Sus padres le regalaron una boa cuando ella cumplió seis años.
Al principio, la serpiente vivía en un terrario pero, poco a poco, la pequeña boa fue conviviendo con la familia fuera de él. Los primeros días la sacaban una hora de su hábitat artificial y la serpiente se deslizaba por entre los pies del padre, entre los cojines del sofá, por debajo de las sábanas, con un silencio casi mágico que los hipnotizaba a los tres. Pasaron los meses y la serpiente ya podía estar todo el día fuera de su terrario y a nadie le extrañaba. Sólo cuando recibían visitas la metían de nuevo en su jaula de cristal. Para la niña fue casi como una hermana. Aunque la serpiente iba aumentando su tamaño, los padres nunca le negaron el contacto con el reptil.
Casi un año después, la serpiente ya no utilizaba su terrario para nada y, como éste era un estorbo, lo guardaron en el trastero. El reptil empezó a dormir en la cama con la niña, convirtiéndose así en un extraño peluche áspero. Antes de dormirse, la madre le contaba un cuento y luego las arropaba a las dos. La boa parecía estar bien bajo las sábanas.
Los familiares y amigos de la pareja no estaban conformes con esta actitud, pero decidieron que ya eran adultos para saber lo que hacían. A su vez, la pareja comprendía los reproches pero siempre hicieron lo que ellos pensaron mejor para su hija. Pero dormir con una boa no es natural, deberíais meterla otra vez en el terrario, puede no ser muy higiénico para la niña, eran algunas voces de amigos. Los padres sonreían y decían que no se preocupasen, que la niña y la serpiente estaban perfectamente.
Llegó un día en que el padre descubrió varios ratones sin comer, apilados en una esquina del salón. Al principio se extrañó un poco, pero luego no le dio mucha importancia. Pensó que serían ciclos de alimentación, o acumulación de víveres ahora que llegaba el invierno. Pero los días pasaban y la serpiente continuaba sin alimentarse. Durante el día, sus movimientos eran más lentos de lo normal y, muchas veces, por la mañana, la podías encontrar enroscada sobre un cojín. Por la noche, a la hora de irse a dormir la niña, la boa acudía a su cama como de costumbre y se estiraba todo lo larga que era al lado de ella. La madre notó algo raro, ya que normalmente se enroscaba bajo las sábanas, pero tampoco le dio mayor importancia.
Los padres se empezaron a preocupar cuando pasaron tres semanas y la serpiente no había comido nada. Los ratones acumulados se habían tenido que tirar a la basura y la serpiente continuaba durmiendo estirada al lado de la niña. Decidieron llevarla al viejo veterinario del pueblo.
Cuando el padre acabó de contarle lo que sucedía, el veterinario fue claro y directo en su pregunta: ¿cuándo piensan matar a la serpiente? Los padres, desconcertados ante la pregunta del doctor, no sabían de qué hablaba, por qué la tenían que matar. El viejo veterinario, pausado y sabio, respondió: la serpiente está ayunando... y se estira al lado de su hija para medirse,...porque está pensando en comérsela.
2 comentarios:
¿Cuándo piensan matar a la serpiente?
;-)
ostres, quin mal rollo!
A mi ya se me habria comido, con lo bajita que soy!
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