viernes, junio 11, 2010

iluminado, al fondo, el quiosco

El otro día fui a Barcelona.
Quien dice el otro día dice ayer.
Qué más dará. Qué más da todo lo que te voy a explicar.

Fui a Vinçon.
De vez en cuando me gusta entrar ahí y pasearme y mirar precios, que es lo único que se puede hacer en esta tienda.
Casi siempre que he comprado algo ha sido para otra persona. Quiero decir que veo algo que le podría gustar a alguien pero sé que ese alguien no se lo compraría y entonces se lo compro yo.

Hace un tiempo le compré un zoom, una especie de catalejo 2.0, a mi padre, para que pueda observar con detalle los cuadros en un museo.
No había nada más snob, si es lo que ibas a decirme.
Estuve buscando uno para mí pero estaban agotados. Me hicieron un favor.
Pues ayer le compré a Sheila una cámara Fisheye que siempre me había dicho que le gustaba. Todavía no le he comprado nada para su cumpleaños. Soy un desgraciado.
Esta cámara no es el regalo de cumpleaños, es sólo un detalle para agradecerle la bonita manera que tiene de quererme. Siempre creciendo.

Salí de Vinçon y bajé por Pau Claris hasta la Laie.
Siempre hago los mismos recorridos.
Bajando siempre me gusta mirar este callejón.
Una vez entramos, Sheila y yo.
Creo que la mayoría de casas estaban ocupadas por empresas.
En fin, qué más da.
Siguiendo por Pau Claris camino detrás de dos mujeres.
Una le cuenta a la otra que tenía pensado ir al sureste asiático. Dice que un amigo de su pareja tiene un bar en Menorca. Que vive seis meses allí y los otros seis en Camboya o donde diablos quiera que viva. La cuestión es que la una va contando eso y la otra no deja de mirar los escaparates por donde van pasando, o simplemente mira su reflejo en los escaparates, sin hacerle ni caso a su acompañante. La mujer viajera es consciente de que la otra no está escuchando pero ella sigue hablando, de alguna manera, contándose su propia historia.
Hay gente que necesita narrarse para sentirse vivo.
Y así van caminando las dos, la una hablando y la otra mirándose en el reflejo.

Entonces, y no sé por qué, justo antes de llegar a la librería, pienso en Montserrat Caballé.
Me imagino yendo a su casa (siempre he pensado que la Caballé vive en un piso justo encima del Liceo) y ella que saldría a recibirme a la puerta. Me invitaría a pasar (¿cómo habría llegado yo hasta allí? No lo sé) y me ofrecería un café o un té y una bandeja de galletas.
En las paredes habría fotografías de sus grandes funciones.
Fotos en blanco y negro.
No sé de qué hablaríamos.
Pero yo la escucharía.

Por fin llego a la Laie que es, como te he dicho cien veces o más, mi librería favorita de Barcelona.

No tengo pensado comprarme nada. Veo un libro que recomendó Zarraluki, El anorak de Picasso. Lo hojeo y lo huelo y lo vuelvo a dejar donde estaba.
Paseo por la librería cual jubilado.
Al final me compro una peli: La caza, de Carlos Saura.
Cuando voy a pagar me cruzo con el Màgic Andreu. Me hago a un lado para que pase.
Dejo pasar a un mago. Está mayor y ha engordado, si es lo que querías saber.

Salgo de la librería y voy a Paseo de Gracia y cojo un autobús que me lleve a otro sitio para coger otro autobús. Como si de una metáfora de la vida se tratase.
Primero cojo el 7.
Antes de coger el segundo, me paro en el quiosco de Pza. Mª Cristina y me compro: la Cuore, la Time Out, la Cahiers du Cinema y una lata de Coca-Cola.
Iluminado, al fondo, el quiosco.

Me bebo la Coca-Cola dentro del autobús.
Aún quedan diez minutos para que arranque.
Al fondo, el edificio de Planeta donde trabajó Gabriela y donde la gente entraba y salía sin parar, pasando la tarjetita sin sacarla ni siquiera del bolso o del bolsillo.

Cuando llego a Viladecans, Sheila me espera con el coche y vamos hasta nuestra zona residencial particular, a nuestro Pacific Palisades del Baix Llobregat.
Aquí vivimos, entre palmeras y piscinas y gatos callejeros a los que alimentar.
El otro día vi una abubilla.
Estuvo caminando por el jardín, como si todo aquello le perteneciera.
Y, de alguna manera, así es.
Levantó el vuelo en cuanto notó mi presencia y desapareció tras un árbol.

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