¿Tú te lo crees? Él tampoco.
El otro día, en el kiosco de este bendito centro comercial, mientras hacía ver que no miraba la portada de la FHM, me topé con esta otra.
Por un momento pensé en algún rollo de cámara oculta. Luego comprobé que no estaba torciendo los ojos y superponiendo, así, la cara de una portada en el cuerpo de otra.
La realidad era esa: Pablo Motos y sus abdominales.
Dime que no parece un trucaje, joder, dímelo a la cara, dime Esto no parece un trucaje, dímelo, grítamelo desde donde estés, dime que no te parece patético el contraste cara-cuerpo, dímelo tranquilamente, sin remordimientos, sin ira libertad.
Mira lo que te digo, es que incluso quedaría mejor si a ese cuerpo le hubieran puesto la cara de una de las hormigas, Trancas o Barrancas, quedaría al menos más simpático. Pero, joder, la cara de Pablo Motos no, la-cara-de-Pablo-Motos-no.
Un humorista no puede tener un cuerpo atlético. A esta frase quería yo llegar.
Un humorista no es creíble con un cuerpo atlético. A esta frase también quería yo llegar.
Ahora bien, ¿Pablo Motos es humorista?
Se supone, aunque a mí no me hace ni puta gracia.
¿He dicho ni puta gracia? Quería decir ni pizca de gracia.
Ni él ni sus hormigas ni las frases de niños escritas por los guionistas ni sus experimentos que siempre consisten en hacer explotar algo o que algo haga reacción o que algo aumente de volumen o, simplemente, que, simplemente, algo, simplemente, manche.
Una especie de slapstick.
Un intento de slapstick, digo.
En fin, que salí del kiosco con convulsiones (con con), la gente mirábame, yo no podía enfocar la vista, anduve perdido por el pasillo del bendito centro comercial después de la visión de esas abdominales y de esa cara de pájaro recién nacido, y caí rendido, de rodillas rendido caí ante la tienda de chuches.
A duras penas
me arrastré
hasta las nubes.
1 comentario:
las nubes nos salvan
(a veces)
pero (a.v.) nos salvan más las llaves inglesas de color rojo ultra-ácido.
Hacen reaccionar al más muerto.
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