El otro día entró en la tienda una importante directora de cine llamada Isabel.
(No escribo Isabel Coixet por si acaso ella escribe Isabel Coixet en el google para buscarse y me encuentra hablando de ella, qué vergüenza. Por eso, en vez de escribir Isabel Coixet, me referiré a ella simplemente como Isabel, y así nadie sabrá muy bien de qué directora de cine estoy hablando).
Pues el otro día entró en la tienda Isabel.
Pues el otro día entró en la tienda Isabel.
Iba comiéndose un cucurucho de fresa.
En principio no se puede entrar ni comiendo ni con miedo a esta tienda pero, visto el panorama de la industria musical, el cliente puede entrar aquí insultando, escupiendo, haciendo la voltereta, la croqueta, embadurnado de harina y con las manos en la masa, si así lo desea. Aquí estamos para servirle.
Pues la Isa iba lamiendo un cucurucho de fresa a la par que ojeaba las secciones.
Se estuvo un buen rato para ser una persona importante. Yo, como soy estúpido, tengo la creencia de que las personas importantes son interesantes e inquietas y permanecen poco tiempo en los sitios, debido al desbordado interés que tienen por todo lo que les rodea. Es una equivocación, por supuesto, como todas las creencias que pueda tener un estúpido.
La Isa se estuvo un buen rato mirando y lamiendo.
Se le iban cayendo trocitos de galleta, que es una cosa que le pasa a dos tipos de persona cuando comen un cucurucho: ancianos y niños.
Ya que la Isa no pertenece a ninguna de esas dos clases, incorporé un nuevo tipo de persona a la lista: descuidados, por decirlo de alguna manera.
La Isa iba mirando, lamiendo y dejando caer trocitos de galleta cual Pulgarcita.
La Isa iba mirando, lamiendo y dejando caer trocitos de galleta cual Pulgarcita.
La Isa iba vestida de negro, cual Pulgarcita en una tienda de discos después de un funeral.
Cogió unos cuantos discos y pelis. Unos de Depeche Mode, Cómo ser John Malkovich, y alguna que otra cosa más que da absolutamente igual.
Pero yo a lo que he venido aquí es a hablar de la servilleta que envolvía ese cucurucho de fresa.
Mira, que se te caigan trozos de galleta lo puedo entender, porque hay galletas muy traicioneras que se desmoronan a la primera de cambio, que se les rompe el corazón en mil pedazos y se caen al suelo y no hay nada que hacer, son galletas débiles y tienes que estar con la mano debajo para que no estallen contra el asfalto, la acera o la tienda de discos donde tus dientes las destrocen. Digo que puedo entender que se te caigan trozos de galleta al suelo mientras comes. Pero lo que no puedo entender es que se te caiga la servilleta que llevabas en la mano. Bueno, puedo entenderlo, claro, lo que no puedo entender es que se te caiga una servilleta al suelo y no la recojas.
Mira, que se te caigan trozos de galleta lo puedo entender, porque hay galletas muy traicioneras que se desmoronan a la primera de cambio, que se les rompe el corazón en mil pedazos y se caen al suelo y no hay nada que hacer, son galletas débiles y tienes que estar con la mano debajo para que no estallen contra el asfalto, la acera o la tienda de discos donde tus dientes las destrocen. Digo que puedo entender que se te caigan trozos de galleta al suelo mientras comes. Pero lo que no puedo entender es que se te caiga la servilleta que llevabas en la mano. Bueno, puedo entenderlo, claro, lo que no puedo entender es que se te caiga una servilleta al suelo y no la recojas.
Quizá la Isa no se dio cuenta, quiero creerlo, quizá es un poco despistada, puedo creerlo, quizá es un poco descuidada, lo creo, quizá simplemente es una costumbre de directores, quizá la depositó en el suelo para observar la delicadeza de la imagen que la servilleta ofrecía, de lejos, mientras ella se alejaba y salía de la tienda, quizá estaba experimentando un nuevo plano para una nueva peli: La vida secreta de las servilletas, Mi vida sin servilletas o Servilletas que nunca te dije.
