Después de unas frases quasi incomprensibles (¡... no se puede utilizar la... de Dios, maldita sea!), uno de ellos grita ¡Viva Cristo rey!, ¡vivan los sacerdotes de Cristo!, ¡hijos de perra! y desaparecen de escena como dos personajes más del reparto.
La pregunta de si era algo preparado o no no la puedo contestar. Aunque leo que estas personas abandonaron el local sin ser identificadas (sic).
Pero una pregunta que sí lanzo al aire es: ¿se graban todas las funciones de todos los días? Y la lanzo desde mi más completa ignorancia.
De todas formas, la cuestión que quería comentar no tiene nada que ver con los dos individuos que irrumpen ni con lo que dicen sino con ese aplauso del público.
(Todo esto que viene ahora son preguntas.)
El público aplaude porque cree que es parte de la obra.
El público aplaude porque lo ha aprendido de programas de televisión: después de un grito, aplausos.
El público aplaude para rellenar un espacio de silencio incómodo. El aplauso es la nueva tos.
Qué, por qué, a qué aplaude el público de la obra.
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