneu, es especial porque incluye tu huella digital. Te hacen una foto con una webcam, en la que sales muy bien siempre, y luego te piden que coloques el índice y el pulgar en un aparato que te lee y memoriza las huellas. Esto sirve por si quieres entrar en el bar del Ateneu. Sólo podemos entrar los socios a través de nuestras huellas.
Así somos la nobleza. Exclusivos y fascistas.
La verdad es que me gusta el bar y el jardín que tienen ahí montado.
Si algún día quieres ir, ya te dejaré mi dedo.
Detesto a la mayoría de gente que pasea por ahí. A excepción de alumnos y profesores que bajan para hacer un descanso, yo entre ellos, aquello es el parque jurásico de la supuesta nobleza barcelonesa. Huele a piso cerrado. Con muebles antiguos.
A parte de los viejales que se creen Santiago Rusiñol, luego están los jovenzuelos que se compran un sombrero sólo para ir ahí, sentarse a una mesa, sacar un libro de bolsillo antiguo, a ser posible en francés, y quitarse el sombrero y dejarlo reposar encima de la mesa, como queriendo decir: Soy estúpido, dispárame en la cabeza y acaba con este sufrimiento de tantos años.
Eso es lo que quieren decir, sin ninguna duda.

Y luego llovió mucho por la noche.
¿Qué color adopta un camaleón mientras llueve?

miércoles, febrero 17, 2010

mutando frases

Todos se ríen, menos Kinski.

El otro día fui con Tomás a la Filmoteca. Vimos Aguirre, la cólera de Dios.
También podría haber dicho:
El otro día fui a la Filmoteca con Tomás para ver Aguirre, la cólera de Dios.
O también:
El otro día vi Aguirre, la cólera de Dios. Fui a la Filmoteca con Tomás.
Podría seguir hasta la primavera, tampoco falta tanto, podría seguir con toda tranquilidad, porque no falta mucho y, total, pocas cosas tengo que hacer, pero veo que ya has captado la esencia de la frase. Es entonces inútil que siga mutando frases. Es entonces inútil.
La cuestión es que, pese haber visto algunas películas de Herzog y considerarlo un auténtico maestro, no había visto todavía o, todavía no había visto, mejor, ninguna en la que apareciese Klaus Kinski, ninguna de la etapa con Klaus Kinski.
Herzog rodó cinco películas con Kinski de protagonista: Aguirre...(1972), Fitzcarraldo (1982), Nosferatu, vampiro de la noche (1979), Cobra verde (1987) y Mi enemigo íntimo (1999), aunque creo que esta última es una especie de documental en el que Herzog habla de Kinski. Así que, para ser exactos, serían cuatro pelis con el tándem Herzog-Kinski. 
Por si te interesa, que veo que sí, ha salido, me acabo de enterar ahora mismo, a lo mejor hacía cinco meses que ya había salido, un cofre, un pack, de esta pareja de personajes, Herzog-Kinski, con todas las pelis que te acabo de decir. Colección Essential, lo han llamado. Hay packs de Bergman, Dario Argento, John Ford, Coppola, y más que no recuerdo. Creo que me voy a acercar al Mediamarkt para ver si lo tienen, este de Herzog-Kinski.
La película no me entusiasmó, todo hay que decirlo.
El que sí lo hizo fue Kinski. Y ahora no puedo hacer otra cosa que pensar en él. Y saber de él, qué come, qué lee, qué piensa, bueno, antes de todo, ¿está vivo?

Existe un libro autobiográfico de Kinski titulado Yo necesito amor, del que he escogido algunas frases o párrafos en los que habla de Herzog y del rodaje de Aguirre,... en la selva amazónica. (El séptimo párrafo, Quizás es la primera vez que un bote..., es poesía en estado puro. Una maravilla.)
Me arrepiento de no haberlo leído antes de ver la película. Hubiese sido otra cosa.
Esto es buen rollo y lo demás son tonterías. 
Cógete.
Tiene una manera de hablar plúmbea, más perezosa que un sapo, minuciosa, quisquillosa, fragmentaria; de su boca brotan cascotes de palabras, que intenta retener al máximo, como si le pagaran intereses por ellas. Pasa una eternidad hasta que por fin se saca del cerebro uno de sus mocos mentales resecos.

