competencia (2).
(Del lat. competentĭa; cf. competente).
1. f. incumbencia.
2. f. Pericia, aptitud, idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado.
Me pregunto yo a mí mismo lo siguiente, mientras me rasco suavemente los sobacos, que es uno de los pocos placeres superiores que le queda al ser humano:
¿Es consciente un incompetente de que es un incompetente?
Me lo pregunto seriamente cada día, al levantarme, mientras repaso con la lengua mis dientes y compruebo que los tengo todos.
Me lo pregunto seriamente cada día, a la hora de comer, mientras mastico grasas y alimentos edulcorados con un alto grado de colesterol.
Me lo pregunto seriamente cada día, antes de irme a dormir, mientras pienso en si he aprendido algo nuevo y la respuesta es si lo he aprendido, no me acuerdo.
Y vuelvo a preguntarme: ¿es consciente un incompetente de su situación?
Yo creo que no.
¿Conoces a alguien que te haya dicho: lo que pasa es que yo soy un incompetente?
Yo no. Nadie dirá soy un incompetente, a no ser que pase por un bache grave en su vida, o a no ser que sea monologuista del Club de la comedia.
Luego estarían los grados de incompetencia, que esto es otro tema.
Por ejemplo, yo quizá sea un incompetente, quizá, lo más seguro. Lo que pasa es que mi incompetencia no afectará demasiado en la vida de la persona que la padece.
Es decir, que mi incompetencia se reduce a no saber de qué cantante o grupo me están hablando, no poder ayudar y, por tanto, que la conversación se quede ahí, el cliente se vaya y yo siga aquí, ahora, actualizando el blog.
A eso se reduce mi posible incompetencia, a mera anécdota de cena con los amigos:
- Pues el otro día fui a discos Castelló y un incompetente que había allí no supo decirme cuál era la música de ese anuncio.
- Si es que el mundo está lleno de incompetentes.
- Es verdad, pásame el cuchillo del pan.
Vivimos rodeados de incompetencia.
De estupidez también, ya lo dije hace días, pero de incompetencia más.
Hoy en día ser incompetente está incluso bien visto.
Lo que quiero proponer es la creación de una élite de incompetentes, un grupo, casi una clase social, igual que la intelligentsia.
Propongo la creación de la Incompetentsia.
Que uno pueda ir a la oficina central de Incompetentsia y decir:
- Me querría dar de alta en esta agrupación ya que me considero un incompetente.
- Muy bien, pero antes tendrá que responder a algunas preguntas.
- Muy bien. (Un rasgo característico de los incompetentes es iniciar las frases con un absurdo e inútil muy bien)
- Muy bien, ¿desde cuándo es usted incompetente?
- Desde que nací.
- Muy bien, entonces supongo que estaría usted esperando la creación de este centro de reclutamiento, ¿no?
- Como agua de mayo.
- Muy bien, déjeme su D.N.I.
- Me lo he dejado en casa, junto con la cartera y las llaves. Recuerde que soy un incompetente.
- Tiene usted razón.
- Muy bien.
- Muy bien, de todas formas, por lo que veo, no nos funciona internet, así que tendrá que venir igualmente otro día.
- Muy bien.
- Pues adiós.
- Muy bien. Adiós.
Uno es consciente de ser alto, de tener la voz aguda, de no cantar bien, de no saber silbar, uno es consciente de no saber cocinar, de tener vergüenza a hablar en público.
Pero, vuelvo a repetir por última vez, ¿es uno consciente de ser un incompetente?
Es más, ¿serviría de algo darse cuenta de que realmente se es un incompetente?
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