miércoles, marzo 31, 2010

el alma a los pies

Después de escuchar la noticia de los atentados del otro día en Moscú, 
después de escuchar que el ataque podría haber sido perpetrado por un grupo islamista insurgente del Cáucaso, en concreto por dos viudas negras, mujeres que han perdido a sus maridos o familiares directos y que siguen la lucha inmolándose en ataques terroristas,
después de darme cuenta de que no tenía ni idea de dónde estaba el Cáucaso ni del porqué de estos ataques ni de nada en general, 
escuchando esa noticia por la mañana, 
me dije:
me da la sensación de que toda la historia de la humanidad, 
la historia en general, 
el quehacer humano, 
el día a día de la humanidad, 
me da la sensación de que todo lo que sabemos del mundo es gracias a sus atrocidades, 
a sus conflictos, 
a los huracanes y a los terremotos, 
a las guerras, a los odios, 
a las bombas pegadas a la barriga de una mujer, 
a una noche de cristales rotos, 
me da la sensación de que todo lo que sé del mundo lo sé gracias a sus días más tristes, 
qué es el siglo veinte sino una recopilación de días tristes, 
si te dicen: busca las imágenes que creas más representativas para hacer un collage del siglo veinte,
seguro que te vienen a la cabeza más imágenes tristes que alegres. 
Y si te propusieran, aunque no lo vayas a ver acabar, un collage del siglo veintiuno, 
la primera y más grande sería la de una torre ardiendo y un avión a punto de estrellarse contra la otra. 
Destrucción.

Hay pocas alegrías escritas en los libros de historia. 

Qué es un libro de historia: un libro de guerra y miseria, 
cuántas fotografías encontrarás en un libro de historia en las que aparezca un niño saltando encima de la cama, 
celebrando algo, algo
cuántas fotografías de globos al aire, 
de palomas volando, 
de ríos en los que se baña la gente un domingo de verano, 
de sábanas tendidas al sol una tarde de primavera, 
cuántas fotografías de este tipo: 
ninguna. 
Y no es porque nada de esto haya podido suceder, 
sino porque la historia de la humanidad,
y sobre todo la del siglo veinte, 
se ha escrito con sangre. 

Todo lo que sé del mundo lo sé a través de retales de su propia miseria.

Por ejemplo, y cambiando un poco de tema, es triste decirlo, pero cuando el terremoto de Haití, al ver un mapa en el periódico me di cuenta de que Haití no estaba donde yo siempre había imaginado (y nunca mejor dicho) sino aquí:
Lo que quiero decir es que hay pocas noticias agradables que sirvan para hacerte señalar un punto en el mapa. 

Lo que quiero decir es que no puedo explicar la historia del mundo en el que vivo sin que se me caiga el alma a los pies.

1 comentario:

g dijo...

Quizá no sabía que podía decirse, pero leyendo he suscrito cada sílaba.