Más allá del agua anegándolo todo a su paso, brechas kilométricas en autopistas o centrales nucleares ardiendo.
La imagen que me llevo del terremoto de Japón, once del tres del once, es la de estas trabajadoras de un supermercado.
La idea de luchar contra una fuerza de la naturaleza, contra un terremoto de 8,9, sólo con tus manos.
Esa fricción de placas tectónicas producida a kilómetros de distancia combatida durante unos segundos por una decena de trabajadoras de un supermercado. Como si unos vándalos hubieran entrado a destrozar la tienda.
Vandalismo tectónico.
La imagen de las trabajadoras intentando que no se cayeran las botellas situadas en el estante superior, aguantando el peso de la estantería para que no se venga abajo. Simplemente porque cuando todo pase, no vendrá nadie a recogerlo.
Pensar en que el techo del supermercado también se podría haber venido abajo. El techo sepultando a las trabajadoras, brazos arriba, que se ocupaban de las botellas.
La aparente tranquilidad (se escuchan gritos más de asombro que de pánico) con la que afrontan las sacudidas y el gesto de salvaguardar los alimentos de las estanterías nos hacen saber que no es la primera vez que actuaban así.
Y es que esta imagen de sensatez y locura unidas, estas trabajadoras exponiendo sus vidas por una estantería tambaleándose, es la escena que nunca nadie antes había filmado o, al menos, la siempre desechada por el director.
Por incoherente.
Las explosiones, la gran ola, gente en las azoteas, todo eso, de alguna manera, ya lo habíamos visto antes.
Todos hemos visto ya antes la brutalidad y el caos.
Lo extraño es encontrar esta pequeña escena, esta gema brillante, esta imagen de rutina dentro de la locura.
La música ambiental que no se detiene, como la orquesta del Titanic.
Todo se destroza menos el hilo musical.
Lo rutinario, lo sensato, lo civilizado, se convierte, en este vídeo, en su antítesis.
Hay una nueva escena a incorporar en nuestro imaginario.
Aquí está.
3 comentarios:
Y has visto el de la oficina que sigue un tecleando? eso es entrega al trabajo
Japoneses menos mal, llegan a ser españoles o italianos y es el caos mas absoluto:
Un abrazo
sigue tecleando, quería decir
un beso!
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