No entiendo en absoluto de qué está hablando, excepto que está enamorado de sí mismo sin motivo aparente y está fascinado por su propia osadía, que no es más que la ignorancia de un diletante.

El guión es de una primitividad analfabeta. Y en ello radican sus posibilidades.

Le digo a Herzog que Aguirre tiene que ser un tullido, porque no tiene que parecer que su poder procede de su físico. Tendré una joroba. Mi brazo derecho será demasiado largo, como el brazo de un mono. El izquierdo, en cambio, será demasiado corto (...)
Seré un tullido porque quiero serlo. Igual que soy guapo cuando quiero. Feo. Fuerte. Endeble. Bajo y alto. Viejo y joven. Cuando quiero.(...)
Con mi postura, sacaré los cartílagos de las articulaciones y manipularé su gelatina. Voy a ser un tullido hoy, ahora, inmediatamente. A partir de ahora, todo se hará en función de mi contrahechura: las ropas, la coraza, las sujeciones de las armas

Y por fin las balsas, sobre las que, de pie y sujetos mediante cadenas a la carga y a la balsa, nos deslizamos velozmente por los rápidos. Agarrando cuerdas, como si intentáramos ridículamente sujetar por las riendas a caballos desbocados que ya se precipitan barranco abajo. La balsa lleva demasiada carga, nos lo han advertido los indios. Pero el bocazas de Herzog, como buen fanfarrón e ignorante, se ríe de las advertencias de los indios, calificándolas de pueriles. Vamos todos vestidos y con las armaduras puestas, pues queremos rodar durante el viaje por los rápidos. Pero Herzog se deja escapar lo más grandioso y apabullante, porque es incapaz de detectarlo. Cada vez que, a través del ruido atronador de las aguas bravas, le aúllo al imbécil del cámara que por lo menos filme cómo nos jugamos el tipo, me responde que Herzog le ha prohibido pulsar el botón de la cámara a menos que se lo diga a él en persona.

A veces nos metemos por una estrecha hendidura que quizás antes no existía y que, tras nuestro paso, volverá a cerrarse enseguida. En el interior de estas selvas inundadas, las aguas están tan quietas que nuestros remos, que hundimos con cuidado para no hacer ruido, apenas parecen moverlas.

Quizás es la primera vez que un bote se desliza por estas aguas; quizás en millones de años no ha puesto los pies aquí ningún ser humano. Ni siquiera un indio. Esperamos en silencio, largas horas. Siento cómo la selva se nos acerca, los animales, las plantas, que ya hace tiempo que nos han visto, pero no se nos muestran. Por primera vez en mi vida, no tengo pasado. El presente es tan intenso que hace desvanecerce el pasado. Sé que soy libre, verdaderamente libre. Soy el pájaro que ha conseguido huir de la jaula, que extiende sus alas y se eleva hacia el cielo. Participo del Universo.

Aunque estoy siempre huyendo de él, Herzog se me pega como una mosca cojonera. La simple idea de que él está aquí, en medio de la selva virgen, me pone enfermo. Cuando lo veo acercárseme de lejos, le grito que se pare. Le grito que apesta. Que me da asco. Que no quiero oír su mierdosa palabrería ¡Que no lo soporto!

Siempre tengo la esperanza de que me ataque. Entonces lo empujaré a un brazo del río cuyas aguas tranquilas están repletas de pirañas sedientas de sangre, y miraré cómo lo destrozan. Pero no lo hace, no me ataca. No parece que le afecte el hecho de que yo lo trate como a un trapo. Además, es un cobarde.

Herzog es un individuo miserable, rencoroso, envidioso, apestoso a ambición y codicia, maligno, sádico, traidor, chantajista, cobarde y un farsante de cabeza a los pies. Su supuesto "talento" consiste únicamente en torturar criaturas indefensas y, si hace falta, matarlas de cansancio o asesinarlas. Nadie ni nada le interesa, a excepción de su penosa carrera de supuesto cineasta. Impulsado por un ansia patológica de causar sensación, provoca él mismo las más absurdas dificultades y peligros y pone en juego la seguridad e incluso la vida de otros, sólo para después poder decir que él, Herzog, ha domeñado fuerzas aparentemente insuperables.

