lunes, octubre 29, 2007

indescifrable

Sé que os importa muy poco, por no decir sé que os importa una mierda, pero hace un par de semanas empecé un nuevo curso escritolar. Si el año pasado era Narrativa en castellano, este es Cuento I. Pinta bien.
Como hice el año pasado, iré colgando los ejercicios para que a)los leáis, b)no los leáis, o c)los imprimáis en papel de w.c. y os limpiéis el culito.
Aquí dejo el primer ejercicio: un relato/escena que tenía que surgir de una de las frases que forman un relato de José María Merino llamado Huellas. El relato está formado por frases cortas. Yo elegí la que encabeza el texto.

La pintada en el muro, como una indescifrable maldición.

Estuve esperándote durante mucho tiempo, creo que años.
Me sentaba a esperarte en ese banco del parque en el que nunca nadie se sienta, en ese que está de cara al muro. La verdad es que no sé a quién se le ocurrió poner ese banco ahí. Quizá antes no existía ese muro y quien se sentaba podía observar unas maravillosas vistas a la ciudad. Aunque creo que el muro siempre estuvo ahí. Así que quien colocó ese banco, lo hizo por alguna razón. Quizá fue alguien cansado de colocar bancos, quizá sobraba y no sabían dónde colocarlo. No lo sé. Lo único que sé es que estuve esperándote durante mucho tiempo, creyendo que ese mensaje era para mí.
Cada tarde, después de volver del trabajo, iba al banco, me sentaba y esperaba. Cada tarde, te digo. Bueno, menos una. El día que murió mi madre. El funeral fue a las cinco. Maldije su muerte por no poder estar esperándote.
Detrás mío siempre oía gritos de alegría de niños jugando. Era lo único que se oía sentado en ese banco. Ni los coches, ni las ambulancias, ni las motos, ni nada, sólo gritos de alegría que lo tapaban todo como una telaraña multicolor.
Aunque a veces volví la cabeza por si venías, la mayor parte del tiempo lo pasé mirando hacia el muro. No me preguntes por qué, no sabría responderte.
Llegué a conocer sus grietas, observaba cómo la pintura se iba desconchando día tras día, conté los ladrillos que lo formaban, luego conté sólo los que contenían tus letras, luego los multipliqué entre ellos, luego te seguí esperando.
Leí tu mensaje miles de veces, ese mensaje dirigido a mí, a quién sino, allí no había nadie más.
No te vayas, ahora vengo.
Millones de veces leí esa frase, llegándola a escuchar de tu boca, dicha en mi oído.
Hoy al llegar al banco he visto que habían tirado el muro. Los ladrillos estaban amontonados ahí, donde todos estos días me has hablado. Los he movido con el pie, esperando encontrarte, recomponerte. Pero sólo he encontrado un No.
Ahora te escribo desde el banco, que ya no es el mismo. Ahora mira hacia una calle que sube y el sol le toca de pleno.
Una chica se acaba de sentar a mi lado.
Pero sé que no eres tú.

2 comentarios:

S. dijo...

A mí sí que me importa, y mucho. Aunque me importaría aún más si fuera novela, y no cuento, I. Ya sabes tú el porqué. Qué te voy a contar yo a estas alturas de la historia. Otra cosa es lo que les cuentes tú a tus hijos cuando no les puedas comprar regalos el día de Reyes, o cuando el Ratoncito Pérez se niegue a pasarse por casa en busca de sus dientes, o cuando haya que pagarle la matrícula de la universidad al niño y nos veamos obligados a hipotecarlo todo. Está en tu mano, Diego. Yo ya no insisto más. Hazlo por tus hijos (no natos).





:P

Anónimo dijo...

Qué triste. Qué bonito.