El otro día me acordé de aquella vez que encontré a un hombre debajo de mi cama.
Al principio me pareció extraño pero luego entró a formar parte de nuestra familia.
Siempre es raro que aparezca alguien en tu vida así de golpe.
Comía con nosotros, me acompañaba al colegio, venía de vacaciones.
Tuvimos que comprarnos un coche más grande y una silla más para la mesa de la cocina.
Como mi madre no quería que siguiese durmiendo debajo de mi cama, por el frío sobre todo, compramos un sofá-cama y lo pusimos en el salón.
Era un hombre muy callado y no daba problemas.
Su cara no expresaba nada, nunca. Era como si estuviera siempre mirando una grieta en la pared, esperando a que saliese una hormiga.
Así era su cara. De esperar algo irrelevante.
Un día estaba sentado viendo la tele a su lado, en el sillón que le habíamos comprado. No hacían nada interesante y decidí preguntarle cómo había llegado bajo mi cama. Se quedó pensando y me contestó. Pero cuando me contestó, como pasa en las películas, en la calle una moto aceleró y no pude escuchar su respuesta.
No me importó.
Pensé que mejor así.
2 comentarios:
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lefobserver.blogspot.com
lefobserver: no.
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