Hoy, a las tres de la madrugada, nos despiertan brutalmente en nuestras balsas. Nos dicen que no hay tiempo para desayunar, ni siquiera para tomar un café, y que vamos a navegar sólo veinte minutos, hasta el próximo poblado indio a la orilla del río. Allí, dicen, nos darán de todo. Pero los supuestos veinte minutos se convierten en dieciocho horas. Como siempre, Herzog nos ha mentido.
Pasamos la noche en el poblado indio. Pernoctamos en las barracas que no se han quemado, y en las que corretean descaradas ratas gigantescas que nos rodean en círculos cada vez más estrechos, acercándose cada vez más a nuestros cuerpos. Sin duda se dan cuenta de lo debilitados que estamos, y sólo esperan el momento de lanzarse sobre nosotros. Son cada vez más numerosas.

Alguien le dice a Herzog que la gente no puede seguir adelante si no se alimenta mejor y, sobretodo, si no tiene nada para beber. Herzog contesta que, por él, pueden beber agua del río. Además, ya va bien que se derrumben de agotamiento y de hambre y de sed, pues el guión lo prescribe así.

Se estrena Aguirre en París (¡después de cinco años!). Herzog, director inepto, productor inepto y un inepto a la hora de comercializar la película, la ha malvendido por cuatro duros (escalofriantemente mal doblada al inglés) a una distribuidora francesa de mala muerte. En la otra versión, aún peor (en alemán, con subtítulos), no es mi voz la que se oye, pues negué durante años a hablar con Herzog.

Los periódicos, la radio y la television se masturban con pretenciosos artículos sobre mí. Parece que les pone cachondos calificarme de genio. No saben que la película, tal como ha quedado, sólo ha sido posible porque le hice cerrar el pico a Herzog para salvar lo poco que valía la pena salvar. Al menos, los cientos de entrevistas que me hacen me permiten por fin escupir en la cara de Herzog y llamarle lo que es: ¡un capullo como la copa de un pino! Pese a ello, acapara con el mayor descaro todos los premios y distinciones imaginables que es capaz de concederle esa caterva de subnormales que se llama "la cultura".


martes, febrero 09, 2010

jefe indio

Billie Jean se cayó.
Esto no te lo había dicho todavía.
Esperaba el momento oportuno. Y el momento oportuno es ahora, supongo.

Billie Jean se cayó desde la terraza del segundo piso donde vivíamos.
Y, aunque no estábamos en casa cuando sucedió, digo que se cayó porque no creo que se tirara. Un gato puede ser todo lo que quieras menos estúpido.

Voló unos diez o doce metros hasta aterrizar en el suelo.
Supongo que el suelo la vio llegar de esta manera, pero algo más asustada.
Cuando llegamos a casa, después de unos viajes de mudanza, nos dimos cuenta de que Billie Jean no estaba, y la única opción era la terraza. 
Miré hacia abajo temiendo verla en la acera o, peor aún, una marca de sangre, algo que me diese a entender el impacto. Pero allí abajo no había nada.
Bajamos a buscarla, eran las siete de la tarde. La estuvimos llamando, buscándola con linternas por debajo de los coches. 
El dueño del bar de la esquina me dice que no sabe nada, que no ha oído ningún revuelo. Me imagino que si se hubiera estampado contra el suelo, alguien hubiese tenido la decencia de recogerla o apartarla o tirarla a un cubo de basura. Y el dueño del bar, pensé, era la persona que se tendría que haber enterado de todo el asunto.
El dueño del bar me dice que si se ha caído desde el segundo, no se ha matado. Estará debajo de un coche aparcado, asustada, me dice. Haz un cartel y te lo cuelgo aquí en el bar, por si alguien la ha visto. 
Le hago caso y, al cabo de un rato, le doy un cartel que acabo de hacer. Hago una copia más y la pego en el rellano de entrada de nuestros pisos.
(Qué raro es hacer este tipo de carteles. Siempre los ves por ahí y piensas: pobre. Pero hacer ese cartel, decidir qué pongo, preguntarle a Sheila qué pongo, pelo largo, gris, menos de un año, qué más pongo, ya está, fue una de las cosas más tristes que he hecho en mucho tiempo.)

