
Carles Santos no tiene manos de pianista. Ni andares ni presencia de pianista (si es que existen). Carles Santos entra en la sala y piensas que es el carpintero que le viene a dar los últimos retoques a esa pata del piano que a veces cojea. Pero no. El carpintero se sienta al piano. Y empieza el caos.
El piano contemporáneo es algo tan alejado de mi entendimiento que no puedo hacer otra cosa que arrodillarme ante él y pensar que estoy ante una forma absoluta de belleza cósmica. Me gusta porque no lo entiendo, porque me supera. Y quizá no hay nada que entender, no sé. Quizá sólo hay que dejarse llevar, perderse durante una hora entre marañas de acordes disonantes y golpeos en la madera. Quizá de eso se trata, de evadirse; para eso fue inventada la música. Para eso y para comunicarse con los dioses.
3 comentarios:
¿Lo dejaste por miedo a poder llegar a ser muy bueno? ¿o sólo por desidia? Nunca te lo había preguntado ;p
Soy un hombre vago en el sentido más vago de la palabra, ya me conoces. Ese tipo de miedo del que hablas nunca lo he sentido.
;)
Viva el primer bis. Sobre el resto no me pronuncio.
Publicar un comentario