domingo, marzo 21, 2010

coger ideas

Una vez fui a una fiesta a casa de un amigo. A mí no me gustan las fiestas pero mi amigo insistió. No me gustan las fiestas porque no me gusta hablar. No me gusta hablar porque no sé hablar. Apenas conocía a nadie. Me senté en el sillón. La gente caminaba de aquí para allá como suele caminar la gente en las fiestas y en la vida en general: imitando todo lo que han visto en películas. Me puse a mirar los dvds que tenía mi amigo en la estantería. Cogí el de Woodstock y lo puse. De todas formas, nadie se interesaba por lo que estaba haciendo. Recordaba haberlo visto hacía muchos años. Me venía a la mente Richie Havens cantando Freedom. Le faltaban todos los dientes superiores. Quise ver otra vez a ese hombre cantando para mí Sometimes I feel like a motherless child.

Aunque subí el volumen del televisor, no me importó no escucharlo bien. 
Pulsé Repeat. Vi la actuación tres veces.
A mi alrededor la gente parecía estar pasándoselo genial. De vez en cuando se oía alguna carcajada por encima de la música. La gente empezaba a subir el tono de voz. Pensé en los vecinos, cosa que nadie estaba haciendo, y eso me hizo sentir mayor. A mi lado se sentó un chico y, al rato, una chica. Empezaron a hablar. Como no tenía otra cosa mejor que hacer, me puse a escucharlos. Quería saber de qué se habla en una fiesta. Coger ideas. Pero aquella pareja no se dijeron nada interesante. Y, sobre todo, no se escucharon el uno al otro. Entonces pensé que aquel era el verdadero secreto de las fiestas. 
El toque mágico para que una fiesta sea perfecta es que nadie escuche a nadie. 
Me levanté del sillón y busqué a mi amigo por encima de las cabezas. 
El mismo amigo que tanto había insistido en que fuera a su fiesta.
No lo vi. 
O no lo quise ver. 
Y me fui.
Me sentí mal por Richie Havens. 
De camino a casa me lo imaginé solo, ante esa audiencia conjunto vacío, actuando una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez.
A long way from my home.

1 comentario:

C dijo...

¡Qué bueno diego, me ha encantado!