No lo sé. Lo único que sé es que recogí del suelo una servilleta lanzada/depositada/descuidada por la Isa cuando vino a esta bendita tienda y, a partir de ahora, si veo alguna peli suya, veré también servilletas en el suelo.
No lo sé. Lo único que sé es que recogí del suelo una servilleta lanzada/depositada/descuidada por la Isa cuando vino a esta bendita tienda y, a partir de ahora, si veo alguna peli suya, veré también servilletas en el suelo.
Después de esta visita me vinieron a la mente todos los famosos (4, cuatro) a los que he atendido en mi etapa de cucaracha-vendedor en un centro comercial francés que dice que vende cultura. Un Corte Inglés con el logo amarillo y torcido.
Tampoco son tantos, son cuatro, joder, qué miseria, pero recuerdo lo que me pidieron todos. Es curioso porque ellos, a lo mejor, ni siquiera se acordarán de haber comprado ese disco, quizá ni de haber estado en ese centro comercial francés.
La lista, la interesantísima lista de cuatro personajes, con sus respectivos discos que escribo de memoria, qué prodigio de memoria, dios, es esta:
- Kiko Veneno: Ali Farka Touré & Ry Cooder-Talking Timbuctú
- Quim Monzó: Manu Chao-Wozniak (disco libro)- Sibérie m'était contée
- Kiko Veneno: Ali Farka Touré & Ry Cooder-Talking Timbuctú
- Quim Monzó: Manu Chao-Wozniak (disco libro)- Sibérie m'était contée
- Andreu Buenafuente: Coldplay- Parachutes
- Raimon: Keely Smith- Keely sings Sinatra
Y hasta aquí la actualización de hoy.
Me pagan por palabras y con las de hoy ya me da para el alquiler del piso.
Podría escribir más, sí, podría seguir escribiendo estupideces y comprarme un Lexus y un bate de béisbol, destrozarlo, escribir un poco más y comprarme otro, etc., pero si entro en esa dinámica, me conozco y todo irá a peor, lo sé, mira, por estas cuatro líneas de despedida y estupideces que estoy diciendo me pagan lo mismo que al Millás por una columna en El País, es el saber moverse, contactos, buenos contactos, yo me he sabido mover y estoy viviendo de esto, porque soy un tío espavilado, atento a todo, el trato con la gente para mí es lo más importante y eso lo he sabido llevar a donde he querido, a mi terreno, ahora me empieza a llamar gente, quieren saber de mí, tenerme en sus fiestas, por ejemplo, el último que me llamó el otro día fue el Briatore, que me invita a su boda, y le dije que no sé si podría, insistió, que me mandaba un avión, dijo, yo le dije Flavio, que no es eso, no será por aviones, Flavio, que escribo treinta líneas y me compro un Boeing, Flavio, joder, no es por eso, es porque yo en las fiestas me aburro, siempre busco paredes o sofás, me dice que sofás habrá los que quiera, que vendrá Hugh Hefner con sus chicas, me intenta sobornar con playmates y se lo pregunto Flavio, ¿me estás intentando sobornar con playmates?, y me dice que en cierta manera sí, y yo le digo, aunque no le conozco y es la primera vez que hablo con él, que no me esperaba eso de él, se lo digo así Flavio, no me esperaba esto de ti, y no escucho su respuesta porque un avión pasa bajo en la playa donde estoy, lo miro y me deslumbra el reflejo del sol en las ventanas, y el reflejo me provoca un aura que desemboca en una migraña y maldigo al Briatore, al Hefner y a la imbecilidad de mirar un avión cuando pasa bajo.
Luego cierro los ojos e intento recordar el nombre de la novia del Briatore para, cuando se me pase la migraña, teclearlo en google imágenes.
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