viernes, septiembre 26, 2008

movimiento de estrategia

La soledad era esto.

Hombre canoso (amenazante aunque susurrando): ¡Que te quede claro que si no hubiera sido por el Risto, Virginia no gana O.T.! ¡Que te quede claro!
Hombre pensativo (para sus adentros): ¡Joder! Vaya tetas. ¿De qué país es esa? 

Un burro se come a la reina en un gran movimiento de estrategia de las blancas.

Una mujer pita y se manifiesta a favor de que La Sexta pueda emitir imágenes de Tele 5.

Unos policías esperan la salida de Germán de la casa de Gran Hermano.

Mientras este hombre dormía la siesta, su hijo le empezó a borrar la mano.
Por suerte para él, para el hombre, se despertó cuando el niño acababa de empezar a borrar.
Ahora cuenta su trágico día a día en un libro: El cabrón de mi hijo borró mi mano mientras dormía.
Explica que las dos cosas que más le torturan son tener que atarse los cordones, ya que se le escapan por la zona difuminada, y aprender a masturbarse con la zurda.

El sueño de José era viajar a México.
Como nunca tuvo dinero suficiente, se tuvo que conformar con una cantina mariachi de un centro comercial de las afueras.
Luego llevó durante años esta foto en la cartera haciéndole creer a sus amigos que aquello era México.
Los amigos siempre le dieron la razón porque sabían que el sueño de José era viajar a México.

Un hombre pide que le suban el volumen del último de Nena Daconte.

Un hombre mira a la derecha.
A una mujer no se le va de la cabeza aquella noche de pasión en la que concibió a su hijo.
A su lado, un hombre intenta parar un taxi, que pasa de largo.
A otro hombre le viene una arcada con sabor a cebolla que es percibida por el hombre de más acá.
Detrás, un loco vestido de militar, saluda a su coronel imaginario en el preciso instante que el hombre de la derecha se enamora de su gesto, de los guantes, en fin, de la vida.

Un extraño acontecimiento ocurrió el otro día, qué más da cuándo, en algún lugar, a quién le importa dónde. 
Un hombre y una mujer se quedaron pegados por sus mejillas cuando se despedían o se saludaban, a quién le importa si era una u otra cosa lo que hacían. 
Algunos, a quién le importa quién, han apuntado como causas de este suceso a la gran cantidad de maquillaje que portaba la mujer en su rostro. 
Otros que conocen al hombre, quién sabe quién son esos otros, afirman que sólo estaban bailando Cheek to cheek ya que él siempre se había creído Fred Astaire.

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