miércoles, mayo 07, 2008

no entrar comiendo

Paseando por este bendito centro comercial donde trabajo, caminando por los pasillos encerados todo lo rápido que puede ir una persona que va a comprar el periódico, vi un letrero en una de las tiendas.
El letrero estaba escrito a mano y en él se podía leer: NO ENTRAR COMIENDO.
Pero estaba escrito de una forma tan despreocupada, por llamarlo de alguna manera, que no había espacio entre palabra y palabra, de tal forma que la cosa quedaba algo así: NOENTRARCOMIENDO. Como dicho deprisa. Escrito por alguien que no calculó el espacio que tenía para escribir, que se emocionó con las mayúsculas.
En definitiva, escrito por un incompetente.
Lo que prohibe el letrero de esta tienda de estupideces para regalar es que no se puede entrar comiendo en ella, no vaya a ser que manches ese huevo con ojos y boca sonriente que dice Vales un huevo, no vaya a ser que manches el Oscar de plástico al mejor padre, no vaya a ser que ensucies el cuadro a lo Warhol con la Hepburn. (Audrey Hepburn se ha convertido en un icono para cutres. ¿Por qué pasa esto?)
El letrero prohibe entrar comiendo pero, ¿comiendo qué?
Por ejemplo, supongo que no quieren que entre comiendo helado, porque gotea y todo ese rollo de los helados, pero, ¿y si entro comiendo, por ejemplo, canelones?, ¿me dirían algo? O si voy repelando una costilla de cordero asado, ¿me llamarán la atención? ¿Y si voy comiendo sopa? Y si lo que como es carne humana, ¿qué harían? ¿Es legal comer carne humana?
Todas estas preguntas y muchas más que no expongo por falta de tiempo y dinero son las que me hago cuando veo este tipo de carteles.
De todos modos, no quería hablar de esto.
Yo quería decir, explicarte, exponerte, que el otro día, paseando por este bendito centro comercial donde trabajo, caminando por los pasillos encerados todo lo rápido que puede ir una persona que va a comprar el periódico, vi un letrero, apelotonadas las letras como si tuviesen frío, en el que se podía leer NOENTRARCOMIENDO, pero yo, al pasar rápido, deslizando los pies como un idiota que hiciese patinaje sobre hielo, leí NOENTRARCONMIEDO.
Una N dio la voltereta para atrás y se colocó entre la O y la M, como si echara de menos su hábitat natural pero quisiese probar la postura inversa.
Eso es lo que leí y lo que me tuvo turbado, a punto de cometer una locura estuve, en estado febril, casi desmayándome por ese pasillo encerado después de leer lo que había leído.
NO ENTRAR CON MIEDO.
¿Qué es lo que habitaría en esa tienda? ¿Qué venderían? ¿Por qué antes no me había fijado en esa tienda, en ese letrero? ¿Por qué, siendo muy atrevido, no dejaba un currículum?
Luego, ya en casa, de mayor, pensé en esos dos letreros que vi, porque yo vi dos letreros. Mientras que el primero, el real, NO ENTRAR COMIENDO, era un letrero antipático (una prohibición suele ser antipática excepto si te conviene), que no invitaba a entrar (aunque no estuvieras comiendo), que daba a entender el tipo de persona que llevaba la tienda y el tipo de persona que la había frecuentado hasta el momento, el segundo, en cambio, el visionado, el imaginado, NO ENTRAR CON MIEDO, era uno de los letreros más simpáticos que una tienda pudiera colocar en la puerta, un letrero que demostraría el sentido del humor del que la regenta y que, lejos de ahuyentar a la clientela, la animaría a entrar.
¿No entrarías en una tienda en la que colgase ese letrero de la puerta? ¿Aunque supieses que sólo venden, por ejemplo, hilo de pescar? ¿No entrarías cada día en esa tienda, sólo por el letrero, y te quedarías mirando los diferentes hilos de pesca que existen, los diferentes grosores, las texturas, los modelos, el lugar de procedencia? ¿No acabarías siendo un experto en hilo de pescar simplemente por un letrero en la puerta? ¿No sería bonito esto, joder?
La cuestión es que la gente que entra en esta mi querida tienda, esta tienda mía, esta tienda nuestra, en esta tienda de discos septuagenaria, la gente que entra, digo, entra con miedo, con mucho miedo, el castañeo de los dientes se oye desde aquí. Y eso los que entran.
Estoy casi seguro, por no decir segurísimo, por no decir no tengo ni puta idea de lo que pasará, que si coloco un cartel en la puerta en el que se pueda leer NO ENTRAR CON MIEDO, esta tienda sale a flote. En definitiva, lo que necesita la gente es que le digas cosas así como no pasa nada, acércate, son sólo discos, mira, acaríciale el lomo, así, suave, ¿ves como no hacen nada?
Voy a hacer el cartel.
Ya te contaré lo de las ventas.
Bueno, ya lo verás en las noticias.

4 comentarios:

marta3 dijo...

Este título me ha recordado la rabia que da cuando algún paciente llama para pedir hora mientras come. Y le oyes masticar, tragar, beber... y tu busca que te busca una puta hora que le vaya bien.
Maleducados.
A veces entro aquí comiendo, pero al menos tu ni me ves ni me oyes.

diego dijo...

marta: tú aquí puedes entrar como te dé la gana, como si entras embarrada.
Ahora que lo pienso, ¡mucho mejor si entras cubierta de barro! y en braguitas y eso, en fin, ya.
No me hagas caso.
Un beso ;)

elena cruz dijo...

uala, diego, ¡ponlo!

Anónimo dijo...

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