jueves, diciembre 06, 2007

cosas que pasan

Aquí dejo un nuevo ejercicio. El tema era "objeto perdido". Ahí va.

Cuando el pequeño Martín se despertó aquella mañana, se dio cuenta de que le faltaba el pulgar. El pulgar de la mano derecha. No tenía ninguna señal que indicase que allí había habido un dedo, ninguna cicatriz, nada. Donde ayer había un pulgar hoy no había nada. Buscó entre las sábanas, debajo de la almohada, bajo la cama, todavía acostado. Pero no. Su mano derecha la formaban ahora cuatro dedos. Llamó a su madre desde la cama con un “¡mamá!” más entusiasta que preocupado. Ella le respondió desde la cocina con el mismo “¿qué?” gris de todas las mañanas. “¡Me falta un dedo, mamá!”, contestó el pequeño Martín. “¡Levanta y vístete, no quiero que llegues tarde al colegio hoy también!”, respondió la madre mientras acababa de prepararle el almuerzo. Martín hizo caso a su madre y dio un salto para salir de la cama. De camino al lavabo no hizo otra cosa que mirar su mano con cuatro dedos. Ya en el coche hacia el colegio, el pequeño Martín le hizo saber a su madre que no podría escribir, que el pulgar era importante. Su madre conducía con la mirada puesta en la carretera, sin prestar mucha atención a su hijo. “Pues escribes con la otra”, acabó por responderle cuando ya llegaban a su destino. La madre besó la frente de su hijo quien, ya desde la puerta del colegio, despidió a su madre con sus cuatro dedos. Ella le devolvió el saludo y se fue. Martín caminaba lentamente por los pasillos de la escuela con las manos dentro los bolsillos de su chaqueta, y se sentía grande, importante, diferente, como el explorador que guarda una nueva especie de mariposa en secreto, ahí, en su bolsillo. Todos los alumnos que se cruzaron con él no observaron nada raro. Pero él ya no era el mismo. Era mejor. Nadie se le podía comparar en ese momento, ni aquellos alumnos de último curso, aquellos que fumaban a escondidas, aquellos ya no eran héroes. Ni su profesora de dibujo, que podía dibujar en menos de un minuto cualquier animal existente. Tampoco ella era importante ahora. Ya en clase, Martín continuaba con su mano escondida, ahora en el bolsillo del pantalón. Mientras todos sus compañeros empezaban a colorear una lámina, él permaneció inmóvil, sonriendo, observándolos. Entonces la profesora le preguntó que por qué no pintaba y él respondió que le faltaba el dedo pulgar y que no podía coger el plastidecor. Mientras todos se reían de la barbaridad y se echaban las manos a la cabeza, como habían visto hacer a los mayores en estos casos, la profesora sentenció con una frase demasiado familiar para el pequeño Martín: “Pues pinta con la otra”.
¿De qué servía guardar en el bolsillo la más extraña de las mariposas si nadie quería verla?
Martín esperaba a su madre sentado en el banco de siempre, a las puertas del colegio. A su lado, un anciano contemplaba la tarde de otoño con las manos cruzadas en el regazo. A su mano derecha, como a la de Martín, le faltaba el pulgar. “Yo tampoco tengo pulgar”, se atrevió a decirle el pequeño, aún con las manos en los bolsillos. El viejo le miró: “Son cosas que pasan, hijo”.
Ya en casa, Martín cenó cogiendo el tenedor, el vaso y luego el cepillo de dientes con la mano izquierda. Una vez en la cama, con la luz apagada, su madre entró y le besó la frente deseándole buenas noches. Antes de que saliera de la habitación, Martín le dijo: “Mamá, tú me quieres igual, ¿verdad?”. Su madre, ya en el umbral de la puerta le contestó: “Claro, hijo, qué cosas tienes”.
Luego, ya solo, el pequeño sacó su mano derecha de debajo del edredón y la contempló a luz de la luna.
Son cosas que pasan, se dijo.

2 comentarios:

houdini dijo...

Lex Records me desconcierta...
The beat that my heart skipped:
http://www.youtube.com/watch?v=ESvYRR1Fyug

Y aquí lo que te comentaba -dodge the bullet:
http://www.dodgethebullet.org.uk/

Ji ji, sabías desde que estoy mal de lo mío no dejo de escuchar professor longhair? :D

houdini dijo...

...cosas que me recuerdan a ti:

"Cuando Julio el gordo anunció que tenía gases todos supimos que teníamos que hacer algo de inmediato. Julio el gordo no era exactamente gordo, sino más bien enorme, gigante, inmenso y fuerte como un jugador de futbol americano. Su robusta naturaleza lo cualificaba como un consumidor excepcional de todo tipo de estupefacientes: se metía de todo sin inmutarse, y aquella noche no había sido una excepción, sino exactamente lo contrario. Así que, como decía, cuando Julio anunció que tenía gases y se tumbó en el sofá, todos nos lanzamos sobre él y pusimos las narices cerca de su culo, esperando que nos gasease con los pedos más alucinógenos de la historia. Palabra. Fue un pedo increíble, en todos los sentidos del término."

Juan Pablo Caja
http://juanpablocaja.axolot.net/jpabloc2.html