Leo en La Vanguardia de hoy (pág. 36): “Marla Olmstead, de siete años, ha vendido cuadros por hasta un cuarto de millón de dólares; un documental cuestiona ahora sus debilidades”.
El mes pasado se estrenó en el festival de Sundance un documental titulado "My kid could paint that” (Mi hijo podría pintar eso). En él se cuestiona el arte que hay encerrado en los cuadros que pinta desde los dos años una niña llamada Marla Olmstead y que, a este paso, retirará a su padre, a su madre y a los hijos que aún no tiene.
Todo empieza cuando un día, el padre de Marla le deja unos pinceles y un lienzo en el suelo para que pinte. La niña pinta. Y los niños y niñas de dos, tres años, pintan garabatos. No hay más. Y esos garabatos significan algo para la niña o el niño en cuestión: por ejemplo, esa redonda grande y gris es el padre con su traje, al lado una redonda roja es la madre con su vestido nuevo, y arriba una redonda amarilla que es…todos juntos: el sol, claro. Cuando la niña ya ha ensuciado bastante la casa de los Olmstead, el padre le enseña los cuadros (de garabatos) a un galerista, que se interesa por ellos y los expone en su galería. La niña ya tenía cuatro años. La muestra tiene una gran cobertura en diferentes medios de comunicación y el precio de los cuadros se empieza a disparar. Algunos superan los 250.000$. Recordemos que son garabatos pintados por una niña de tres años. Se la empieza a comparar con Pollock, Kandinsky y Klee y aparecen unos fans, cristianos evangélicos, que ven la presencia de Dios en una mancha amarilla. Glups. Bueno, tampoco es tan descabellado, Dios está en todas partes. Por suerte aparece por ahí un crítico de arte para poner las cosas en su sitio, diciendo algo realmente importante, no para este caso en concreto, sino para analizar obras de arte en general, a lo largo de toda la historia: “El chiste de que un niño podría haber hecho un Pollock no capta la verdadera importancia de Pollock, que era la subversión de la pintura moderna”. Es decir, que es más importante lo que quiere decir el autor, que el cuadro en sí. Que luego el cuadro te guste más o menos, ya es otro tema. Pero lo importante es la intención del autor. Y si le preguntasen a Marla cuál era su intención, seguramente no sabría ni de qué le estamos hablando. Como mucho, divertirse, experimentar, que es lo que hace un niño de tres años si le das una brocha, pintura y un lienzo. Pero no reflejar el vacío existencial de la sociedad actual, el dolor de una guerra, la amargura de la soledad o “El sueño de Pollock”, como llegó a titular su padre uno de los cuadros. Más que nada, porque un niño no piensa en abstracto. Si a un niño de tres años que está pintando, con lápices de colores, con lo que sea, te acercas y le preguntas ¿qué pintas?, es muy poco probable que te diga “la angustia”.
El documental también muestra el proceso de creación de esas obras y deja entrever que el padre guía a la niña mientras pinta. Según un experto en desarrollo infantil: “Si dejamos a Marla que pinte sola, hace lo mismo que los niños de su edad”. Y creo que aquí se acaba el tema.
De todas formas, Marla, sus padres, siguen embolsándose grandes cantidades de dinero mientras venden las pinceladas de su niña, que ahora ya tiene siete años.
Yo en su caso haría lo mismo.
Hay que aprovechar esta era del vacío como sea.
P.D.: A todos aquellos que tengáis hijos pequeños, tomad nota:
Podéis visitar su web y ver a Marla creando.
El piano de fondo le da mucho más sentimiento al asunto, sin duda.
2 comentarios:
hola!no sé quien eres..alguien protesto sobre una foto colgada en Mouchette y me lo cerraron..estaré por musiqueetcinema y el flick de momento.Gracias!
[...Siempre me ha llamado la atención la búsqueda de lecturas de los críticos en las obras de arte moderno...]
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