Duré ocho minutos. O incluso menos.
Me rindo ante las almohadillas (#) y los (¿las?) arrobas (@). Y es que ni siquiera sé si todavía se les llama así. (De todas formas, yo a la almohadilla siempre la he llamado sostenido. Dónde ve la gente una almohadilla en ese símbolo. Pregunto.)
Y, en parte, me abrí una cuenta de twitter precisamente para eso, para enfrentarme al presente, yo, tan inmigrante digital como soy.
Pero los ocho minutos de vida en twitter me hundieron en la miseria.
Sobre todo al darme cuenta de que no tengo amigos con quien tuitear. Ni siquiera conocidos de los que esperar un tuiteo. Aunque sea un tuiteo de mierda. Aunque sea Estoy viendo #buenafuente en mi @sofá.
Estos símbolos siempre me hacen pensar en un cómic donde cada dos por tres hay portazos, golpes y explosiones.
Eso es para mí twitter: algo que explota continuamente.
Y uno de los motivos por los que me quise abrir una cuenta en twitter fue porque un chico recomendó este blog desde el suyo.
Y el día en que lo recomendó tuve tantas visitas como durante todo el año.
Eso no quiere decir que te desprecie a ti, que me lees cada día, incluso sin actualizar, desde hace ya tanto tiempo, seguidor, seguidora, expectante ante cualquier tontería que pueda contarte, con tanta paciencia durante todo este tiempo.
Simplemente quería agradecérselo intentando ser moderno.
Con una almohadilla antes de la palabra gracias.
(A veces pienso que, hoy en día, utilizar un blog es como escribir una carta a lápiz, luego pasarla a boli, para más tarde meterla en el morral de un mensajero a caballo.
Pero me alegro al ver que blogs, facebooks, twitters y demás criaturas de la noche, pueden llegar a ser amigos.)
Y, por otro lado, también pensé en abrirme la cuenta para decirle, para tuitearle a Álex de la Iglesia, que su acto de sensatez es algo que no esperaba leer en un periódico.
No porque desconfiase de él, sino por la falta de costumbre y el desencanto que llevamos a cuestas ante tanta incompetencia. Durante tanto tiempo.
Para él, también: #gracias.
1 comentario:
De nada, hombre.
De nada.
Publicar un comentario