Esto se acaba.
Me doy cuenta de que las ideas, si es que las tengo, se me ocurren mientras camino.
¿Debería llevar conmigo mismo yo a mí conmigo una grabadora o, en su defecto, una libretita moleskine?
Pregunto.
O simplemente dejo que las ideas, si es que las tengo, me se vengan y me se vayan de la cabeza así, como una canción, como el chiki-chiki.
Las ideas, si es que las tengo, que me vienen a la cabeza sólo me sirven para actualizar el blog.
Pienso, joder, de qué hablo hoy en el blog, de qué le hablo a esa madre de familia que me tiene como único consuelo, de qué le hablo a ese consumidor compulsivo de porno que me descubrió un día cuando tecleó en el Google Sasha Grey y descubrió que este mi blog era mucho mejor que el porno y mucho mejor que un torneo de voley playa femenino con una caipiriña en la mano, de qué le hablo al cobrador del frac, de qué le hablo a mis padres, que me leen de vez en cuando y me preguntan si eso que pusiste es verdad, de qué le hablo a ese anciano que se conecta cada mañana desde la biblioteca y luego se sienta en un banco y luego compra el pan y luego le hace un bocadillo a su nieta, de qué le hablo, de qué te hablo.
El otro día me topé con una chica del Círculo de lectores.
¿Por qué siempre te topas con este tipo de gente? Nunca vas por la calle diciendo a ver si veo a uno del Círculo de lectores, que me quiero hacer socio porque, claro, a mí gusta mucho leer, por eso quiero hacerme socio del Círculo de lectores, porque ¿hay algo más excelente que pertenecer al Círculo de lectores?
Pues el otro día me topé con una chica del Círculo que me invitó a escucharla.
Yo escuchar, lo que se dice escuchar, puedo estar escuchando durante mucho rato, llevo treinta años escuchando, al no ser muy locuaz y al desordenar las palabras en mi boca antes de que salgan pareciendo borderline, lo único que puedes hacer es escuchar, además la gente se piensa que eres inteligente y todo.
Pues escuchando me quedé a esta chica yo, con un brazo en jarra y el otro en el bolsillo, mientras buscaba un gatillo que apretar, pero me olvidé la pistola en casa, la pistola de salir del paso: me disparo en la pierna y así tengo una excusa para irme.
La chica me decía tonterías aprendidas de memoria que yo aquí, lo que se dice aquí, no voy a reproducir por vergüenza ajena.
Admiro el trabajo de un comercial, lo digo en serio. Saber que no eres bienvenido y seguir sonriendo como si nada, eso es admirable.
En un determinado momento del lance, a mí se me ocurre preguntar esto que me vas a explicar no supone ningún tipo de compromiso, ¿verdad?, a lo que la chica me responde no, no, tú tranquilo, y ese no, no, tú tranquilo sonó como si lo dijera Nacho Vidal cada vez que le preguntan no me va a doler, ¿verdad, Nacho?
La chica me intenta convencer de cosas que ni ella se cree.
De pequeño comí espinacas esperando que un gran bíceps emergiera o, al menos, emergiese de mi brazo.
¿Cuántas mentiras más tengo que esperar?
La chica me recomienda libros que no ha leído ni leerá y me pregunta si me los he leído yo.
Le digo la verdad: no. Y se le ponen duros los pezones al escuchar ese no, que a ella le suena a pisadas de un cervatillo en una cueva con lobos.
Entonces me los recomienda, claro, y me dice de qué van y coge un boli y me pide los datos y luego me pregunta un libro que me haya leído y que me haya gustado y le digo el primero que se me pasa, que me se pasa por la cabeza: El pabellón nº 6, un cuento de Chéjov, y se queda callada y me pregunta si está bien, y estoy a punto de responderle ¿está bien el qué?, pero le digo no está mal, dándome vergüenza a mí mismo lo que acabo de decir: no está mal El pabellón nº 6, (acabas pareciendo tonto ante un comercial del Círculo de lectores, no estoy diciendo que yo sea listo y ellos tontos sino que, si yo no tenía bastante con ser tonto, encima lo parezco, sacan lo peor de mí, quieren verme tirar una toalla a la lona empapada en sudor y lágrimas), y luego me dice que tengo que comprar obligatoriamente un libro, que tengo que elegirlo ahora aunque no lo pague hasta el mes que viene o el otro o cuando me vaya bien, entonces le digo que me pensaba que había dicho que no había ningún tipo de compromiso y ella me dice que compromiso no, que sólo tengo que comprar un libro.
(Y así entraríamos en un bucle infinito, que es el objetivo de un buen comercial.)
Ante la nueva disyuntiva que se me proponía:
a) echar a correr gritando ¡ya están aquí!, o
b) aullar y empezar a caminar a cuatro patas,
decidí que lo más lógico sería hablar y comentar la jugada como buenos hermanos.
Le dije que a mí me parecía muy bien su trabajo, que la entendía, y lo único que pedía yo era que me entendiese a mí, no pedía nada más.
Acabamos como amigos aunque perdimos el tiempo mutuamente, cada uno a su manera.
¿Qué piensas tú del Círculo de lectores?
Yo no veo mal que exista, no voy a decir que desaparezca ni ninguna tontería de las mías, al contrario, me parece estupendo que exista, me parece lo mejor del mundo que alguien venda libros, que alguien compre libros, me encanta comprar libros más que leerlos, no hay nada que me parezca mal ahí.
Lo único que no quiero es que me obliguen a hacer algo aunque sea algo que me guste hacer.
Porque es muy probable que lo aborrezca.
P.D.: Apuntes sin importancia (como el resto del post):
Me gusta el programa de TV3 Herois Quotidians.
Y también Yolanda Ramos. (Minuto 3:20. Lo mejor.)
3 comentarios:
Se dice se comenta que hoy la presentadora saldrá directamente en bikini. Gracia ninguna, pero piernas y tetas las que quieras.
Y yo sí que soy moderna, que sé quién es la chica pelo pollo de la bicicleta.
http://www.fotolog.com/eske
Bueno, moderna o una futura asesina en serie, según como se mire.
Voy a seguir con mi vida gris y aburrida...
yo creo que los comerciales son extraterrestres de una civilización masoquista e inferior a la nuestra (si eso es posible!)
Bancarrota
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