Estuvimos buscando a Billie Jean casi toda la noche. 
Nos fuimos a cenar y luego volvimos a la zona. 
En la madrugada, resultaba extraño ir diciendo su nombre, como debe de ser extraño ir diciendo el nombre de alguien que no está ahí pero que quieras que esté.
Pruébalo un día: sal a caminar de madrugada, las calles vacías, y repite el nombre de alguien, esperando que salga de debajo de un coche. Si esto no es estar loco.
Al final nos dimos por vencidos y nos fuimos a dormir.
A las siete de la mañana recibo una llamada. Un vecino me dice que la gata está en el parking de debajo de nuestros pisos pero que no la puede coger porque está muy asustada. 
Y allí estaba Billie Jean, sin cojear ni nada que vino hacia nosotros. 
Aunque días después sí que lo hizo. 
La llevamos al veterinario.
Así es la pata izquierda de Billie Jean por dentro.
No es nada, dijo. Es una rotura típica en estos casos. Los dedos centrales, digamos el medio y el anular, son los que reciben el peso de la criatura al caer. Por eso son los que más se rompen. 
El mismo hueso, siguió el veterinario, vuelve a soldarse sin ningún problema.
Billie Jean se rompió lo que para los humanos sería la falange del dedo anular. Si clicas la radiografía creo que puedes verlo mejor.

Ahora ya pasó todo el susto. 
Billie Jean se está acostumbrando bien a la nueva casa. 
Por ahora le da miedo salir afuera, lo que para nosotros es un alivio.

A veces me descubro preguntándole cosas, como esperando una respuesta. 
De verdad que espero una respuesta algún día. 
Quiero creer que es como el jefe indio de Alguien voló sobre el nido del cuco.
No considero que esté haciendo ninguna locura preguntándole algo a un gato.
No me veo como un loco mientras le pregunto algo.
De verdad, espero una respuesta algún día.

domingo, febrero 07, 2010

cojo tus pies

Enterándome de la muerte de Salinger pienso 
que las cosas más interesantes suceden cuando uno no puedo escribir sobre ellas, 
cuando una mudanza, 
cuando un accidente, 
cuando unas ramas empiezan a brotar de tus dedos, 
y el tiempo perdido que eso supone, 
el ir de aquí para allá, 
los médicos, 
no es nada, te dicen, 
pero ahí están las ramas, impidiendo, 
con su lógica natural, 
el teclear correcto de esa o de aquella palabra, 
y por fin alguien da con la solución, 
pódelas, 
y tú haces caso y podas, 
y vuelves a ser el de antes, 
guardas las ramas en el cajón de la mesita 
para observarlas 
cada noche 
antes de irte a dormir, 
qué forma tan extraña adopté, 
te dices, 
y mientras, un miércoles,
mientras uno canta en un coro salmos de Haydn, 
Salinger muriendo, 
o desapareciendo del todo, 
Salinger muriendo con Haydn de fondo, 
¿qué diferencia hay 
entre morir 
y desaparecer?, 
me digo, 
¿qué cambia, 
para los lectores, 
decir 
Salinger ha muerto, 
teniendo en cuenta que no publicaba nada 
desde los años sesenta?, 
es una muerte menos muerte, 
pienso, 
la de Salinger, 
es un descanso, 
un localizar el foco de ruido, del zumbido, 
ir palpando las paredes 
hasta dar con el enjambre, 
un alivio, un descanso, 
Salinger está enterrado, o incinerado, o embalsamado, 
quién lo va a saber 
si nadie supo nada de él en vida, 
quién sabrá algo de él ahora en muerte, 
o quizá sabremos más cosas ahora, 
pienso, 
seguro, 
una vez muerto, 
que durante sus noventa y un años de vida, 
escritos inéditos, 
Salinger está enterrado, o incinerado, o embalsamado, 
pero es ahora cuando toma vida, 
tomará vida
 y azotará a diestro y siniestro, 
un día perfecto para el pez banana, 
cojo tus pies y beso las plantas, 
Salinger, 
donde quiera que estés.