sábado, diciembre 29, 2007

letargus retractilum

Acto I

Uaah

(Diego bosteza mientras se rasca los sobacos)
.

Bueno, ya estoy aquí de nuevo.

Acabo de llegar del médico.
Me había pasado una cosa bastante extraña.
Sé que no te lo vas a creer, pero es verdad.

(Diego se rasca la barba e intenta elegir las palabras para una mejor narración de los hechos. Luego piensa que no lo conseguirá. Aún así, él no desiste)
.

Bien, pues se ve que es más común de lo que pensaba, por lo que me ha dicho el médico. La cuestión es que mis dedos se introdujeron en mis manos. Así como lo lees. Imagínate un guante, pues igual. No me dolió ni nada, me pasó durmiendo y ya me desperté así. Lo único malo es el escribir y el recoger el cambio cuando vas a comprar.
Ayer te lo quise explicar pero no pude, lo intenté pero no pude, vamos, creo que no. Yo sí que entiendo lo que puse, ahora cuando lo leo, pero claro, reconozco que es difícil encontrar la entonación a las frases.

(Diego se rasca los genitales y mira hacia la pared de su habitación. Allí, Jack Nicholson amenaza a Shelley Duvall).

Pues lo que te iba diciendo, que es más normal de lo que parece. De hecho, la consulta estaba llena de gente con muñones por manos.
Había gente de todas las edades.
El médico me dijo que era un síntoma del exceso de comida en el estómago.
Pocas veces pasa pero sobre todo ahora, durante las fiestas navideñas, los dedos adoptan el llamado letargo retráctil (letargus retractilum). Es entonces cuando, a modo de preservar la salud de su dueño, los dedos se esconden para que éste no pueda coger de nuevo el cuchillo ni el tenedor quedando pues, eso sí, una mano, diríamos no fea, sino extraña.
La única opción posible ahora es comer del plato.

(Diego se vuelve rascar la barba y piensa en aquel día, en el puerto, observando aquella manada de peces deformes alimentados por cacahuetes y escupitajos).

Pero bueno, ya pasó. No me recetaron pastillas ni nada, el remedio es casero. Consiste en inflar globos y luego dejarlos desinflar en tu boca, de modo que tú te vayas inflando y así tus dedos vuelvan a aparecer. Otra vez vuelvo a utilizar el ejemplo de los guantes, soplar unos guantes de plástico, porque creo que es el más eficaz.
Parece raro, lo sé, y si lo llego a leer en algún blog yo tampoco me lo creo. Pero ya te digo que es totalmente cierto. ¿Por qué te iba a mentir? Y, además, ¿cómo iba yo a inventarme tal gilipollez?

(Diego se recosta en su silla pero se da cuenta de que está sentado en un taburete y es entonces cuando se cae hacia atrás.
Esto no le provoca risa. Aún así, se escuchan risas de fondo.
Doliéndose del golpe en la espalda, continúa su relato de los hechos).

Pues nada más.

(No sabe qué poner. El golpe le ha afectado. Se rasca ahora la cabeza. Risas
tenues).

Creo que me voy a dormir. Me acabo de caer de la silla, del taburete en el que estaba sentado.

(Diego corrobora su caída a sus lectores sin saber que éstos ya se habían enterado gracias a mí).




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